Alejandro Pérez
E-mail: perez14_@hotmail.com
Quiero comenzar diciendo que nunca, en mi vida, me imaginé parafraseando a María Fernanda Cabal.
Lo cierto es que esta frase —que no fue extraída de la mente de la más grande filósofa de nuestra época— ha venido dando vueltas en mi cabeza desde el momento en que se anunciaron las marchas pro y contra gobierno. También he venido rondando en mis pensamientos: “¿cuál es la necesidad?”; y voy a tratar de explicarme —por favor hacer énfasis en la palabra “tratar”—.
La manifestación popular es un mecanismo consignado en la constitución y que ha servido para que el pueblo, gobernado por años y años por los mismos, exteriorice sus inconformidades. Es un mecanismo válido y que siempre voy a apoyar. Y sí, es importante que quienes no se sienten representados, no se sienten conformes o quieren expresar problemáticas, salgan y lo digan, levanten la mano y se hagan escuchar. Ahora, también es cierto que la llegada del nuevo gobierno ha hecho que los amigos del establecimiento —y el establecimiento per se— se sientan incómodos y busquen, desde ya, montarse en la campaña para volver al poder en 2026 y estén empezando a instrumentalizar al ciudadano de a pie para lograr este propósito. Pero realmente, ¿cuál es la necesidad de salir a marchar por una reforma que apenas hoy, el día en que estoy escribiendo esta columna, está siendo radicada ante el Congreso de la república? Salgan a marchar porque el “gobierno del cambio” está nombrando a personajes cuestionados en embajadas y posiciones de gran importancia para el desarrollo del país (como Concepción Baracaldo, que se me adelantó a la salida de esta columna y tuvo la decencia de renunciar).
Ahora, si hacemos un poco de memoria, para la —nueva— oposición nunca ha sido un inconveniente sacar a sus votantes a marchar basados en mentiras, medias verdades y desinformación; o recordemos en cómo el plebiscito por la paz del 2016 fue votado con ira por parte del ciudadano del común porque los sectores de derecha difundieron información falsa hasta más no poder.
Trabajen, ¡vagos!
Claro que del otro lado no nos quedamos cortos. Un gobierno que fue elegido a partir de la movilización social, que salió a marchar contra el establecimiento y que perdió compañeros y ojos, y dientes, y que sangró luchando por un mejor país, no ha caído en cuenta de que eso que pedían en jornadas multitudinarias llenas de colores y arengas, es ahora el trabajo que tienen adelante. ¿Es que “gobierno del cambio” no se dio cuenta de que ya hubo cambio de gobierno?, ya no hay que invitar a la movilización para apoyar reformas que no se conocen, ya no hay que instigar al pueblo (que puede salir a manifestarse de manera autónoma en caso de que el “gobierno del cambio” demuestre que el cambio le quedó grande) para que apoye al gobernante de turno, hay que demostrarle al pueblo, y al establecimiento, y a los medios y a la oposición que Colombia merece un mejor futuro del que ha tenido hasta ahora. Y hay que demostrárselo con actos.
Legislen, amigos del gobierno. Hagan las reformas. Representen al pueblo. Cambien lo que no sirve. Póngannos a vivir sabroso.
¿Cuál es la necesidad?
Lo cierto —y ya para finalizar— es que estoy 99.9 % seguro de que ninguno de los manifestantes, ya sean pro o contra gobierno, llegarán a su casa con un ojo menos.
*Las opiniones expresadas en esta columna de opinión son de exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de La Prensa Oriente