Especial para La Prensa Oriente
Julio César Jaraba Echavarría
El conflicto armado en Colombia deja un saldo de proporciones bíblicas: más de nueve millones, de las cuales por lo menos medio millón –otros hablan de 800.000- que perdieron la vida. Nueve de cada 10 víctimas eran civiles, en su mayoría habitantes del sector rural. En la guerra las poblaciones rurales no solo perdieron la vida sino la tierra y han tenido que luchar sin descanso para ser incluidas en el programa de restitución.
Esta no es una guerra entre combatientes sino una en la que las armas apuntaron contra seres humanos en estado de indefensión. Los datos recogidos por la Comisión de la Verdad, creada en cumplimiento del Acuerdo de Paz entre el gobierno y las Farc, arrojan que fue una guerra de violencia selectiva, en la que primó la racionalidad de destruir los apoyos de la contraparte. En consecuencia, el campo del “enemigo” se ensanchó a lo largo de los años a tal punto que, en el clímax de la confrontación, se arrasaron pueblos enteros, según se anota en el informe que fue presentado el pasado 28 de julio por el presidente de la comisión, padre Francisco de Roux Rengifo.
El Informe Final consta de 10 libros, en los cuales se registran los principales hallazgos, reflexiones y recomendaciones para sentar las bases de un futuro en reconciliación. Todo esto, luego de un ejercicio de escucha plural, participativa y voluntaria en todo el territorio nacional. El primero, “No matarás”, es un relato histórico de la violencia en Colombia, iniciando con las confrontaciones entre liberales y conservadores y la aparición de la guerra de guerrillas luego del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948.
Este relato histórico del conflicto armado en Colombia, busca reconocer que la violencia responde a múltiples factores y no a la naturaleza de nuestra sociedad. Esto permite mirar al pasado, examinarnos, ofrecer un contexto y actuar de cara al futuro. No matarás es un alto en el camino que clama por considerar la vida como un pilar básico, sacralizarla e instaurar un tabú sobre la muerte.
Indica el informe que más allá de la destrucción física, la larga guerra dejó una herida que sigue abierta en el alma colectiva. El miedo, el odio, la venganza, la rabia, el resentimiento, el señalamiento y la deshumanización, han lesionado la vida comunitaria y la confianza entre prójimos.
Los Acuerdos de Paz han incluido alguna medida de reforma agraria que no se ha cumplido o se ha cumplido parcialmente. En los años sesenta se intentó la reforma agraria en los gobiernos liberales, con resultados parciales. La Constitución de 1991 abrió el espacio para que los indígenas y afros recuperaran sus derechos a la tierra y la ley 160 de 1994 abrió la posibilidad de las zonas de reserva campesina, pero los territorios étnicos fueron invadidos por la guerra y las economías ilícitas, mientras que las zonas de reserva fueron estigmatizadas como “repúblicas independientes”.
El conflicto en el Oriente antioqueño
Después de la presentación del Informe Final, la Comisión de la Verdad lo ha venido socializando en diferentes regiones, con organizaciones, instituciones, movimientos sociales, víctimas, jóvenes, decisores políticos, entre otros, como se hizo en un conversatorio que tuvo lugar en la Universidad Católica de Oriente, promovido por el Pacto por la construcción de paz territorial en el Oriente antioqueño, donde las Comisionadas Lucía Victoria González y Marta Ruiz Naranjo, expusieron los principales hallazgos y recomendaciones para sentar las bases de un futuro de reconciliación. Allí, el presidente de la Corporación Prodepaz, Pbro. Óscar Maya, firmó un pronunciamiento de la sociedad civil del Oriente antioqueño, entregado a la Comisión de la Verdad, en nombre de la Secretaría Técnica del Pacto por la Construcción de Paz Territorial, expresando el compromiso explícito con la paz y la defensa de los derechos humanos en la región.
