Por: José Miguel Torres Vahos
En el sector Hospital del municipio de Rionegro, se erige hace más de 12 años el sueño de Natalia Giraldo: la Fundación Dulce Compañía. Un hogar de paso para personas que se encuentran en realidades vulnerables, en razón de tratamientos médicos, o experiencias como la lactancia y el embarazo.
La fundación, nacida del amor y las enseñanzas de la abuela de Natalia, y quien se homenajea en el salón principal de la instalación; se dedica a brindar apoyo y trato digno, ofreciendo hogar, cuidado, y atención a población relacionada con intervenciones o procesos médicos. La organización busca hacer eco de su compromiso social y humano en la región, y no ha conocido de fronteras, ni límites, para que su obra llegue a donde tanto se necesita.
Y es que, tras más de una década de acciones evocadas en pro del bienestar de la comunidad del Oriente del departamento, la Fundación Dulce Compañía, se ha convertido en referente de caridad y retribución social como aliada de diferentes proyectos de atención integral en la subregión.
Un paralelo de inspiración
El 11 de agosto de 2011, es un día que Natalia recuerda bien. Su abuela ingresó en estado crítico a la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital San Juan de Dios, mientras que Juliana Córdoba, una bebé de apenas dos meses, proveniente del Urabá Antioqueño, también fue admitida en condiciones similares, librando una batalla temprana contra la muerte. A medida que los días pasaban, la situación de la abuela mejoraba; sin embargo, para la madre y abuela de Juliana, la situación tomaba un giro trágico con el fallecimiento de la niña, dejando un vacío inmenso en sus seres queridos.
Esta experiencia conmovió profundamente a Natalia, quien, en medio de sus sentimientos ante la pérdida de la niña, determinó lo que sería su futuro. Encontrándose con que este suceso, aunque doloroso, era el que le invitaba a reflexionar sobre el valor de la vida y la importancia de ayudar a quienes más lo necesitan, y sobre todo, que fuese en el momento preciso, oportuno, ideal. Así nació la idea de Dulce Compañía, una iniciativa dedicada a brindar apoyo a personas como Juliana y su familia, que a menudo sufren el descarte de la sociedad, a pesar de su profunda necesidad.
Un dulce bienestar
Las puertas de Dulce Compañía, guardan un colorido espacio donde el calor de hogar y la fraternidad se proyectan sobre quiénes ingresan a la casa hogar.
En estos 12 años de apostarle a la cohesión social de los orientales, un sin número de historias han transitado por la fundación. Historias que Natalia, como fundadora, y doña Gloria, como acompañamiento constante dentro de la casa, recuerdan a la perfección, y que le guardan gratos recuerdos de un vínculo que únicamente se forma dentro de la naturaleza de su labor.
Ruta de la Alegría visitando la Zona Paramo, en el municipio de Sonsón, en el año 2020.
Natalia, es enfática diciendo que “el servicio, es pensar en el otro, como si fuera uno mismo”, mientras señala la palabra “compasión”, que en tinta acompaña la piel de su brazo izquierdo.
Una mirada al pasado, permite apreciar los retos superados y las iniciativas exitosas que han dado forma al presente. Entre ellas destacan proyectos como El Ropero de Segundo Uso, que promueve la solvencia económica, a través de la reutilización de prendas de vestir; La Ruta de la Alegría, que ha llevado alegría y asistencia a los rincones más apartados de la subregión, visitando ya los 23 municipios; y los kits de bienvenida para recién nacidos, un pilar de apoyo para las madres gestantes, quienes siempre han sido el grupo prioritario.
El norte de la cohesión social
En Dulce Compañía, la aspiración va más allá de la asistencia a quienes lo necesitan; se busca ser agentes de transformación social, dejando huella en el tejido mismo de la sociedad. Es por eso que se ha trascendido la época en la que la labor se limitaba a brindar atención a personas con tratamiento médico.
Convencidos de que la confianza es el pilar fundamental para el progreso, Dulce Compañía promueve la cohesión social, a través de la colaboración entre la academia, las empresas y las organizaciones sociales. Trabajando en conjunto para alcanzar un objetivo común: Construir una sociedad integral y articulada.
Desde todo tipo de actividades, que por supuesto, siguen estando enmarcadas en la atención primaria; la fundación busca no solo aliviar las dificultades del presente, sino también proporcionar las herramientas necesarias para un futuro más próspero y autónomo. De cara a la transformación social, cada individuo es visto no como un beneficiario pasivo, sino como un agente de cambio con el poder de moldear su propia vida y contribuir positivamente a la comunidad.
Dulce Compañía se erige como líder en este proceso, brindando un faro de esperanza a quienes persiguen sus sueños, atraviesan momentos difíciles o han sido marginados por la sociedad. En este sentido, desde la fundación se ofrece una segunda oportunidad, una luz en el camino que ilumina su futuro. En la carrera 52 del municipio de Rionegro, encontrarán en Dulce Compañía un aliado incondicional, un dulce amigo que acompaña sus días.