Felipe Osorio Vergara
Casonas coloniales de teja de barro y tapia, con paredes blancas y combinadas en sus zócalos, portones, contraportones, ventanas y aleros con dos colores complementarios que resaltan con la blancura de la pared y el verde de las montañas de fondo. Así es Abejorral, el primer municipio en orden alfabético de Colombia y declarado Bien de Interés Cultural de la Nación por conservar su arquitectura típica de la colonización antioqueña.
Abejorral debe su nombre, de acuerdo con lo que narran varios pobladores, a que existían muchos panales de abejorros y abejas en su territorio, principalmente en la zona cercana a la quebrada Las Yeguas. Por tanto, una de las primeras expresiones dichas por quienes lo poblaron fue: ¡Qué abejorral! Esta localidad a 2.200 metros de altura tiene el apelativo de ser la “Tierra de los cien señores” a raíz de que “ha sido uno de los municipios que ha dado a la República una de las más caudalosas nóminas de hombres ilustres”, como se lee en las Monografías de Antioquia de 1941. También es llamada la “Ciudad Astillero” y la “Popayán antioqueña” por la belleza y blancura de su centro histórico.
Desde la llegada de los españoles hasta principios del siglo XVIII, el territorio de Abejorral permaneció despoblado, pues los indígenas Armas que lo habitaban vivieron un colapso demográfico debido a las enfermedades y la violencia que padecieron durante la Conquista. En 1760, un español de nombre Felipe Villegas comenzó a buscar minas de oro y plata en las por entonces deshabitadas tierras abejorraleñas. Para 1808 ya se contaba con una capilla consagrada a Nuestra Señora del Carmen y más de 1300 colonos que habían llegado atraídos por las minas, historias de guacas y por la posibilidad de despejar monte para tener sus propias parcelas de cultivo. Fue una de las primeras oleadas de la Colonización antioqueña. Existe una discrepancia sobre la fecha de fundación del pueblo: para muchos es 1808, año en el cual se erigió el curato de Nuestra Señora del Carmen de Abejorral, mientras que para otros el pueblo nació en 1812, año en el que se abrieron los libros parroquiales.
Desde su fundación, Abejorral fue punto de partida y paso obligado de huestes de colonos que iban hacia el sur. De hecho, muchas poblaciones del Viejo Caldas y norte del Tolima y Valle fueron fundadas por abejorraleños.
En este rincón del Oriente de Antioquia viven 17.600 personas de acuerdo con el último Censo del Dane. El 60 % de la población vive dispersa en las 64 veredas y dos corregimientos con que cuenta el municipio en sus 491 kilómetros cuadrados de extensión.
Abejorral cuenta con varias rutas que lo comunican con localidades vecinas, sin embargo, solo la vía Abejorral- Colmenas-La Ceja está pavimentada. Las carreteras que lo conectan con La Unión (por el corregimiento de Mesopotamia), Sonsón, Santa Bárbara, Montebello y Aguadas (Caldas) están destapadas y corresponden a vías terciarias y veredales.
Abejorral se asienta en un ramal de la cordillera Central, lo que le da un paisaje quebrado y le permite tener tres pisos térmicos: frío, templado y cálido. Este pueblo al suroriente de Antioquia está rodeado por el río Aures, Buey y Arma, lo que sumado con alrededor de 84 quebradas secundarias hacen a Abejorral una fábrica de agua, pero también una despensa para todo tipo de productos agrícolas gracias a su variada altitud, a la fertilidad de sus suelos y a su riqueza hídrica.
En la parte templada, en límites con el departamento de Caldas y el Suroeste antioqueño, se concentra la producción cafetera del municipio, que, con más de 3500 hectáreas productivas según la Alcaldía municipal, es el principal productor de café del Oriente de Antioquia, siendo esta la base de su economía. Por otra parte, la leche, con una producción cercana a los 60 mil litros diarios de acuerdo con datos de la Alcaldía, es el segundo renglón de su economía, mayoritariamente en la zona fría que se ubica al oriente del municipio, cercana al corregimiento unitense de Mesopotamia. Sin embargo, en la última década el aguacate tipo exportación ha tomado fuerza y se perfila como uno de los cultivos que más pueden jalonar la economía local. De hecho, Abejorral cuenta con 707 hectáreas sembradas con aguacate hass y es el cuarto municipio de Antioquia con mayor cantidad de predios certificados en buenas prácticas agrícolas en este cultivo.
La cabecera de Abejorral se levanta sobre un valle levemente empinado en dirección oriente-occidente y custodiado por San Vicente, cerro tutelar del municipio. El centro histórico fue delimitado por el Ministerio de Cultura a través de la Resolución 3078 de 2015 y corresponde a 63 manzanas y 1335 predios, uno de los más extensos del país. En él se encuentra un trazado en damero (en cuadrícula) y viviendas con más de 150 años de antigüedad. La declaratoria como Bien de Interés Cultural se tiene desde 2002 mediante la Resolución 619 del 11 de abril de ese año. “Originalmente las casitas eran de paja y se ubicaban cerca al cementerio, porque allí fue donde nació el pueblo”, señala César Fernández, un abejorraleño apasionado por la historia local.
