Por: Erney Montoya Gallego. – E-mail: luiserneymg@gmail.com
“Con área metropolitana o sin área metropolitana, igual el desarrollo les va a llegar”. Esta fue parte de las respuestas del director de Planeación Departamental, Eugenio Prieto Soto, en la audiencia pública convocada por el Concejo Municipal de La Unión, realizada el 15 de agosto, con el propósito de evaluar los pros y los contras del área metropolitana.
Ante la iniciativa de crear un área metropolitana con presencia de ocho de los nueve municipios de la zona Altiplano, una parte representativa de la ciudadanía de estos municipios sigue manifestando sus cuestionamientos, dudas y rechazo a esta propuesta.
Respuestas como “con área metropolitana o sin área metropolitana, igual el desarrollo les va a llegar” son una muestra de la idea reductiva y unidimensional de “desarrollo” que encarna un esquema de asociatividad como el área metropolitana. En esta idea se descubre la reducción del desarrollo simplemente asociada con vías, infraestructuras urbanas y construcciones físicas. Se reduce la idea a sólo una de las dimensiones, más relacionada específicamente con el progreso material. Una razón más para que la ciudadanía subregional cuestione y se resista a la creación del área metropolitana.
En dicha audiencia pública reiteré una serie de razones para considerar como inconveniente e innecesaria la creación del área metropolitana en la zona Altiplano y, en general, en el Oriente Antioqueño: porque ya se cuenta con otras figuras como la asociación de municipios y las provincias administrativas y de planificación; porque también existe la posibilidad de constituir una región de gestión y planificación, integrando inclusive a los 23 municipios del Oriente Antioqueño y evitando fragmentar la subregión y el territorio. Porque un área metropolitana no se interesa en gestionar procesos rurales ni campesinos, lo cual es muy negativo porque, precisamente, esas son características muy presentes en la subregión. Estas entre muchas otras sombras y dudas aún no resueltas, como la disminución del porcentaje de votantes con respecto al censo electoral, el cuestionado y polémico derecho de veto y la concentración del poder, además de la subordinación de los planes municipales a los planes metropolitanos, en fin.
En la misma audiencia pública, cuando se abrió el espacio para las intervenciones de los ciudadanos, se escucharon posturas desfavorables y algunas favorables acerca de la creación del área metropolitana. También posturas neutrales, pero cargadas de dudas e inquietudes.
Traigo para el análisis las palabras de un ciudadano unitense, una persona mayor claramente a favor del área metropolitana. Palabras más, palabras menos, expresó que el municipio de La Unión necesita estar en el área metropolitana porque es un municipio “subdesarrollado”. Me parece estar leyendo nuevamente el discurso de posesión del presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, cuando en 1949 se “inventó” el subdesarrollo.
En su afán imperialista, los Estados Unidos se presentaron ante el mundo como el modelo a seguir, por su avanzada industria, aplicación de tecnología y vida urbana moderna. Y se autonombraron como un país “desarrollado” por su gran producto interno bruto, mientras que a los países latinoamericanos los catalogaron como “subdesarrollados” por su condición rural, campesina, por sus culturas tradicionales y sus identidades múltiples y variadas; es decir, por ser territorios de diferencias. Así fue que inventaron el “subdesarrollo”.
Y América Latina se creyó el cuento. Y, por lo visto, hoy muchos se lo siguen creyendo, aún 75 años después. Creer que vías de doble calzada e infraestructuras de cemento y pavimento son desarrollo, y que lo otro y diferente es subdesarrollo. Porque esa fue la explicación que dio el ciudadano unitense; nada distinto a quienes piensan que un área metropolitana, con su lógica expansiva de la ciudad y la destrucción del campo y la vida rural, significan “desarrollo”.
El ciudadano también dijo que le gustaba que, de hacer parte del área metropolitana, La Unión tendría que aportar solamente 120 pesos (multipliquen por mil millones), mientras que Rionegro aportaría 2 mil (multipliquen también por mil millones). Lo quiso mostrar como una gran ventaja, porque esos recursos se podrían destinar a la ampliación de la vía actual y a la construcción de una variante que conectara con La Ceja y Rionegro. Se olvida que, en su misma lógica, habría otros seis municipios “subdesarrollados” contando con esa plata. Y que nadie le puede garantizar a La Unión, ni a San Vicente, ni a El Santuario, ni a El Carmen de Viboral… que los proyectos que priorice la junta metropolitana o el alcalde metropolitano se construyan en ese municipio. El que pone la plata, pone las condiciones.
Volviendo con la historia de la expansión modernista norteamericana en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, en esa época economistas y planificadores (tecnócratas) realizaron diagnósticos de las economías y sistemas productivos latinoamericanos. Dijeron que estos países debían industrializarse y crecer urbanísticamente hablando, y abandonar su cultura, sus tradiciones, su arraigo por la tierra, sus identidades históricas y abrazar el perfil de la sociedad moderna. El anzuelo que utilizaron los gobiernos de Estados Unidos fue el de la “cooperación al desarrollo” —entiéndase, dinero para cumplir con las recetas modernizantes— y créditos por parte de sus bancos.
Los gobiernos de los países latinoamericanos, que se asumieron como “subdesarrollados”, no tuvieron opción y cayeron en las manos de los intereses imperialistas de los Estados Unidos. Y se vieron arrastrados a un “desarrollismo urbanizador” que, en lugar de promover un desarrollo humano integral, sustentable y promotor de las identidades territoriales, ha ocasionado décadas marcadas por la desigualdad social, los desequilibrios territoriales, la destrucción de los valores culturales de los pueblos, la violación de los derechos humanos, la pérdida de autonomía y soberanía, la fragmentación social y territorial. Todo porque el que pone la plata, pone las condiciones.
* Docente universitario
*Las opiniones expresadas en esta columna de opinión son de exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de La Prensa Oriente