Un mes para las victimas
En abril el País recuerda los miles de asesinatos, desplazamientos y dolor que sufrieron miles de familias en el marco del conflicto armado. Este artículo de Alonso Cardona Arango recopila información sensible sobre los acontecimientos que enlutaron localidades en el Oriente antioqueño.
Alonso Cardona Arango, Universidad de los Andes 2013
El cuadro es el siguiente: entre los años 1985 y 2012 en el Oriente de Antioquia, una subregión formada por 23 municipios y con escasos 540.195 habitantes, fueron asesinados 14.997 seres humanos por razón del conflicto armado, y otras 145.467 personas, ¡más de la cuarta parte de su población! – hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos y ancianas – fueron desterrados de su lugar de vida. Independientemente del juicio en torno a los autores materiales e intelectuales y de sus responsabilidades o ideologías con que se justifique, esta realidad configura una matanza, un crimen de guerra en el marco de una guerra civil fundamentada en razones políticas, pues se trata de la ejecución sin formula de juicio de miles de civiles inermes algunos de los cuales podrían ser simpatizantes o prestar servicios de apoyo a los actores armados y hacer parte de las hostilidades pero no eran militares en combate. Mataron un número de personas equivalente a toda la población de El Peñol o Nariño o Cocorná o San Carlos. Y el destierro, realizado para separar a los actores armados de la población y preparar el campo para la batalla entre ejércitos, trasladó a la población principalmente rural los enormes costos de lo que hubiera podido ser una evacuación humanitaria ordenada del territorio. Ese destierro significó infinitos sufrimientos para las familias y personas, la ruptura de todo su tejido social, el empobrecimiento por pérdida del trabajo y de parte de sus cultivos y bienes, días o años de angustia, desempleo, incertidumbre, desarraigo, sentimiento de pérdida de la dignidad y segregación social. El éxodo que ocurrió en el Oriente es como si de Bogotá hubieran sido expulsados, súbitamente y abandonando todos sus enseres y labores, dos millones de personas a razón de ciento cincuenta mil por año. Y esa cantidad de desterrados no incluye a miles de hogares que silenciosamente y sin registro oficial alguno abandonaron sus residencias.
Todo el horror de la matanza puede verse en el Cuadro 1 sobre las personas asesinadas en el Oriente en cada municipio y sumados por zona, Páramo, Bosques, Embalses y Altiplano, una división territorial interna de la subregión. Es una realidad dantesca.
Obsérvese que con excepción de Alejandría, Concepción, El Peñol, Guatapé, El Retiro y La Unión en todos los demás fueron asesinadas más de 150 personas durante el período contemplado llegando a más de mil en San Carlos, Rionegro, La Ceja, Granada, Cocorná y Argelia; entre ochocientas y mil en Sonsón, San Rafael, El Carmen y El Santuario, para individualizar los municipios donde se presentaron situaciones extremas. Granada, fue el municipio más martirizado cuando se examina la tasa de homicidios, allí mataron seis veces más personas que en el promedio del Oriente y le siguen Argelia, San Francisco y San Carlos con una tasa de homicidios tres veces mayor que la del promedio; en Cocorná, San Luis y San Rafael fue dos veces mayor. Como zonas proporcionalmente sufrieron más en Bosques y mucho menos en Altiplano.
Hay que tener en cuenta que según la red nacional de información de la Unidad de Atención y Reparación Integral a las Víctimas – UARIV, a este estremecedor cuadro hay que agregarle que al 2012 aún permanecían 1.777 personas desaparecidas, una tercera parte de ellas en Páramo.
Y que San Luis y Cocorná se encuentran entre los municipios donde se presentaron más secuestros entre todos los municipios del país y en el Oriente Antioqueño sucedió el 4% de todos los secuestros nacionales, ocupando el tercer lugar al lado de Cali y después de Bogotá y el Valle de Aburrá.
Y qué métodos se utilizaron para matar?: uno de ellos fue la masacre. En 87 episodios fueron asesinadas 451 personas entre 1997 y 2006, como lo muestra el siguiente cuadro.