A diferencia de los pueblos fundados en el Suroeste antioqueño y Eje Cafetero durante la colonización antioqueña, que cuentan con casas coloridas, contrastes fuertes y combinaciones de varios colores (como Jericó, Jardín, Salento o Filandia), en Abejorral se desarrollaron combinaciones a dos colores y con menos contrastes. Para mantener la armonía del pueblo y su valor patrimonial, las fachadas de las casas son pintadas de blanco a base de cal o, en su defecto, de colores pasteles. Para zócalos, puertas, ventanas, balcones o aleros está reservado el color madera, el azul cielo, el verde máquina, el rojo o el naranja. Los zócalos son de cemento y en ocasiones tienen dibujadas formas o figuras geométricas, la estructura de las casas es en bahareque, mientras que los techos son de teja de barro por fuera, y cañabrava por dentro. “En este momento la gente está aprendiendo a valorar las casas patrimoniales, antes no tanto, pero ahora sí aprendieron que hay que seguir conservando el patrimonio. Por ejemplo, cuando arreglan las casas hacen que mantenga la arquitectura tradicional”. Sostiene Nora Gutiérrez, nacida y criada en Abejorral.
Si bien, el patrimonio de Abejorral y también su principal atractivo cultural es su centro histórico con sus casonas centenarias, existe un evidente deterioro en varias propiedades, algunas, incluso, están sin techo y se están desmoronando de a poco. Para Dorany Palacio, empleada de un hostal y promotora de turismo en el municipio: “en Abejorral estamos muy divididos porque para muchas personas el progreso depende, netamente, de que las casas viejas se tumben y se construyan apartamentos o almacenes, mientras que para otros el progreso está en cuidar el patrimonio y poder mostrárselo a la gente de afuera, para así atraer el turismo”.
Sobre el turismo, cabe resaltar que el municipio apenas está incursionando en esta actividad. “Turísticamente Abejorral apenas está iniciando, pero tiene mucho potencial” dice Palacio. Además del centro histórico y el amplio parque principal, dotado con fuente y presidido por la iglesia Nuestra Señora del Carmen, el área rural también ofrece una variada oferta de sitios de interés. “Abejorral cuenta con 20 rutas de caminantes registradas, con la Casa en el árbol y la Casa en el aire, el Salto del río Aures y el parador de Los Chorritos”, cuenta Yaneth Ríos, oriunda de la vereda El Caunzal y propietaria de un negocio en el parque principal. El excursionismo, paisajismo, senderismo nocturno, parapente y caminatas ecológicas también son actividades en auge. Incluso, el municipio fue escogido para ser la sede del vigésimo Encuentro Nacional de Caminantes en 2021 y en la vereda El Volcán, al sureste del casco urbano, se tiene el proyecto de crear el columpio más alto del mundo. Las Fiestas del Arco, que cada octubre tienen lugar en el municipio, también son un importante atractivo cultural e histórico. Esta celebración, aunque ya no es religiosa, tiene su origen en la festividad católica del Corpus Christi, cuando los campesinos elaboraban arcos en guadua y los decoraban con flores, ramas, madera y hojas que daban como ofrenda para los altares.
Tal vez lo más característico del pueblo es su calidad humana; tanto así que existe un lema que dice: «no venga a Abejorral porque se queda». En diciembre es cuando se evidencia la unión de los abejorraleños, su sentido de pertenencia y su religiosidad. “La gente es muy religiosa, muy católica. En Navidad acostumbran hacer concursos en los barrios: el mejor alumbrado, el mejor pesebre, la cuadra más decorada”, comenta Ríos.
Abejorral es un municipio que por su rica historia y por conservar su arquitectura típica, parece anclado al pasado. Si no fuera por los postes de energía eléctrica, las chivas y las antenas de telecomunicaciones, parecería un poblado antioqueño de finales del siglo XIX. En él convergen la modernidad con las tradiciones y el patrimonio; es una combinación fascinante que merece la pena explorar. Antaño, Abejorral fue punto de llegada y de partida para oleadas de colonos que buscaban un mejor provenir, mientras que en la actualidad recibe oleadas de turistas que ven en el municipio tranquilidad, bellos paisajes, amabilidad y riqueza histórica y cultural. “En estos momentos están viniendo muchos turistas. Anteriormente no, pero ahora llegan turistas casi a diario, y los fines de semana aumentan más”, confirma Nora Gutiérrez. Así, los abejorraleños tienen la tarea de prepararse para el turismo y convertirlo en una mina de la que salgan fuentes de empleo y oportunidades, pero, sobre todo, deben velar por conservar el patrimonio histórico, restaurar las casonas coloniales, y proteger las áreas naturales de su municipio. Como destacó Dorany Palacio, Abejorral es, en esencia, “un pueblo mágico de Latinoamérica”.