Este 2 de febrero se celebran 100 años del natalicio del maestro Manuel José Bernal González, uno de los genios más grandes de la música colombiana y un orgullo de nuestro país. El ‘maestro de maestros’, músico, pianista, organista, arreglista, compositor y director de orquesta nació en La Ceja (Antioquia) en 1924.
A sus 6 años ya interpretaba obras en el órgano tubular de la iglesia, siendo un alumno aventajado de su padre, Samuel Bernal, de quien aprendió solfeo –técnica para leer la notación musical– y las bases de la armonía clásica. También desde muy temprana edad demostró tener ‘oído absoluto’, un don de algunos músicos privilegiados que les da la habilidad para identificar y producir una nota exacta sin la ayuda de una referencia, o necesidad de afinarse.
Sumado a ese talento innato, Bernal tomó sus clases formales de música en Bogotá, con el profesor italiano Egisto Giovanetti, y en su regreso a Medellín con la pianista –también italiana– Luisa Manighetti.
Después del fallecimiento del maestro español José María Tena, en 1951, asumió la dirección de la orquesta de la Voz de Antioquia, en plena época de oro de la radio, lo que le permitió sobresalir no solo como pianista y organista, sino también como arreglista y director de orquesta durante 10 años. Fue en este papel en el que recibió los más grandes elogios de la crítica especializada, por su capacidad para dirigir todos los géneros musicales y por ser un compositor innovador.
En 1952 contrajo matrimonio en Medellín con Lía Ghelman Wainer, y de esa unión nacieron sus seis hijos: Gloria Eugenia, Jorge Humberto, Sonia María, Mónica, Clara Lía y Juan Manuel. A cada uno de ellos le compuso un pasillo con su nombre, así como a su esposa. Pocos años después, en 1956, el maestro Bernal recibió de la República de Colombia una mención de honor por su labor en la divulgación de la música nacional a través de la radiodifusión.
Seis años después, junto a Ferruccio Tagliavini, dirigió la Ópera de Río de Janeiro en el Teatro Junín de Medellín con la ópera ‘La Traviata’, la famosa obra de Giuseppe Verdi. Fue allí donde el maestro dio una gran muestra de su virtuosismo: saludó a los músicos, levantó su batuta, cerró la partitura y dirigió la obra de principio a fin de memoria gracias a su oído absoluto. El resultado fue un éxito, tanto así que recibió una invitación formal de la Ópera de Río de Janeiro para dirigirla en 1964. El nombre de Manuel J. Bernal también llegó hasta la pantalla chica, cuando se radicó en la capital colombiana en 1965. Allí fue director artístico de discos Philips, así como de la ‘Hora Philips y Noches de Gala’ en la televisión nacional.
Después de la huelga de músicos de 1965, que buscaba mejorar los salarios de los artistas, William Gil Sánchez, procede a modificar la programación de la emisora Voz de Antioquia, impulsando las radionovelas y dándole un lúgubre final a los programas musicales en vivo que se emitían desde esa emisora.
Es entonces cuando la orquesta internacional de la Marcha de las Estrellas Colombianas, dirigida por Bernal, y conformada por otros distinguidos maestros de la música, como Rafael Ortiz, Emilio “Millo” Velásquez, León Cardona, Jorge Gómez, Margoth Levi, Manuel Molina, Gabriel Uribe, Efraín Moreno, Alcides Lerzundi, Adolfo Podestá, Diego Vélez, Guillermo Robledo, Hernando Díez y el ahora llamado trío de las Estrellas integrado por Lillyam Bustamante y las hermanas Araque: Blanca y Myriam, comienza a animar las noches de la radio colombiana a través de la Radio Cadena Nacional.
Mientras laboraba como director de la orquesta de la Voz de Medellín, de RCN que tenía como programa estelar “La Marcha de las Estrellas Colombianas”, y era corista en la Iglesia Santa Teresita de la capital antioqueña, la empresa Atlas Publicidad le ofrece contratarlo para dirigir en la televisión colombiana La Hora Philips. Con este contrato se firmaba la despedida del Maestro Manuel J. de Medellín, y su llegada a Bogotá.
En la época de los 70 se presentaba con Cenpro TV en el programa ‘Los Maestros’, en el que alternaba con los pianistas Marcelo Fontán y Felipe Henao. También, durante varios años participó en el programa ‘El Show de las Estrellas’, de Jorge Barón, en el cual rotaba con Jaime Llano González y Francisco Zapata y acompañaba a grandes artistas nacionales e internacionales.
También se desempeñó como director de la orquesta de la emisora Nuevo Mundo de Caracol durante los años setenta del siglo pasado. De esa época es la famosa ‘Misa colombiana’, que lanzó con gran éxito la casa disquera Philips, compuesta e interpretada por él. Esta obra contó, además, con el apoyo pleno de la Iglesia católica y fue exportada a Francia, Estados Unidos y México.
Como embajador cultural del país tuvo el honor de ser invitado a la Casa Blanca, en Washington, a interpretar ritmos colombianos ante el presidente Gerald Ford (1974-1977), formando parte de la comitiva que acompañó al mandatario Alfonso López Michelsen. Asimismo, el maestro viajaría después con el presidente Julio César Turbay a República Dominicana, donde dejó muy en alto el folklore colombiano.
Entre sus obras más reconocidas están: ‘Gloria Eugenia’, ‘Jorge Humberto’, ‘Sonia María’ (dedicados a sus tres hijos mayores), ‘Medio siglo’, ‘Bodas de plata’, ‘Patria’, ‘Misa colombiana’, ‘Alborada’, entre otras. También es el autor de la musicalización del famoso jingle de ‘Caracol De Año Nuevo y Navidad’, que desde 1955 y hasta la fecha ha sido el anuncio de la llegada de la época navideña en el país. De su producción musical existen 16 discos, entre ellos ‘Colombia de oro’, ‘Recuerdo nupcial’, ‘Sucesos bailables 1-2 y 3’, ‘Colombia de gala’, ‘Allá en la montaña’, ‘Al calor de tu afecto’ y ‘Misa colombiana’.
Cabe recordar, además, que hace cinco años se creó el festival de música andina que lleva su nombre, el cual se realiza en La Ceja, su ciudad natal. En este evento participan diversos grupos musicales que interpretan las obras del maestro y otras más de música colombiana. La mayoría de las estudiantinas que participan en el evento están formadas por talentosos jóvenes que quieren llevar en alto el nombre y las composiciones del maestro Bernal.
Más allá de lo artístico, en el ámbito familiar fue un padre, esposo y abuelo ejemplar, cariñoso y dedicado. Un hombre de pocas palabras que plasmaba en las partituras todos sus sentimientos y los transmitía en el piano, instrumento que fue su compañero inseparable. Su recuerdo, en suma, es el de un hombre que con humildad y sencillez llegó a ser el maestro de maestros a través de sus magistrales composiciones e interpretaciones.
Manuel J., como lo recuerda mucha gente, especialmente músicos, seguirá siendo el maestro de maestros, y su música continuará como un legado para muchas generaciones y perdurará por siempre.