Micaela Rodríguez
Comunicación social, UCO, micaela.rodriguez2578@uco.net.co
En 2018, cuando contaba con 16 años, Juliana se encontraba en un clasificatorio para representar al continente y pudo escuchar los comentarios de varias personas que afirmaban “Ella jamás va a clasificar”, “Colombia nunca llegaría a un torneo de esos”… Pero continuó entrenando muchas horas, con un esfuerzo grandísimo, hasta que pudo ser ella quien representara a Colombia en la selección de América junto con los elegidos de Brasil, México y Puerto Rico. Para hacer parte del torneo, viajó a Japón por un mes para representar al continente en el otro lado del mundo, donde la cultura, la comida, el alfabeto y el idioma eran muy diferentes, por lo que la comunicación debía realizarse en señas con los nativos del país, con el riesgo de que no se entendieran. De igual manera, Juliana recuerda con mucho cariño esta experiencia, pues el equipo pudo llegar hasta las semifinales y sacar una medalla mundial.
Para conseguir esta victoria fueron necesarias jornadas de ocho a diez horas de entrenamiento cada día. Al regresar a su tierra, comenzó a notar una molestia en el brazo y tuvo que bajar drásticamente el ritmo de trabajo. Asistió a muchas sesiones de fisioterapia y descansó durante el 2019 para poderse mejorarse, lo cual fue un choque grande, luego de estar en su máxima potencia el año anterior. Durante su recuperación debió perderse varios torneos, juegos nacionales y apoyos económicos, cosa que llegó a afectar a su salud mental y que no mejoró con la llegada de la pandemia en el 2020. Durante este año, planeaba dedicarse completamente al tenis de mesa y no estudiar ninguna carrera todavía; de todas formas, entrenaba en su casa, pero el ambiente era muy diferente.
Esta muchacha de estatura promedio, complexión atlética, tez blanca, cabello lacio oscuro que aparenta ser una chica completamente normal, guarda en sus manos y sus brazos una fuerza y habilidad impresionantes para manipular la raqueta. Con sus ojos color café logra calcular con precisión a dónde irá a parar la pelota en cada torneo en que compite.
El nacimiento de una deportista
Sin embargo, todo lo que le ha traído este deporte que se ha convertido en el centro de su vida no fue siempre objeto de su interés. Cuando contaba con 8 años, ella había probado diferentes deportes: natación, voleibol, tenis de campo, patinaje, gimnasia y aunque era bastante buena para cada uno de ellos, ninguno le llegó a apasionar completamente.
Su padre entrenaba tenis de mesa. Un sábado la empresa donde él trabajaba le ofreció a Juliana que fuera para ver si le terminaba agradando. Al principio ella se rehusó, pues no creía que el tenis de mesa era un deporte real, que era “un juego para bebés”. De todas maneras, ese día fue a la práctica y el entrenador vio en ella demasiado potencial. “Desde el momento que Juliana agarró la raqueta yo vi todas las habilidades que tenía para ese deporte y la impulsé para que lo intentara”, recuerda Jhon Arcila, su entrenador. Este momento fue decisivo porque le permitió llegar hasta representar a Medellín en un torneo departamental en Uramita, pasados los primeros tres meses de entrenamiento, donde quedó campeona por primera vez.
“Siempre he sido muy competitiva, y como veía que siempre ganaba, eso fue precisamente lo que me empezó a llamar la atención de este deporte. Más adelante, cuando fui al primer torneo internacional a los dos años de empezar a entrenar, también quedé campeona, entonces ahí empezó todo el proceso”, cuenta la deportista.
Más adelante, entró al Club Esparta, donde la entrenadora Johana Araque (que también preparaba a la selección Colombia de este deporte), convocó a un grupo para un torneo nacional en Bogotá donde se coronó como campeona una vez más y comenzó a hacer parte de la selección Colombia, adentrándose muchísimo más en esta actividad. Dos años después de su primer entrenamiento, consiguió entrar a su primer torneo internacional, donde logró el primer lugar en la competencia una vez más.
Más allá del deporte
Si le preguntamos a Juliana qué es lo que le gusta hacer además del tenis de mesa, su semblante se torna dubitativo y responde que es una muy buena pregunta. Después de pensarlo un poco, comenta que le agrada mucho conectar con la naturaleza, viajar, hacer recorridos caminando o en bicicleta y leer.
