Fotografía: Cortesía
Por: Paula Bernal Cardona – IG: paubernalc
Salir a correr o montar bicicleta debería ser sinónimo de libertad, salud y bienestar. Pero para muchas mujeres practicar deporte en el espacio público es una actividad que se realiza con miedo. Gas pimienta, un taser y cambios forzados de ruta, son algunas de las estrategias que se han vuelto parte del equipamiento habitual de quienes, en lugar de sentirse seguras, deben prepararse para defenderse.
“Personalmente, nunca llevo conmigo herramientas para atender una posible falla mecánica de la bicicleta, pero sí cargo siempre un gas pimienta, un taser y otros elementos de defensa personal. Y eso ya dice mucho. No preparo mis salidas pensando en la bicicleta, sino en protegerme del entorno, porque se vuelve necesario planear las rutas teniendo en cuenta no solo las distancias o el esfuerzo físico, sino también el nivel de exposición”, afirma Erika Yuliana López, socióloga y ciclista aficionada del municipio de La Ceja del Tambo.
Su testimonio se suma al de otras mujeres que mientras hacen deporte en las vías públicas son perseguidas, hostigadas verbalmente, incluso tocadas sin su consentimiento.
El cuerpo como blanco

La modelo e influencer Deisy López, puso de nuevo el tema sobre la mesa: el acoso sexual a mujeres deportistas en las vías. En hechos ocurrido en el sector de Las Palmas, en Medellín, la mujer fue víctima de un hombre que iba en motocicleta y la tocó sin su consentimiento.
En un video de las cámaras de seguridad en el sector de Las Palmas, en Medellín, quedó registrado el caso de acoso sexual el pasado 16 de mayo. La mujer señaló que el hombre, quien iba en una motocicleta, se acercó a ella y la tocó sin su consentimiento.
“Hace más de 10 años que salgo a montar bicicleta. Es mi momento, mi forma de cuidarme, de sentirme libre. Pero me ha pasado ya tres veces que un hombre en una moto baja la velocidad solo para tocarme, para abusar de mí, para recordarme que, para algunos, mi cuerpo no es mío”, detalló Deisy López en un video compartido en redes sociales y que despertó indignación.
En la investigación de este caso, las autoridades identificaron al agresor y se ha indicado que estaría implicado en otros hechos similares en el mismo sector.
Este tipo de situaciones refleja la vulneración y desprotección de la cantidad de mujeres que han denunciado ser víctimas del acoso sexual y aquellas que vivieron la agresión en silencio. Otras han acudido a las redes sociales y medios de comunicación para alertar sobre la problemática.
«Tenía que subir dos veces a La Unión, la primera vez de manera tranquila y luego de una forma más explosiva. Cuando iba llegando la segunda vez al Alto de La Unión, en frente de una caseta, impulsé la bicicleta con los brazos y el cuerpo hacia adelante y dejé de pedalear. En ese instante pasó un tipo en moto y me dio una palmada muy fuerte; todavía tengo las marcas y señales en la nalga», fue el testimonio que Catalina Castañeda le entregó al medio regional Mioriente, luego de ser víctima de acoso en su práctica deportiva.
Situación similar vivió Tatiana Orjuela, cuando en medio de un entrenamiento entre los municipios de Rionegro y El Carmen de Viboral, vivió la misma experiencia.
“Cuando un señor que iba en una moto le pareció muy gracioso pegarme una nalgada que casi me tumba de la bicicleta, o sea con qué fin. Yo no sé si no tiene mamá, no tiene hijas, no tiene abuelitas”, manifestó en su momento la deportista.
La ira, incluso el miedo, son dos de las sensaciones más comunes que produce el acoso sexual y tiene un fuerte impacto en las posibilidades de las mujeres desarrollar sus actividades con libertad o en estos casos hacer deporte sin el temor a sentirse acosadas, intimidades o incluso abusadas.
Comprender los efectos de este tipo de situaciones, es difícil para quien no las ha padecido, pero somos muchas las mujeres que lo hemos vivido. Si usted no logra dimensionar, piense en la mujer más cercana de su núcleo e imagine que de la nada, otra persona invade su intimidad.
Un fenómeno común y silenciado

