Leyendo: La búsqueda de justicia continúa: los desaparecidos de La Esperanza en El Carmen de Viboral

La búsqueda de justicia continúa: los desaparecidos de La Esperanza en El Carmen de Viboral

Por Juan Andrés Valencia Arbeláez

En el municipio de El Carmen de Viboral, la tragedia se tejió hace casi tres décadas con la desaparición en 1996 de 19 campesinos de la vereda La Esperanza. Sus nombres resonaron en la historia en varias fechas fatídicas: 21 de junio, 22 de junio, 26 de junio, 7 de julio, 9 de julio y 28 de diciembre. Fueron arrancados de sus hogares por la fuerza, en muchos casos con la complicidad de las fuerzas militares y de policía.

«Estos son más que nombres en una lista, son historias de valentía y tragedia que deben ser recordadas», expresa con convicción Flor Gallego, mujer pariente de desaparecidos de esa vereda y activista defensora de derechos humanos. Su voz, cargada de determinación, es un recordatorio constante de la necesidad de justicia para aquellos que ya no pueden clamar por ella.

“Uno de los relatos más desgarradores emerge del testimonio de un sobreviviente, un menor de edad llamado Andrés Florez Cordero, quien fue secuestrado por los paramilitares», relata con pesar doña Flor. «Su valentía se enfrentó a la brutalidad cuando se resistió y fue asesinado en el intento. El niño Andrés, no solo fue arrebatado de su familia biológica, sino que sus victimarios se convirtieron en sus padres de crianza, dice la activista».

Los relatos de los habitantes de la vereda La Esperanza se remontan a los primeros años de la década de los 90, cuando la presencia de grupos guerrilleros como el EPL, y de manera ocasional el ELN y las FARC, era una realidad en la zona. Flor Gallego, una de las víctimas de esta tragedia, recuerda que todo comenzó en 1991 con el asesinato del campesino, Jaime Cardona. Desde entonces, hasta 1998, los pobladores de este corregimiento y vereda de El Carmen de Viboral vivieron en medio del terror y el miedo.

El 21 de junio de ese fatídico año, Aníbal de Jesús Castaño Gallego, de 26 años, fue arrancado de su hogar en presencia de su esposa y su hijo pequeño. «Nosotros teníamos una tiendita y ellos llegaron, tocaron la ventana, él salió y nunca más lo volví a ver», recuerda su esposa, María Obeida Gallego. Con Aníbal, desapareció Óscar Hemel Zuluaga, de 16 años.

Al día siguiente, el 22 de junio, hombres armados irrumpieron en la casa de la familia Cardona Quintero. Los habitantes recuerdan con tristeza cómo dos de los hijos menores, Juan Crisóstomo y Miguel Ancízar Cardona, de 12 y 16 años respectivamente, fueron sacados de su hogar. La madre de los niños lloraba sin consuelo, aferrada a la esperanza de que regresaran, pero nunca lo hicieron.

El 26 de junio, más de 50 soldados de la Fuerza de Tarea Águila de la Cuarta Brigada, dispararon indiscriminadamente contra la casa de la familia Gallego Hernández. Afortunadamente, todos sobrevivieron, pero la casa quedó destrozada por los impactos de bala.

El 7 de julio, Javier Giraldo, de la vereda El Tesoro, fue retenido mientras realizaba compras en Cocorná. A pesar de conocer las desapariciones en la zona, él tranquilizaba a su familia con la creencia de que estaban a salvo. Sin embargo, nunca regresó a casa.

El 9 de julio, los paramilitares, con la ayuda de militares no identificados, atacaron y desaparecieron campesinos en diferentes lugares. Flor Gallego, quien estaba a cargo del bebé de dos meses de Fredy y su esposa, recuerda con tristeza cómo cinco hombres armados llegaron a su casa y se llevaron a su esposo Hernando Castaño Castaño, ignorando sus súplicas y explicaciones sobre su embarazo.

Finalmente, el 27 de diciembre, Leonidas Cardona, de 21 años, desapareció junto a Andrés Gallego. María del Rocío Cardona, su esposa, recuerda con angustia cómo hombres armados, algunos de los cuales reconocía como soldados de retenes anteriores, se llevaron a su esposo, dejándola con la promesa de que sería devuelto una vez interrogado.

Estos relatos, marcados por el dolor y la injusticia, son solo una pequeña parte de la tragedia que vivieron los habitantes de La Esperanza en El Carmen de Viboral. La lucha por la justicia y la memoria de las víctimas continúa, impulsada por la valentía y determinación de personas como Flor Gallego, quien se niega a dejar que el silencio y el olvido cubran los nombres y las historias de aquellos que ya no pueden hablar por sí mismos.

El largo camino hacia la justicia comenzó en 1999, cuando se presentó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, una denuncia por la complicidad del Estado en la desaparición y asesinato de los campesinos de La Esperanza. “Tras años de lucha incansable, en 2013 obtuvimos una reparación colectiva. Aun así, decidimos escalar también nuestro caso ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos; quien en 2017 emitió un fallo histórico condenando al Estado colombiano por la desaparición de nuestros seres queridos”, afirma Flor Gallego.

Sin embargo, la lucha está lejos de terminar. Los familiares de los desaparecidos exigen una investigación exhaustiva de los responsables militares, la búsqueda inmediata de los desaparecidos y una reparación adecuada para sus familias. Además, reclaman la creación de un monumento en memoria de las víctimas, así como garantías de salud y educación para los hijos de los desaparecidos.

«Nuestra perseverancia se refleja en las conmemoraciones que realizamos año tras año», destaca Gallego. «Este 2024, el 21 de junio, en el parque principal, rendiremos homenaje a nuestros seres queridos en un acto de reconocimiento con el Estado colombiano. Es un momento de dolor, pero también de avance en nuestra búsqueda de justicia y verdad”, afirmó Flor Gallego.

Para la señora Gallego, a pesar de las muchas trabas que se han presentado a lo largo de estos años, es posible que en Colombia se alcance la paz y la reconciliación, de la mano de la verdad y la justicia; siempre y cuando haya voluntad política para ello, y un desarme, no solo de armas; sino de corazones. “Cuando entendamos que el otro no es mi enemigo, sino un colombiano que tiene una historia, quizás más dolorosa que la propia, entenderemos que los culpables son el sistema, más que las personas”, puntualiza Gallego.

“En cada marcha, en cada acto simbólico, recordamos a aquellos que fueron arrebatados de nosotros. No hay noche ni mañana en la que no los recordemos. Su ausencia es un vacío que no puede ser llenado, pero nuestra lucha continúa en su nombre. Porque mientras haya impunidad, mientras haya injusticia, seguiremos levantando nuestras voces y exigiendo justicia para los desaparecidos de La Esperanza en El Carmen de Viboral”, concluye Flor Gallego.

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