Leyendo: El olvido que seremos

El olvido que seremos

Por: Damary Cristina Herrera. Comunicación Social UCO.

Existe un lugar en el mundo, un lugar silencioso y a veces olvidado, donde las personas aún no han dejado de soñar y de reír, donde hay esperanza cada día y voluntad para vivir, aunque no haya mucho tiempo. Se trata de un lugar en el que la fuerza de la experiencia se reúne y las sonrisas desdentadas alegran los corazones, donde no existe el paso del tiempo porque no hay afán para el final. El Centro de Bienestar del Anciano San Juan Dios, ubicado en el municipio de San Vicente Ferrer, brinda sus servicios con paciencia y amor, con dedicación y respeto.

No es una tarea fácil, es complejo tratar con cuerpos cansados y mentes desgastadas por el paso de los años, pero sin duda es una labor excepcional, pues el mundo parece haber olvidado el valor de la experiencia en la sociedad.

Esta institución lleva más de cien años prestando servicio social a la comunidad sanvicentina: primero como centro de salud ––especialmente para adultos mayores, quienes albergaban allí––. Entre ellos cargan con la obligación de la casa y se cuidan el uno al otro. En 1978 el centro se constituyó como asilo San Juan de Dios gracias a la personería jurídica.

Padrinos que los acogen con amor

En este Centro, los ingresos que se reciben para sostener a 22 adultos no son muchos, pues lo que tienen que pagar las familias que los llevan allí, aunque no es un monto alto, sí demanda un compromiso que muchos no tienen, aparte de que cinco de ellos no tienen familia. Durante años se ha tenido una lucha constante para poderlos mantener y así brindarles una mejor calidad de vida. En agosto se lleva a cabo “el asilotón”, donde se hacen actividades para enriquecer el crecimiento de los adultos y para recaudar fondos por medio de cabalgatas, rifas, ventas de comida y bazares, donde la comunidad se integra y cada organización aporta su granito de arena. Entidades como la administración municipal, la empresa de transportes y quizás el más importante, es el que les brinda el hospital del municipio desde el año 2008.

Weimar Vergara, jefe de Talento Humano, nos cuenta que la institución está certificada en la parte de la responsabilidad social, en la cual tienen que hacer actividades con múltiples sectores. “De manera voluntaria, cualquier funcionario se desplaza para el centro de bienestar a hacer actividades con los adultos, además del apoyo en cuanto a la parte médica y de enfermería, como son las gasas, apósitos, vendajes y medicamentos para que los adultos mayores estén en plenas condiciones de salud. Es muy gratificante estar acompañando a estas personas, ya que, aproximadamente el 20% de ellos no tienen familia, y si la tienen su participación es poca.  Por eso nuestra labor es acogerlos como si fueran de nuestra institución”.

Otra forma de generar ingresos es la terapia ocupacional, proyecto donde los adultos realizan traperas, escobas y recogedores de forma manual para sentirse útiles, ocupar sus mentes e integrarse entre ellos mismos. 

Historias de vida escritas en trozos de papel

María Cecilia Gallo Gallo es una mujer lúcida, radiante, con una actitud positiva frente a la vida y, sobre todo, frente a los cambios. Ella, con 92 años de edad, nacida el 22 de mayo de 1926 en la vereda Piedra Gorda del municipio, deseó siempre ser religiosa, pero sus padres en esa época veían en un conocido una buena persona para ella. Y así fue, se casó a los 20 años con Ramón Antonio, con quien tuvo 12 hijos, nueve hombres y tres mujeres. “Esa fue una relación desabrida y yo no le prestaba interés, en realidad no lo amaba, y aunque él era muy cumplido con la comida, no era mucho lo que daba, ya que le gustaba jugar en máquinas y a mí me tocaba colaborarle con los gastos, rompiendo chirillas para hacer camándulas y venderlas en el pueblo y con este dinerito compraba ropa a mis hijos”, comentó María Cecilia con un poco de nostalgia.

A los setenta años, don Ramón falleció dejando desamparada a María Cecilia porque todos sus hijos ya habían formado un hogar. Días después del fallecimiento de su esposo, a ella le tocó desocupar la casa porque sus hijos la habían vendido, desde ese instante estuvo viviendo en varias casas de sus hijos sin una cómoda estabilidad. Después de una caída por el descuido y la poca atención de los familiares, en el año 2017, decidió solicitar ingreso en el Centro de Bienestar para lograr una estabilidad emocional e interactuar con otras personas de su misma edad.

La época de crianza de sus hijos fue el mejor momento de su vida. Los mantenía limpios, llenos, bien peinados, no les pegaba, los llenaba de abrazos y besos. María Cecilia expresaba con llanto y sentimiento de tristeza que le dolía ver que sus hijos no podían mantenerla como ella quería, a pesar de criarlos con mucho amor y esfuerzo; sin embargo, ha podido superar cada obstáculo con paciencia, perseverancia y lucha.

Blanca cabellera, frente arrugada, muchas primaveras, infinito amor

En el Centro San Juan de Dios se trabaja para que no se vea al anciano como una carga. Cada muestra de amor es un acto sensible que hace que estos personajes dejen huella en la institución y en cada una de las personas que allí trabajan. “Son muchos los estereotipos que hay sobre la vejez. Se dice que es sinónimo de inutilidad y de enfermedad, pero es lo contrario: los adultos mayores son seres humanos con un recorrido por la vida, con una sabiduría que los hace particularmente diferentes. Por eso en este centro hacemos sensibilización intergeneracional y se la damos a conocer a niños y jóvenes”, expresó Verónica Serna, gerontóloga de la institución.

Por eso, una de las actividades más destacadas que se realiza en este lugar desde hace tres años y que debería servir de ejemplo para los diferentes centros de bienestar es “El anciano en casa”. Con esto la institución busca que la familia sea responsable, esté pendiente del bienestar del adulto, no solo con la participación monetaria, sino también con el acompañamiento y afecto para que ellos no se sientan olvidados.

En definitiva, en esta institución se tiene el privilegio de contar con personas que con su recorrido por la vida nos aportan al crecimiento, al desarrollo y a la evolución de un mundo más humano, consciente de brindar un servicio desinteresado que deje huella y trascienda, iluminando senderos de profunda oscuridad.

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