El informe final de la comisión, en su relato histórico, incluye al Oriente antioqueño como escenario de la intensificación de la guerra en Antioquia, recordando que las FARC, con los Frentes 9 y 47, y el ELN, con el Frente Carlos Alirio Buitrago, hicieron presencia en el Oriente antioqueño desde la década de 1980. El ELN fue el primer grupo en establecer trabajo político, especialmente en la zona de Embalses y las FARC, que disponían de mayor capacidad de confrontación bélica, posicionaron campamentos en la zona de Páramos y desarrollaron acciones contra la fuerza pública y asesinaron población civil que la guerrilla señalaba de tener vínculos con grupos paramilitares.
La subregión del Oriente fue el escenario de la más cruenta guerra en la década de 1990. Por su importancia económica y estratégica, la zona se convirtió en un territorio apetecido por los grupos armados. La presencia del ELN y las FARC, junto con la llegada de bloques paramilitares de las autodefensas, como el bloque Metro, Cacique Nutibara y Héroes de Granada y de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio, dejaron a la población civil a merced del fuego cruzado.
Las FARC, según lo establecido en su plan estratégico y en la Octava Conferencia, se concentró en las zonas cercanas a la autopista Medellín- Bogotá, territorio que compartieron con el ELN. El Oriente, además de ser de mucha importancia por los proyectos minero-energéticos y su conexión con Medellín, también ha tenido una amplia tradición alrededor de las movilizaciones sociales y las luchas políticas, con movimientos cívicos y juntas de acción comunal organizadas y críticas frente a los modelos de desarrollo. Esto hizo que las FARC pensaran en este territorio como un buen escenario para expandir su acción y lograr sus objetivos y por eso desplegaron hacia allí comandantes provenientes de Urabá, Córdoba y el Magdalena Medio.
Según el informe sobre El conflicto armado en el Oriente antioqueño, presentado a la comisión, a partir de 1997 aumentaron las acciones unilaterales de los Frentes 9 y 47, con una breve disminución entre 1999 y el 2001. Las fuertes disputas territoriales entre las FARC y el ELN, intensificaron las violencias, aunque también lo hicieron los enfrentamientos entre los frentes, el ejército y los bloques paramilitares que actuaban en la región.
De acuerdo con dicho informe, la arremetida militar de las FARC se enfocó en tomas guerrilleras y el saboteo de los procesos electorales. En 1997, el Secretariado de las FARC ordenó a todos sus frentes interferir en las elecciones locales que se harían en ese mismo año. Los comandantes de los frentes 9 y 47 emitieron un comunicado público en el cual exigían la renuncia de todos los candidatos a las alcaldías municipales del Oriente antioqueño y fueron asesinados ese año candidatos a las alcaldías de San Carlos, San Rafael, El Peñol y Guatapé, así como el presidente del Concejo de La Unión. Finalmente, los candidatos de 20 de los 23 municipios de la región renunciaron masivamente.
Desde 1997 crecieron las tomas guerrilleras en la zona de Embalses, particularmente en los municipios de San Carlos, San Rafael, San Luis y Granada, así como en la zona Páramos, en Nariño y Argelia. Estas acciones no solo demostraron la capacidad militar de las FARC, sino que «sacaron» al Estado de estos territorios y provocaron un despliegue de violencia masiva contra la población civil.
Los habitantes de la región con quienes la comisión pudo encontrarse, se preguntaban una y otra vez por qué la violencia había tocado las puertas de sus casas y de sus tierras y parece no querer irse. La respuesta no es sencilla, sigue en construcción y ha requerido una escucha de múltiples voces. Las causas de fondo del conflicto armado no han sido solucionadas: persiste la pobreza, la inequidad y una presencia muy desigual del Estado en los territorios.
Los hechos y actores descritos en el informe, parecerían indicar que se ha entrado en una nueva fase del conflicto armado interno. El conflicto, que al comienzo era en esencia político, pues buscaba ampliar las bases de la democracia y la participación de grupos sociales amplios en el diseño y el control del Estado, ha derivado en una violencia colectiva, criminal y aparentemente despolitizada.
*Imágenes, fotografía e ilustraciones Comisión de la Verdad