Juan Sebastián Gómez Martínez
Abogado Universidad Católica de Oriente
E-mail: jusegoma12@gmail.com
No voy a hablarles del personaje de cuentos infantiles que, lleno de inseguridades y baja autoestima, mentía constantemente para llamar la atención o para crear un mundo en el que quería estar, o porque tenía dificultad para diferenciar la realidad de la ficción. Esta columna está dirigida a quien, por similares causas, ha expuesto sus atributos y carencias al mundo terrenal, afectando per se, a todos nosotros.
Las líneas subsiguientes se enfocan en una persona menos importante que la marioneta de madera a la que le crecía la nariz. Se trata del mitómano experto en contradicción, Iván Duque Márquez, presidente de Colombia. El principal problema de este “tronco”, literalmente, es él: un sujeto sin carácter, inseguro y mentiroso por antonomasia, creado de la nada desde la carpintería del Centro Democrático por “Geppeto” Uribe Vélez, para desempeñar el cargo más influyente del Estado.
Es que Ivancito se quedó sin dedos de la mano para contar sus múltiples falacias en campaña con las que, disfrazadas de verdad, hizo populismo político y se sirvió para llegar al cargo en 2018, pero que a la postre, inobserva y desconoce descaradamente en nuestras caras. Acá va un recuento factual como refrescante ocular:
- “Que respetaría el acuerdo de paz”, pero la mayoría de sus puntos han sido denunciados ante la ONU por parte de los marginados e intervinientes dentro del conflicto social, como incumplidos.
- “Que el candidato respondería por la financiación de su campaña”, pero fue financiado presuntamente por inescrupulosos.
- “Que iba a bajar impuestos”, pero ya vamos en la tercera reforma tributaria de su gobierno en la que destacó su intento de gravar productos de la canasta familiar, en demérito de las clases sociales medias y bajas.
- “Que su gobierno sería austero,” pero se malgastó 9.600 millones de pesos para renovar las camionetas blindadas de la casa de Nariño; un aproximado de 20.000 millones de pesos en 15 contratos de marketing publicitarios y planes de medios para lavar su imagen; 12 millones de dólares en un lujoso helicóptero italiano durante la contingencia de la pandemia; la creación de ministerios chimbos como el de Creatividad y Economía Naranja; la adjudicación y pago de honorarios a cancilleres con cargos innecesarios en el exterior; 9500 millones en municiones y 7900 millones en la compra de cinco tanquetas más para el Esmad, entre otros gastos.
- “Que no daría mermelada”, pero su gobierno se asemeja más a una repostería con los casi 50 nombramientos donde se dilucida su clientelismo político.
- “Que no permitiría el fracking”, pero se están ejecutando los contratos autorizados por Ecopetrol y la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH), afectando de manera directa los ecosistemas y la salud de las poblaciones que residen aledañas a las zonas de explotación, por los aditivos tóxicos y carcinógenos.
- “Que el que la hace la paga”, pero se encuentra incólume del proceso de investigación preliminar dirigido por su fiscal de bolsillo y el Consejo Nacional Electoral con caso de la financiación ilegal de su compaña política por parte del Ñeñe Hernández; o como el caso de impunidad por la narco finca propiedad del exembajador Fernando Augusto Sanclemente; o los nombres salpicados en el escándalo de Aida Merlano: o del reciente desfalco de 70 mil millones de pesos en el escandalo MinTic, en el que jocosamente reconocieron a la exministra Karen Abudinem como testigo dentro proceso y no como imputada por su presunta participación. Solo por mencionar algunas joyitas en este asidero de corruptos.
Y la más reciente, como “ñapa”:
- “Que no se debía modificar la ley de garantías en vísperas electorales”, se leía en su twitter en 2015 donde mencionó que el gobierno de Juan Manuel Santos quería acabar la ley de garantías para que la mermelada se repartiera de cara a las elecciones regionales. De hecho, la denominó “la reforma anti-garantías”. ¿Y adivinen qué?, recientemente acaban de aprobar la suspensión de dicha ley, como primer paso de un amaño electoral sin precedentes de cara a las próximas elecciones presidenciales. La razón de esto se encuentra en el sentido de esta ley, con la que se prohíbe, entre otras cosas, la celebración y adjudicación de contratos públicos dentro de los 4 meses anteriores a las elecciones.
Me parece absurdo y burlesco la forma en como este personaje ha obrado durante su gobierno y que, a pesar de todo, existan lacayos obtusos que lo defiendan, o que esperanzados añoran su reemplazo por el mismo partido político.
Quizás, el enigma de nuestro Pinocho no es que diga tantas mentiras, quizá lo hace como en el cuento: -solo para que Gepetto, su creador, no le castigue-.
Podría ser de su interés, otras columnas del autor. Quiero leer más.
*Las opiniones expresadas en esta columna de opinión son de exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de La Prensa Oriente