María Isabel Gómez David*
E-mail: migomezdavid@gmail.com
Con la llegada de nuevos gobernantes a la escena local, no solo se marca un cambio en la administración con un nuevo periodo de gobierno, sino que se abre ante nosotros un horizonte de posibilidades tan vasto como inspirador, que invita a reflexionar sobre la importancia de concebir los planes de desarrollo como auténticas cartas de navegación. Un compromiso que requiere más que nuestra atención, nuestra participación efectiva en los procesos de formulación.
La formulación de un plan de desarrollo coherente y centrado en necesidades concretas requiere una evaluación minuciosa de diversos aspectos. Desde la participación ciudadana hasta un análisis exhaustivo de la situación actual del municipio, identificando de manera realista los problemas, fortalezas y oportunidades. Contar con una visión y objetivos claros, abordar las necesidades prioritarias, promover la equidad, y la gestión eficiente de recursos son aspectos esenciales para garantizar la solidez del plan.
Estos planes no deben ser percibidos como formalidades para la aprobación de presupuestos; más bien, representan la posibilidad de desencadenar acciones que trascienden las fronteras políticas, abordando de frente las problemáticas locales que han sido desatendidas durante mucho tiempo. Aspectos como el fenómeno migratorio, la seguridad, los servicios públicos, la movilidad y el transporte son ejemplos de situaciones que, además de incorporarse de manera urgente en los planes de desarrollo, requieren una atención integral y decidida con una perspectiva regional.
La pobreza en las áreas rurales de los municipios más alejados de la subregión es una preocupación significativa, especialmente en municipios como Alejandría, Concepción, Granada, San Rafael, San Francisco, Sonsón, Nariño y Argelia. En Argelia, por ejemplo, el 50.40% de la población vive por debajo de la línea de pobreza (por ingresos) en el periodo 2020-2023.
En toda la subregión, la pobreza multidimensional está impulsada principalmente por dos factores: el empleo informal (62%) y el bajo logro educativo (56.2%) (Universidad de Antioquia, 2020). Estas condiciones afectan negativamente la calidad de vida, limitando el acceso a servicios públicos, educación y salud.
Los líderes recién elegidos tienen ante sí la oportunidad de plasmar estas necesidades y aspiraciones en planes de desarrollo que no solo transformen sus territorios individualmente, sino que impulsen el desarrollo del Oriente antioqueño de manera colectiva. La clave radica en fortalecer alianzas, perfeccionar la articulación entre los municipios y dirigir esfuerzos hacia acciones concretas y consensuadas como el fortalecimiento de mesas de trabajo regional para coordinar las acciones, la implementación de proyectos de cooperación intermunicipal y el establecimiento de mecanismos de financiamiento compartido. Este esfuerzo colectivo asegura que los municipios impulsen estrategias de mayor impacto para garantizar la seguridad, brindar educación de calidad, y desarrollar infraestructuras y servicios públicos eficientes.
Como ciudadanos comprometidos, es nuestra responsabilidad involucrarnos activamente en este proceso, asegurando que nuestras necesidades y aspiraciones queden reflejadas en cada propuesta del plan. De esta manera, el plan se convierte en la oportunidad de trabajar conjuntamente en el desarrollo del Oriente antioqueño.
Los nuevos gobernantes se presentan como arquitectos con la responsabilidad de diseñar una oportunidad única para redefinir y fortalecer las relaciones en el territorio. Es el momento de esculpir juntos el desarrollo que hasta ahora hemos desatendido y marcar un camino hacia la transformación del Oriente antioqueño, con equidad, paz, bienestar y calidad de vida.
* Ingeniera Industrial, Master of Business Administration
*Las opiniones expresadas en esta columna de opinión son de exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de La Prensa Oriente