Por: Santiago Gómez Vallejo * santiagomezv@gmail.com
La crisis que se vive actualmente en Colombia y el mundo por la pandemia del Covid-19, ha evidenciado una serie de problemáticas presentes en nuestra sociedad, como por ejemplo, la frágil economía y la necesidad de fortalecer nuestro sistema alimentario. Por esta razón estamos en un momento histórico para pensarnos el desarrollo desde una óptica local y apostarle al crecimiento agrario de nuestro territorio.
Debemos aprovechar esta coyuntura global para poner en el debate público la importancia de la soberanía alimentaria, concepto que desarrolla la idea de que cada pueblo pueda definir sus políticas agrícolas, basadas en aspectos como la necesidad nutricional, cultural y económica. La soberanía alimentaria pretende generar una seguridad alimentaria y nutricional, esto es, la generación de alimentos para suplir la demanda de toda la comunidad y garantizar su acceso.
Para esto, es necesario promover el consumo local frente a lo importado, implementar una reforma agrícola, con más políticas de inversión y tecnificación para el campo, y la búsqueda de estrategias que permitan reducir la carga tributaria a los pequeños y medianos productores.
Ahora bien, la construcción de una soberanía alimentaria tiene que enfocarse también en la producción limpia de agroquímicos; según la FAO (La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) uno de los principales retos que tiene la producción agrícola en la actualidad es la de proveer alimentos saludables, esto no solamente presenta un avance en materia de salud pública, sino también en cuanto a la conservación y recuperación de la tierra luego de una cosecha.
Sin embargo, los procesos técnicos y a gran escala no son la única forma de fomentar la seguridad alimentaria, ya que la participación de la ciudadanía, en general, con la implementación de huertas caseras, aporta significativamente a la eliminación del hambre y ayuda a generar respeto por la labor campesina.
En Marinilla tenemos ejemplos de huertas comunales. En Rionegro, varias instituciones educativas generan alimentos y cada día son más las personas que siembran y cultivan sus propios alimentos.
Así pues, las huertas caseras son excelentes estrategias de sostenibilidad alimentaria y pueden realizarse desde diferentes escenarios, como la huerta escolar, las huertas comunales y las huertas en centros de reclusión, que pueden servir para solventar la demanda de alimentos para internos.
Generar estos procesos de sostenibilidad alimentaria revitalizaría nuestra economía y disminuiría la dependencia extranjera de productos que pueden ser cultivados localmente. Ahora bien, esto traería además notables beneficios frente al medio ambiente, pues una de las principales consecuencias de la dependencia extranjera a determinados productos es la huella de carbono generada por su transporte, así mismo, los desperdicios plásticos en la producción y empaque serían reducidos considerablemente.
Es necesario mencionar que, en Colombia, una amplia mayoría de la sociedad sobrevive del día a día, y esto, indudablemente va a generar desacatos a las medidas de contingencia, pues es generalizada la idea de que es más digno morir por un virus, que por hambre, y en un país donde la informalidad laboral abunda, el no salir un día al “rebusque”, puede significar la falta de alimentos.
Por esto, en crisis como la que actualmente vivimos, evidenciamos la urgente necesidad de generar soberanía y seguridad alimentaria en nuestro país, principalmente para todas las familias que sobreviven día a día.
* Estudiante de Derecho Universidad Católica de Oriente, UCO
*Las opiniones expresadas en esta columna de opinión son de exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de La Prensa Oriente