Personas víctimas en masacres cometidas entre 1996-2006
Incursión paramilitar en el Oriente antioqueño
Ramón Isaza – que funda las AUCMM – nace como un paramilitar en estricto sentido, es decir, como auxiliar del ejército. Cuándo este cambia su estrategia de relación con los paramilitares independizándose de ellos para no comprometer al Estado con sus acciones, entonces el grupo de Isaza asume el carácter de autodefensa campesina: una organización comunitaria, dedicada al servicio comunitario, cumpliendo funciones de creación y gestión de bienes y servicios públicos, entre ellos, el esencial, la seguridad. Se crean dentro del territorio y con personas del territorio y eso va a ser determinante en su participación en la masacre y el destierro.
Por otro lado, el grupo de Doble Cero, es un exmilitar que dentro de las Autodefensas de Córdoba y Urabá se destaca por no querer comprometerse con la mafia, por su anticomunismo cerrero, es decir, su propósito antisubversivo. Doble Cero se va hacia el paramilitarismo puro, es decir, un militar que está cumpliendo desde afuera de la estructura las funciones del ejército de lucha antisubversiva. Entonces Doble Cero y el Bloque Metro no tienen gente del territorio, éste es un ejército de ocupación y, justamente, llega al Oriente cometiendo masacres.
La retoma militar del Oriente por parte de las fuerzas militares y paramilitares generó la más alta intensidad del conflicto. Fue un proceso que se produjo a lo largo de cinco años 1998-2002 y que se fue intensificando paulatinamente con un especial modus operandi. Las primeras acciones paramilitares se produjeron por parte de las AUCMM (Autodefensa Campesina del Magdalena Medio) liderada por Ramón Isaza y MacGiver, que ejercían influencia en la zona Bosques principalmente y Páramo. Las acciones paramilitares realizadas en Altiplano y Embalses estuvieron inicialmente ejecutadas por fuerzas que entraban y salían del territorio y no tenían asiento permanente. En 1997/98 comienza a establecer una fuerza que inicialmente era de las ACCU y luego tomó la identidad específica del Bloque Metro de las Autodefensas.
Las AUC ya habían condenado a muerte a las personas que voluntariamente apoyen a la guerrilla. En efecto, el 26 de noviembre de 1996 circuló esta amenaza en Urabá: “Desafiamos a las FARC a una Guerra frontal entre combatientes sin involucrar población civil. Quedando aclarado que no consideramos población civil al margen del conflicto a personas que voluntariamente presten servicios a las FARC, tales como: suministro de víveres, drogas, alimentación, etc.; dar albergue en sus casas a guerrilleros; suministro de información y cualquier tipo de apoyo logístico a la guerrilla”
El asunto es que todo control territorial de un grupo armado implica, objetivamente, someter a todos los habitantes del territorio y ponerlos a su servicio voluntario o involuntario. Todos los habitantes de un territorio controlado cumplen una función logística grande o pequeña para el controlador. Los guerrilleros pasan y piden servicios y nadie puede negarse porque en un territorio así el poder lo tiene quien tenga las armas. Las redes logísticas de apoyo a un grupo armado que domina un territorio son todos los habitantes, el que no se someta no puede residir en ese territorio; y “el que tiene las armas es el que manda” lo repiten todos los habitantes de los territorios que han sido controlados por actores armados, incluso los del Estado.
Los paramilitares llegaron al Oriente con una caracterización del ELN: “Los hombres del ELN no se encontraban preparados para el combate; muchos guerrilleros no estaban bien entrenados. Desde el punto de vista militar, el ELN era un mito, y su poder, solo terrorismo (…) Cuando estos guerrilleros de relleno sintieron la presión de la autodefensa, las deserciones de subversivos en la zona rural fueron masivas”.
Pero también tenían definida una estrategia: “Más que quitarle el agua al pez, como decía Mao, se debe asfixiarlo. Si mantienes a la subversión en el monte y no hay quien le proporcione dinero y comida se tornará miserable. De tal manera Carlos Castaño venció al EPL y a las FARC en Urabá”.
