Leyendo: Hojarasca, una práctica ancestral

Hojarasca, una práctica ancestral

Por: Johanna R. Atehortúa

En 1966, cuando Carlos Enrique Osorio tenía 12 años, las instituciones del gobierno comenzaron a penetrar los cultivos de químicos, tóxicos, fungicidas e insecticidas, en su vereda La Milagrosa, en El Carmen de Viboral. A su corta edad, tuvo que cargar veinte litros de esos químicos a su espalda, buscando la manera de sobrevivir.

Corría el año 1994, y a sus 40 años, Carlos Enrique comenzó a sentir mareos, dolores de cabeza y náuseas. Los médicos generales no detectaban el origen de los síntomas y su única medida fueron los antibióticos para calmar los dolores. Él, por su parte, seguía fumigando los cultivos 4 días a la semana, mientras pasaban los cinco meses y sus malestares, intactos.

En su vereda residía un médico naturista, Juan Tisnés, quien descubrió que la raíz de estas molestas señales había sido causa de su propio trabajo. Con su sangre intoxicada, Carlos Enrique tuvo que dejar de emplear agrotóxicos.

La decisión de este campesino nunca fue vivir en el pueblo, su hogar estaba allí, en el campo, en su finca, en su vereda. Carlos creó un vínculo con su médico Juan Tisnés, al enterarse de que él era un agricultor biodinámico, es decir, que utiliza de forma responsable los recursos naturales sin necesidad de químicos, como fertilizantes, pesticidas o transgénicos.

Tisnés, más adelante, se convirtió en su socio, amigo y maestro, al aconsejarlo de no abandonar la vereda y de tomar la iniciativa de trabajar en sus cultivos sin ninguna sustancia tóxica.

No toda mi familia me apoyó, porque era algo incierto; en ese tiempo no había mucho comercio para los productos orgánicos, entonces estaba el temor de que no tuviéramos la capacidad de sacar adelante ese proyecto de vida”, expresó Carlos Enrique Osorio.

En 1996, Carlos Osorio decidió trabajar en pro de la agricultura orgánica, con el fin de volver a las prácticas ancestrales donde se vivía en equilibrio y completa armonía con la naturaleza, junto a cinco comerciantes, que también cultivaban productos orgánicos, incluyendo a su médico y maestro, Juan Tisnés. A partir de estos cultivos, floreció “Hojarasca”, una legumbrería orgánica, ubicada en El Carmen de Viboral, donde se venden todas las variedades de hortalizas, granos, tubérculos y legumbres, extraídos de las cuatro fincas de sus socios y la de él. En la actualidad, su tienda está en compañía de su hermano y son tres las fincas que la abastecen.

Carlos Enrique es uno de esos emprendedores que busca transmitir al mundo una cultura orgánica, donde todos puedan sanar, tanto el cuerpo como el alma. Por esta razón, hace 4 años esta comunidad se enfoca en el equilibrio integral del ser humano, trabajando cada una sus dimensiones con diversas actividades como clases de yoga, danza árabe, clases de culinaria, conversatorios, entre otros, además de un restaurante vegetariano que administra su hija Mónica Osorio, con el fin de darle coherencia y armonía al lugar. “Según comentarios de algunos habitantes, uno de los sitios de El Carmen de Viboral a visitar, es Hojarasca, que ahora lleva el eslogan de ‘cultura orgánica’; y es para personas que estén muy afines con esta filosofía del medio ambiente, de la comida sana, de las capacitaciones y la parte cultural”, agregó, Carlos Enrique.

En la actualidad, este campesino ha logrado un impacto, no solo en su pueblo, sino, también en América, pues ha participado tanto de asistente, como de ponente en cuatro de los cinco Encuentros científicos de agroecología de SOCLA: Colombia, Brasil, Perú y Nicaragua, y ha tenido la oportunidad de conocer Argentina, Chile, Uruguay y Cuba, gracias a su desempeño, cuidado y amor al medio ambiente.

Para Carlos Enrique Osorio, el verdadero desarrollo se encuentra en el equilibrio del cuerpo, el alma y la mente, con la naturaleza. “No es un beneficio económico, es una parte esencial del ser humano”, concluyó.

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