Desde pequeña dice haber sido una persona bastante competitiva, dedicada y apasionada por las cosas que le llaman la atención. Teniendo sus prioridades muy marcadas, al crecer y estar estudiando en el colegio Calasanz Femenino no fue de las mejores estudiantes porque dedicaba gran parte de su tiempo en competencias o entrenamientos que no podían posponerse. Para su fortuna, la coordinadora de la escuela, Sandra Milena Ospina comprendía que el rol de Juliana representando al país, al continente o al departamento tenía más peso que ganar matemáticas, por poner un ejemplo. Así que en muchas ocasiones llenaba los huecos que dejaban sus faltas justificadas con notas de 4.
Las compañeras de su misma generación la recuerdan: “Juli era más bien animada, muy buena gente y bastante directa al momento de hablar. Ella no se andaba con rodeos y si necesitaba expresar algo, simplemente lo decía asertivamente”, habla Gabriela Millán, que estuvo en el mismo salón que Juliana los últimos tres años de colegio.
– ¿Siempre supiste que querías estudiar mercadeo? Lastimosamente, no ha sido la misma historia en la Universidad de Medellín donde estudia Mercadeo desde el año 2021 (entró a estudiar esto gracias a unos fondos otorgados por sus logros con el tenis de mesa), pues comenta que a los profesores no les importa lo que esté haciendo y solo se preocupan porque entregue los trabajos, aunque no siempre le alcanza el tiempo para hacerlos todos como desearía.
– En realidad, el segundo semestre del 2020, Indeportes brindó unos fondos para que estudiáramos lo que quisiéramos en el CES, entonces como estaba tan sumergida en la fisioterapia por los tratamientos de la lesión que tuve, elegí eso, pero me di cuenta de que no era lo mío. Había sido una decisión muy apresurada y desistí.
– Y después, ¿Cómo tomaste ese giro hacia tu carrera actual?
– Estoy en un programa del Ministerio del Deporte que se llama Atleta Excelencia, que brinda psicología, nutrición y otras cosas. Ahí me preguntaron mis gustos, aptitudes… Y me empezó a llamar la atención porque quería algo relacionado con el diseño, la publicidad. Mercadeo es bastante amplio y me pareció que podría relacionarlo con el deporte.
El lado oscuro del tenis de mesa
Pero no todo ha sido color de rosa durante esta trayectoria: a causa de su pasión, ha tenido que sacrificar salidas con amigos o familia, invitaciones y su vida social en general. Cuando sus amigos hacen planes suelen decir cosas como “Juli nunca puede, entonces, ¿para qué invitarla?”, lo que deja a la deportista con un sentimiento de rechazo. No obstante, ella clama que en ningún momento ha dejado de creer que todo el esfuerzo que ha invertido en su pasión ha valido completamente la pena por toda la satisfacción que esto le trae y porque eso la ha formado como persona, al haberle otorgado disciplina, perseverancia y conocer personas de distintas partes del mundo, tanto amigos como su actual novio, Sebastián Abouchaar (de Bogotá), quien también es selección Colombia de tenis de mesa y se conocen desde pequeños, aunque apenas comenzaron a conocerse en las clasificaciones de los juegos panamericanos 2021.
Además de esto, también le ha traído experiencias que se quedaron incrustadas en su memoria, pero para mal. Como cuando, estando en un torneo en Chile comenzó un terremoto muy fuerte que la dejó con una fobia a este fenómeno natural. O cuando estando en Perú vivió una alerta de tsunami. En ambas ocasiones tuvo muchísimo miedo y estando en Perú, incluso consideró marcharse antes de participar en la competencia debido al terror que experimentaba. “Yo me desconcentré totalmente de la competencia. Empecé a llamar a mis papás para que me compraran los tiquetes para volver a Colombia. Me dio mucho miedo”, cuenta ella entre una risa nerviosa.
Incluso sus padres, Jaime Botero y Mónica Rodríguez, afirman que “A Juliana como deportista le ha tocado batallar muchos momentos difíciles, dado que empezó su carrera deportiva siendo muy niña y tal vez no pudo disfrutar muchas cosas que los niños del común viven a esa edad. Ha sentido el rigor de entrenadores fuertes, entrenamientos duros, ausencias largas, enemistades, lesiones y recesos que le han dificultado su desarrollo”, pero ha logrado sobrellevar todas estas dificultades y continúa yendo detrás de su sueño de ser campeona mundial de su pasión, su deporte y el centro de su vida, el tenis de mesa.