2.2.3.1 Los anuncios
En 1997 y 1998 se empezaron a hacer anuncios públicos de que se iban a tomar el territorio. “campesinos aléjense de la guerrilla, guerrilleros, o ustedes o nosotros; la guerra sin cuartel está comenzando” decía un volante del Bloque Metro. Lanzan amenazas de muerte o destierro. “ACCU: Muerte a sapos y colaboradores de la guerrilla” (11 de diciembre de 1997 en San Carlos). Estas amenazas se extienden a todos los municipios de la región por diferentes métodos, incluso el de avioneta que lanza volantes.
Los anuncios tienen objetivos políticos y militares. El primero consiste en difundir la imagen de enemigo que se extiende a los guerrilleros y a todos sus colaboradores y a todos quienes tienen o tuvieron algo que ver con la guerrilla, que, cuando una fuerza es hegemónica en un territorio, implica a casi toda la población. Esto es independiente del grado de simpatía o antipatía que despierte la ideología del grupo armado, la cual tiende a ser compartida por la gran parte de la población porque es la expresión de los excluidos y de sus sentimientos. Lo que la guerrilla hace es convertir ese descontento de la población en simpatía por su acción militar contra el Estado y los sectores sociales de más altos ingresos. Lo decía Álvaro Uribe visitando a la población de Ituango recién tomada por la guerrilla: “el gobernador reconoció las múltiples carencias que en el desarrollo de la infraestructura vial, servicios públicos, salud y educación tenía la comunidad, situación que podría llevar a justificar la presencia guerrillera como una forma de reivindicación de los intereses populares” Los anuncios de recuperación del territorio se realizan desde todas partes, desde entidades y personajes públicos, privados, legales e ilegales, mediante un gigantesco dispositivo de comunicación porque se trata de movilizar ese instrumento cultural que es la imagen de enemigo que define el blanco. Para producir y justificar socialmente la matanza y el destierro no se necesitan solo armas y combatientes sino la producción de un blanco. “Para matar hay que matar dos veces, el cuerpo a tiros y a la persona, tapándola con el blanco, con la imagen de enemigo. Antes de disparar se pone el blanco y antes de matar al cuerpo, se tapa la cara del ser humano con la imagen de enemigo que le condena y le hace, además de peligroso, desechable”.
El segundo objetivo del despliegue publicitario anunciando la retoma del territorio es militar. Consiste en enfrentar a la guerrilla con su propia base social porque los habitantes del territorio ocupado buscarán hacer saber que no están implicados y el actor armado, para garantizar la seguridad, comenzará a tomar medidas restrictivas contra su población para impedirle cualquier contacto con el enemigo que pudiera ser utilizado por este. Se restringen la movilidad, la comunicación, la libertad de actuación y se daña la relación de la fuerza con la comunidad de base. E incluso comienzan las ejecuciones de amigos por sospecha de contactos con el enemigo.
2.2.3.2 La segunda fase fue la penetración de las fuerzas paramilitares hacia los cascos urbanos.
Para llegar y controlar los 23 cascos urbanos los grupos paramilitares se demoraron cuatro años (1998-2001), aunque al inicio de la operación realizaban acciones en cualquier municipio sin necesidad de estar asentados en ellos.
La metodología de llegada a una población para quedarse se inició normalmente por reuniones auspiciadas por el comandante militar, con los comerciantes, los transportadores y otros ciudadanos/as, ofreciéndoles las armas y el respaldo que necesiten para que se defiendan de la guerrilla (que los extorsiona, secuestra y castiga incluso con asesinatos) y gente experta en seguridad para que les ayude. La autorización gubernamental para la creación de las Asociaciones de Usuarios de Seguridad crea la cobertura adecuada. Aparece recomendado un experto en seguridad, cuadro paramilitar, que se instala en el municipio e inicia el vínculo población- paramilitares.
Las actividades realizadas en los cascos urbanos consistían, en primer lugar, en asesinar pequeños delincuentes como limpieza social como propaganda para el grupo por su eficacia en una tarea de controlar la delincuencia (ya las guerrillas lo habían realizado en algunas partes) y, en segundo lugar, en iniciar un proceso de eliminación sistemática de los miembros de las redes logísticas urbanas de las guerrillas. Tienden a hacerlo con lista en mano, generalmente confeccionadas como producto de inteligencia militar. Eran frecuentes las muertes violentas de comerciantes y transportadores que movilizaban y surtían a la guerrilla y de otros miembros de la red urbana de apoyo logístico.
