Por: María Isabel Moreno Carmona
A principios de los años setenta, con todos los bríos de la juventud, llegó a La Ceja del Tambo, un municipio inserto entre el verde eterno de las montañas antioqueñas, Hernán Hugo Martínez Vergara. El pueblo, su tradición y su gente, colmó el corazón de aquel hombre con un profundo sentido de pertenencia y amor por la comunidad, tal y como lo relatan muchas personas que tuvieron la oportunidad de cruzarse por su camino polifacético.
Allí conoció a su esposa, María Elena López Marulanda, con quien tuvo dos hijos: Anny Yamile, una mujer amante del trabajo social, y Simón, un diácono de la familia salesiana.
Don Hugo, quien se ve en las últimas fotografías con el bigote recortado y el cabello marcado con el tinte de los años, nació el 31 de octubre de 1949 en San Andrés de Cuerquia, localidad situada en la zona norte de Antioquia. Y falleció el 16 de octubre de 2019 por complicaciones en su salud a causa de un accidente de tránsito.
En su época de infancia y adolescencia fue barbero, zapatero, sacristán y músico. Más adelante, el hombre afinó sus gustos artísticos, culturales y cívicos, y se destacó por ejercer diferentes oficios: fue trovador, poeta, maestro de ceremonias, locutor, historiador, periodista, cantante, presentador y animador de eventos tales como Las Fiestas del Toldo, las Bicicletas y las Flores — donde exclamaba una frase de su autoría con la fina voz gruesa que lo caracterizaba, “Donde hay flores, hay amor. La Ceja, pueblito en flor” —. Asimismo, estuvo inmerso en el mundo de la política desde su concepción de servicio, y fue un reconocido líder social y comunitario a partir de 1987. Además, en el municipio se desempeñó como empleado en la Caja de Crédito Agrario, y llegó a ser jefe de archivos.
Aunque sus orígenes son cuerqueños, don Hugo sintió, con orgullo y vehemencia, los aires de las tierras cejeñas. “No hay un cejeño que haya querido más al municipio como Hernán Hugo Martínez Vergara. Cantaba el himno con todo el vigor y calidad humana que lo distinguía, se sabía la historia de La Ceja desde muchas generaciones atrás, y por eso llegó a ser tan querido (…). Cualquier homenaje que se haga en su nombre queda corto para todo lo que Hugo hizo por La Ceja”, resalta Reinaldo Toro, amigo y colega en lo que fue su paso por la locución.
Su recorrido como líder comunal fue extenso, así lo expone él mismo en la hoja de vida que su familia guarda como memoria inmortal — al igual que otros archivos: fotografías, diplomas, certificados, cartas (…) que representan una viva muestra de cada faceta suya —. La hoja con sus palabras indica que tuvo acceso a la organización comunal a través de la JAC (Junta de Acción Comunal) del barrio María Auxiliadora y la ASOCOMUNAL de La Ceja.
“Recuerdo a don Hugo Martínez como un hombre supremamente cívico. Era un comunal de los que llevaba la esencia propia de la vida comunitaria. Enarbolaba siempre las banderas del ejercicio comunitario, ejercía un gran liderazgo y representatividad muy importante en el municipio, la región y el departamento. Se convertía en un hombre insignia de lo que constituía siempre su carácter solidario. Era un hombre con un buen sentido del humor, amigable, humilde, familiar … Recuerdo mucho los encuentros, siempre era quien le ponía una pizca de dinamismo, simpatía y espontaneidad”, cuenta el expresidente de la Federación Comunal de Antioquia y alcalde de Marinilla, Gildardo Hurtado.
Hernán Hugo, quien además era un fiel católico, participó en los Encuentros Comunales Subregionales del Oriente Antioqueño en La Ceja, El Santuario, Guarne y Marinilla, y en el XXIV Congreso Nacional Comunal en Medellín, llevado a cabo en noviembre del 2014, “en el cual se me dio la oportunidad de ser moderador de la Mesa de trabajo sobre las juntas de acción comunal y el reto frente a las TIC, de la cual tomaron parte trescientos comunales de diferentes zonas del país”, apuntaba el hombre de tez morena en una especie de autoperfil.
“Con Hugo recorrimos todo el departamento, durante los diez últimos años, promoviendo la participación, fortaleciendo la organización comunal, difundiendo sus alcances y la forma de seguirla consolidando como el más importante actor y aliado para promover el desarrollo comunitario”, expresa Libardo Aristizábal, amigo y testigo de su liderazgo.
Del mismo modo, en La Ceja, fue representante de dicha organización en la Red Comunal del Suroriente Antioqueño, y estuvo activo en Las Asambleas de la Fedecantioquia (Federación Comunal de Antioquia), donde fue delegado y conciliador. Igualmente, se capacitó como formador de formadores.
Y, en la Asocomunal, con la Dirección de Desarrollo Comunitario de la localidad, fue el movilizador de la voluntad de representantes y delegados de las organizaciones comunitarias, comunales y cívicas del pueblo cejeño para recibir la capacitación para la conformación del Consejo Municipal de Participación Ciudadana y Control Social, y la certificación de los integrantes por parte de la Universidad de Medellín y la Gobernación de Antioquia. Pretendía, a través del concejo, lograr la obtención de un diplomado en Control Social a la Gestión Pública con la ESAP (Escuela Superior de Administración Pública) y la Controlaría General de la República. Finalmente cumplió su cometido con cuarenta personas que recibieron el diplomado.
“Siempre estuvo preocupado por la interacción y por la conservación de la cultura, memoria y tradición cejeña. Trató siempre de acompañar, visibilizar y tener vigente todo en torno a las distintas juntas de acción comunal. Fue un gran artífice de lo que, en la administración anterior, se conocía como la política pública comunal. Luchó e insistió para el ejercicio de tener una sede propia”, afirma Andrés Felipe Arias Montoya, presidente de la JAC de la vereda San Miguel y directivo en la Asocomunal de La Ceja.
Este último hecho mencionado por Andrés, hoy es una realidad —la sede se inauguró el pasado 30 de enero, y lleva su nombre, así como la unidad deportiva del barrio Maria Auxiliadora— y de la misma manera es recordado por Leopoldo Botero, otro de sus buenos amigos. “Compartiendo temas políticos, de proyección para los comunales, soñaba con una sede, un espacio para que se reunieran los presidentes de las juntas de acción. También, me decía que el trabajo social que hacíamos nacía con el ser humano, y que no todos estaban preparados para cumplir tal misión”.
Por otra parte, su familia lo recuerda con el corazón inundado de una mezcla de gozo y nostalgia. “Mi papá, realmente, fue un líder en todas las facetas que lo acompañaron a lo largo de su vida”, expresa Anny Martínez. “A mis hijos les dejó una gran herencia: el servicio y el gusto por el trabajo social”, asegura María Elena, su esposa. “Para mí, mi padre encontró en el liderazgo social la forma de llevar a plenitud su proyecto de vida. En mi familia, mi papá fue una persona ejemplar, la capacidad de servir de forma desinteresada fue su mejor herencia”, concluye, con un tono de voz reflexivo, su hijo menor, Simón.
Don Hugo es recordado con orgullo por todos sus seres queridos y gran parte de la comunidad cejeña, por la cual varios declaran que “nunca escatimó ningún esfuerzo”, como él mismo decía, “Todo ha sido muy satisfactorio, porque siempre me ha gustado el trabajo con la comunidad, disfrutando de sus logros y éxitos, así como aprendiendo de las dificultades, y compartiendo con los miembros de la organización comunal tanto de la zona urbana como rural: ¡Comunales somos todos!”.