Juan Sebastián Gómez Martínez
Abogado Universidad Católica de Oriente
E-mail: jusegoma12@gmail.com
La gandulería y mediocridad de algunos congresistas colombianos está desbordada, al punto, de llevarme a coincidir por primera vez con un pronunciamiento de Álvaro Uribe Vélez, quien en un tuit realizó un jalón de orejas a los congresistas que rompieron el quórum en el proyecto para reducir las vacaciones del Congreso de cuatro meses a solo tres. La iniciativa no logró salvarse, pues, en el último día de sesiones ordinarias, de los 108 senadores, 56 vagos decidieron no asistir o ausentarse para que el proyecto se fuera al traste.
Comúnmente, los congresistas terminan sesiones ordinarias el 16 de diciembre de cada año y regresan a sus labores el 16 de marzo. Con este proyecto de ley, el retorno de los legisladores se iba a adelantar un mes, es decir para el 16 de febrero.
Esto parece un chiste, servidores públicos que con su ausencia dejan caer un proyecto de ley que reduce sus vacaciones por andar de vacaciones, me recuerda otro chiste en 2016, cuando otro proyecto de ley que pretendía sancionar el ausentismo, se hundió ¡por ausentismo!.
Es que esta ralea de indolentes para justificar su alto nivel de ausentismo, hacen uso de excusas e incapacidades médicas, de médicos particulares donde presentan enfermedades cuestionables como otitis, lumbalgias, dolores de estómago o gripas, mismas con las que, gente del común tiene que lidiar diariamente en sus jornadas laborales sin mayor problema.
Catherine Juvinao, fundadora de la veeduría al Congreso “trabajen vagos”, investigó el nivel de ausentismo del Congreso de la República en los años 2014 a 2018, y dejó en evidencias cifras alarmantes, como las descritas, por ejemplo, en el caso del cuestionado Arturo Char, cantante y jocosamente presidente del Congreso hasta el 20 de julio pasado, todo un hito, pues en aquel cuatrienio estuvo 149 días incapacitado mientras fungía como congresista, presentando un total de 32 incapacidades lo que promediaba una incapacidad al mes.
Así también, tenemos el caso del ahora aspirante a la Presidencia de la República, David Bargil quien está siendo investigado por la Corte Suprema por presuntas incapacidades medicas falsas presentadas también en el periodo 2014 a 2018.
Para desgracia del pueblo, no existen por ahora, herramientas suficientes para un control político eficaz de estos servidores que ganan cientos de millones a nuestras costillas, limitadamente se cuenta con la ley 5 de 1992, la cual reglamenta el congreso y que, los obliga a refrendar la incapacidad médica con el Secretario General de la Corporación, sea de Cámara o Senado, pero no es suficiente, pues en esos casos ha de primar el clientelismo y amiguismo por encima de cualquier revisión acuciosa.
Si el problema es descomunal, por sentido común la solución debe ser extraordinaria. Por tanto, revisar a conciencia por quienes vamos a votar para que nos representen en el congreso en 2022, es el paliativo adecuado que ayudará a sobrellevar el estropicio que se avecina.
El Congreso es un pilar fundamental de la democracia y se espera que represente a las mayorías, no solo electorales, sino sociales y políticas. Es una expresión de un régimen representativo por su método de elección. Los congresistas deben ser el reflejo de lo que es una sociedad; del tipo de democracia. Pero, lamentablemente, una cosa es la apariencia y, otra muy distinta, la realidad. Cuando hablamos de los congresistas, debemos mirarnos al espejo y hablar de nosotros mismos, sus electores. El Congreso de Colombia es una desgracia, por sus integrantes y por los partidos políticos que representan. Estaríamos mejor sin todo eso, no atornillarlos es el siguiente paso.
*Las opiniones expresadas en esta columna de opinión son de exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de La Prensa Oriente