2.2.3.3 La matanza en los corredores de circulación de la guerrilla
Los paramilitares combinaron estas actividades en los cascos urbanos con recorridos mortales por las vías terciarias, veredales, no muy alejadas del casco urbano por donde circulaba la guerrilla. Eran las veredas o grupos de veredas caracterizadas como guerrilleras. Los habitantes de viviendas, tiendas y fondas localizadas a la orilla de la vía eran las víctimas seguras de ejecuciones. Y también se hacían con listas preparadas por inteligencia militar o con encapuchados que, andando con el grupo paramilitar, señalaban a aquellas personas o viviendas donde los guerrilleros habían recibido hasta el más mínimo apoyo. Esos recorridos de muerte provocaban la huida masiva y apresurada de otros habitantes hacia cascos urbanos del propio o de otros municipios. El Libro 24 Negro del periodista Guillermo Zuluaga narra el asesinato de 8 campesinos en un recorrido de un grupo armado de las AUC acompañados por una persona encapuchada y con las manos atadas, ocurrido el 24 de diciembre del 2001 en una carretera veredal del municipio de San Vicente: “los armados, con la vista puesta hacia El Peñol, continuaron su paseo de la muerte por aquella desolada vía, en cuyos costados hay muchas viviendas rústicas y humildes y donde se observaban algunas torres de energía derribadas por la guerrilla no hacía mucho tiempo”. Decenas de recorridos de muerte como este ocurrieron en el Oriente entre 1998 y 2003.
2.2.3.4 El bloqueo
Con las cabeceras municipales tomadas, se inició la presión a las veredas de dos maneras: cortando los servicios básicos, prohibiendo el transporte, el ingreso de los profesores, de las brigadas médicas, el arreglo de las carreteras. Además prohibiendo a los campesinos salir a vender los productos de esa vereda o grupo de veredas. Se bloqueó completamente la prestación de servicios. Ese fue el primer paso del bloqueo.
Para acentuar el bloqueo, el segundo paso consistió en restringir la entrada de víveres a esas mismas veredas. A los tenderos se les impuso la obligación de hacer una factura con los datos identificadores y el listado de productos vendidos, con obligación de reporte al ejército; pero además cada persona que llevara un mercado tenía que guardar esa relación completa con la firma del tendero y en algunos casos con una firma de autorización del comandante militar. Además, en todas las salidas de los pueblos estaba el retén del ejército donde paraban los vehículos, bajaban los pasajeros y revisaban los mercados.
Más adelante estaba el retén paramilitar: quien llevara un par de botas de caucho, dos cajas de crema dental, tres pastas de jabón de baño o dos libras de chocolate, dos pares de pilas, lo mataban inmediatamente por estar cargando suministros para la guerrilla. Después se prohibió entrar medicamentos, aún con formula médica. Había medicamentos absolutamente prohibidos, como aquellos para detener hemorragias o infecciones. Si a una persona le encontraban un remedio para pito, complejo B, para parar hemorragias, y la penicilina para combatir infecciones, era ejecutada inmediatamente sin fórmula de juicio.
Este bloqueo produjo mucha tensión e hizo que la población tuviera que desplazarse. Enviar a alguien del hogar al pueblo era un riesgo muy alto para cualquier familia. Especialmente, los jóvenes estaban prácticamente confinados porque su vida corría altísimo riesgo. Comprar algo implicaba riesgo de muerte. Tampoco había servicios escolares, ni puesto de salud, entonces las familias con alguna capacidad económica se fueron desplazadas sin reportarse como tales porque ellos no fueron amenazados para salir, sino que lo hicieron por prevención. Los que se quedaron en las veredas caracterizadas como guerrilleras fueron asesinados. Primero a los hombres que salían al pueblo a hacer las diligencias y luego empezaron a matar a las señoras. En la época, las familias empezaron incluso a mandar a los niños al pueblo con una boletica con la lista del mercado. “Eso era uno en medio del cruce de las balas. Si el campesino salía al pueblo creían que iba a encontrarse con los ‘paracos’; y si el campesino no salía, cuando lo veían los ‘paracos’ lo mataban porque según ellos era un guerrillero escondido».