Este tipo de violencia no es nuevo ni aislado. “He visto cómo muchas mujeres han optado por dejar de salir solas o han cambiado sus rutas por miedo”, comenta Erika López. La práctica deportiva femenina en espacios públicos se enfrenta no solo al riesgo de hurtos o accidentes, sino también al acoso sexual, en todas sus formas.
Leidy Arias, exconcejala de Rionegro y activista por los derechos de las mujeres, señala que este problema es estructural. “En primer lugar, observamos que las manifestaciones son variadas, desde los ‘piropos’ no deseados y las miradas lascivas, que a menudo son minimizadas, hasta formas más agresivas como el seguimiento o incluso los tocamientos en espacios de alto tránsito como los parques principales, las vías o en las paradas de transporte público. La raíz de esta problemática, y aquí es donde la radiografía se vuelve más profunda, se encuentra en la persistencia de una cultura machista y patriarcal. Existe una naturalización de la idea de que el cuerpo de la mujer es público y que el hombre tiene el derecho a opinar o a invadir ese espacio”.
En muchas ocasiones, las víctimas deciden callar por temor a no ser escuchadas, a ser revictimizadas o simplemente por la creencia de que “no vale la pena denunciar”. Esa es una de las razones por las cuales muchas agresiones no figuran en cifras oficiales, lo que invisibiliza su gravedad.
Detrás de un momento deportivo para las mujeres hay múltiples decisiones que se deben tomar antes: la ropa que se usa, las rutas que escoge, la hora del día en que salen y a quién informan sobre su recorrido están mediadas por el miedo. Mientras los hombres temen por sus pertenencias, muchas mujeres temen por sus cuerpos.
Un llamado a la acción
Erika López, quien presentó su ponencia “Mujeres en bicicleta transformando territorio, cuerpo y sociedad en La Ceja del Tambo” en el 6.º Congreso Mundial de la Bicicleta en Argentina, propone una hoja de ruta para enfrentar esta problemática, la cual coincide con los puntos propuestos por la exconcejala de Rionegro, Leidy Arias, indicando que no puede depender de la valentía individual y se requieren de medidas integrales:
1. Prevención
Uno de los ejes fundamentales es la prevención a través del urbanismo con enfoque de género. Esto implica intervenir de manera efectiva la infraestructura: mejorar la iluminación, instalar cámaras de seguridad en puntos estratégicos.
A esto se suma la necesidad de establecer “Corredores Seguros”, rutas vigiladas y el apoyo organizado entre deportistas, autoridades y comunidad en general.
Pero la seguridad también se teje desde lo simbólico. Por eso, se insisten en impulsar campañas de sensibilización y educación ciudadana que promuevan el respeto y desnaturalicen el acoso.
2. Reacción y atención
Si una mujer decide denunciar, no debería encontrar un muro de indiferencia o revictimización. Por eso, se propone fortalecer los canales de denuncia y la formación con perspectiva de género para autoridades locales.
3. Coordinación institucional
Frente a este problema estructural, la respuesta debe ser institucional y articulada. Con políticas públicas de movilidad y deporte que incorporen la perspectiva de género como eje transversal. Esto significa diseñar rutas pensadas desde las experiencias reales de las mujeres, implementar protocolos de atención al acoso, y garantizar formación obligatoria para todos los actores viales.
4. Cultura y redes
En paralelo, se necesita un cambio cultural profundo. Campañas pedagógicas que cuestionen imaginarios machistas, que le hablen a los hombres y que reconozcan que el cuerpo en movimiento también es un derecho.
Finalmente, muchas de estas voces recuerdan que la práctica deportiva, es un espacio de salud mental, bienestar y autonomía para miles de mujeres que enfrentan cotidianamente múltiples violencias.

Este artículo cierra con la voz de una de las mujeres acosadas en vía pública y que hace un llamado a todos, también a las mujeres que han sido vulneradas.
“Y lo peor no es solo lo que me hicieron. Lo peor es que esto nos pasa a muchas…Y nadie, nadie hace nada. Nadie grita, nadie corre detrás, nadie denuncia. Y eso también es violencia. No entiendo porque las mujeres no podemos hacer ejercicio, caminar solas o simplemente existir sin miedo. ¿Porqué lo normalizamos? ¿Porqué lo dejamos pasar?”
Si algún día ves algo así en la calle: NO TE QUEDES CALLADA. Tu voz, tu reacción, tu conciencia pueden cambiarlo todo”