Karen Saavedra Segura
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A menudo, nos enfrentamos a la errónea percepción de que los comunicadores sociales son «toderos», es decir, personas versátiles capaces de desempeñarse en múltiples roles. Desde redactar correos electrónicos simples hasta producir comerciales de televisión, se espera que los comunicadores sean hábiles en todos los aspectos del campo. Sin embargo, esta suposición subestima gravemente la complejidad y la necesidad de especialización en el ámbito de la comunicación.
La comunicación abarca un amplio espectro de disciplinas, que van desde el periodismo hasta la publicidad, desde las relaciones públicas hasta la comunicación corporativa. Cada una de estas áreas demanda conjuntos de habilidades específicos, conocimientos especializados y una comprensión profunda de su respectiva audiencia y contexto. Esperar que un comunicador sea experto en todas estas áreas es, sencillamente, irrealista.
Considerar al comunicador como un «todero» no solo resulta injusto para quienes laboran en el campo, sino que también puede menoscabar la calidad del trabajo generado. Cuando se le exige al comunicador desempeñar múltiples roles y responsabilidades para los cuales no está adecuadamente preparado, es probable que el resultado sea una comunicación superficial, ineficaz e incluso perjudicial.
Tomemos el periodismo como ejemplo. Los periodistas son entrenados para investigar, verificar hechos, entrevistar fuentes, y escribir historias de manera clara y precisa. Sin embargo, esperar que un periodista también sea un experto en diseño gráfico para crear infografías o en edición de video para producir contenido multimedia es simplemente irrazonable. Estas son habilidades especializadas que requieren tiempo y práctica para dominarlas, y no es realista esperar que un periodista las posea automáticamente.
Lo mismo ocurre en el mundo de la publicidad. Un creativo publicitario puede ser brillante en la generación de ideas creativas y persuasivas, pero eso no significa necesariamente que tenga las habilidades técnicas para diseñar y producir anuncios impresos o comerciales de televisión. Estas son habilidades especializadas que requieren formación y experiencia específicas.
Por otra parte, la sub-remuneración y la devaluación de los comunicadores debido a la percepción del «todero» es un tema que merece una atención cuidadosa y reflexiva. Cuando los empleadores y la sociedad en general consideran que los comunicadores deben ser capaces de desempeñar múltiples funciones sin una compensación adecuada, se perpetúa una cultura que subvalora el trabajo y la experiencia de estos profesionales.
Esta expectativa de versatilidad puede conducir a una carga de trabajo excesiva y a una falta de reconocimiento por parte de los empleadores. Los comunicadores se ven obligados a asumir una variedad de tareas, como la redacción de contenidos, la gestión de redes sociales e incluso la producción de materiales audiovisuales, sin recibir un salario acorde con la complejidad y el valor de su trabajo. Esto puede llevar a un agotamiento físico y emocional, así como a una disminución en la calidad del trabajo realizado.
Es hora de reconocer y valorar la especialización en el campo de la comunicación. La diversidad de habilidades y conocimientos entre los profesionales de la comunicación enriquece el campo y permite una comunicación más efectiva y auténtica.
Por tanto, cuando nos encontremos ante el desafío de la comunicación, recordemos que ser especialista en un área específica no es una debilidad, sino una fortaleza. Reconozcamos la diversidad de talentos en nuestro campo y unamos esfuerzos para promover una comunicación auténtica, significativa y efectiva en todos los aspectos de la vida moderna.
* Candidata a Doctor en Comunicación, Magíster en Comunicación y Especialista en Desarrollo Social. Más de una década de experiencia en el campo de la comunicación y la gestión social.
*Las opiniones expresadas en esta columna de opinión son de exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de La Prensa Oriente