En la medida en que el bloqueo se fue agudizando, la guerrilla, con poca movilidad, va aumentando la presión sobre su propia población; al principio colabora con la población proporcionándole suministros pero cuando queda también sin víveres, empieza a depender de lo que la propia población pueda conseguir.
Los grupos guerrilleros están completamente bloqueados. Amanecen en las cañadas, sin poder siquiera encender fogones porque inmediatamente los bombardean. El ejército despliega tecnologías militar avanzada, sobre todo aérea, para detectar incluso dos o tres guerrilleros en movimiento y bombardearlos. Ante el acoso el ELN, por ejemplo, se divide por todo el territorio y en grupos muy pequeños, cuatro o cinco personas, vuelven a la pasada experiencia de la estructura de comisiones, tratando de perderse en el territorio. Las FARC se demoran más para volver a la guerra de guerrillas, porque siguen todavía con la lógica del bloque, muy pesados, con movilidad muy reducida y reciben muy duros golpes, sobre todo después de que en febrero del 2002 se rompen las negociaciones de El Caguán. No obstante, durante esta etapa (1998-2003) el blanco principal del bloqueo es el ELN y la prioridad es la recuperación territorial de la zona de Embalses (infraestructura energética) y Bosques (la autopista Medellín-Bogotá).
El bloqueo produce varios efectos: el primero es que la población empieza a sentirse muy acosada por la guerrilla y muy angustiada, muy presionada, además, por el paramilitarismo y el ejército, así que la población se distancia considerablemente de la guerrilla y esta queda desconectada. Pero además la población pasa a colaborar con el ejército y con los paramilitares, les da información sobre la familia de comandantes y empiezan a matar a los familiares el papá, el hermano, el primo, el novio, la novia de los guerrilleros.
La segunda consecuencia es una deserción muy considerable de guerrilleros que se entregan, los recibe el ejército, les saca toda la información que tengan, fundamentalmente caletas, personas, redes, logística; esta información se sistematiza, se hacen los operativos más importantes, como recuperar armamento, capturar contactos urbanos, etc., la información sobre contactos locales se la dan a los paramilitares; entonces el desertor hace un recorrido con ellos para guiar las ejecuciones de muchas personas que el guía señala.
La matanza del 1998-2003 fue principalmente de la base social del ELN y la periferia de esta, justamente por el tipo de relación que este grupo mantenía con la población, por poseer mayores vínculos con las comunidades, a las que de manera demasiado irresponsable vincularon a las hostilidades. El trabajo “político” de un grupo guerrillero es, de hecho, un trabajo militar que pone de su parte, y contra la parte contendiente, a la población. A esta altura de la confrontación, con la guerrilla – del ELN – aislada y en franca retirada, los habitantes que no fueron asesinados abandonaron masivamente sus residencias para proteger la vida.
La base social de las FARC, especialmente del frente 9, también fue brutalmente atacada en las zonas que los paramilitares se propusieron recuperar prioritariamente. San Carlos fue probablemente, el municipio más martirizado de todo el Oriente con masacres realizadas por paramilitares el 25 de Octubre de 1998, el 17 de junio de 1999, el 15 de Abril del 2000 y el 17 de mayo de 2001. Por San Rafael y San Carlos habían entrado las FARC al Oriente y en la zona de los embalses extendieron mucho su control territorial, amenazando la infraestructura eléctrica.
Hubo personas a las que no quisieron dejar salir de la zona con la convicción de que si ellos salían podrían regresar a rearmar la guerrilla, entonces la decisión era matarlos; de hecho confeccionaron listas muy largas, muy amplias de gente para matar por su relación con la guerrilla, y las demás personas fueron sometidas al desplazamiento masivo para desocupar esas zonas. La matanza fue demasiado indiscriminada y demasiado desproporcionada.