Por: Jose Alexander Velásquez Giraldo
E-mail: proyectos@menttu.com
En el Oriente Antioqueño algo se está moviendo. No solo hablamos del auge turístico, del tráfico creciente o del ritmo acelerado de la urbanización. Hablamos de algo más profundo y estructural: la posible conformación del Área Metropolitana del Valle de San Nicolás.
Ya no es un rumor. Es una realidad que pronto llegará a las urnas y que los ciudadanos tendrán la responsabilidad de decidir si sus municipios se integran, o no, a esta figura de organización territorial.
Como cualquier otra situación en la vida, para tomar una decisión con criterio, necesitan lo más valioso: información clara y precisa.
¿Queremos que nuestros municipios hagan parte del Área Metropolitana?
Comprendamos qué está realmente en juego.
Imaginemos diez vecinos de la misma vereda. Durante años, cada uno ha cuidado su casa, su jardín y su camino de entrada. Pero un día, el agua comienza a escasear, el acceso principal a todas ellas se deteriora. Entonces, deciden organizarse: nombran un representante, crean un fondo conjunto y trazan un plan para actuar como comunidad. Ya no solo resuelven problemas: ahora planean juntos el futuro del lugar que comparten.
Eso, en esencia, es un Área Metropolitana: una figura legal que articula municipios con dinámicas urbanas similares, bajo un ente central con funciones técnicas, capacidad de gestión y recursos. Tiene un director, un consejo metropolitano y un plan estratégico que orienta decisiones sobre movilidad, medio ambiente, crecimiento urbano, servicios públicos y más.
¿Qué ventajas ofrece? Mayor agilidad para ejecutar proyectos regionales, posibilidad de acceder a recursos adicionales del orden nacional, planificación conjunta de temas complejos y articulación técnica con visión de largo plazo.
¿Y sus riesgos? Pérdida de autonomía en decisiones clave, mayor concentración del poder en el municipio núcleo, y un modelo más centralizado que puede generar tensiones si no se manejan bien los intereses comunes.
Ahora, cambiemos la escena: los mismos vecinos deciden reunirse, compartir ideas, emprender proyectos en común, ahora, sin delegar las decisiones a un solo representante. Cooperan activamente, pero siguen siendo autónomos. Se apoyan, y cada uno conserva su voz.
Eso se parece más al modelo de Provincia Administrativa y de Planificación: una figura que ya existe y que promueve la articulación entre municipios sin sacrificar su soberanía. En vez de un mando centralizado, propone una red colaborativa entre iguales.
¿Qué ventajas tiene? Respeta la autonomía local, fomenta la construcción de consensos, promueve el trabajo conjunto sin imponer una jerarquía, y permite avanzar en integración sin depender de un ente único.
¿Y sus limitaciones? Menor capacidad operativa, más lentitud para ejecutar decisiones conjuntas, dependencia del compromiso político de cada municipio y menores recursos frente a los que puede captar un área metropolitana.
Entonces, ¿cuál es la mejor opción?
No hay respuesta única, todo depende de cómo soñamos la región.
¿Queremos una dirección unificada que agilice procesos, capte recursos y tenga mayor capacidad operativa, aunque implique ceder parte del control local?
¿Preferimos avanzar desde la cooperación entre iguales, construyendo acuerdos paso a paso, aunque eso implique más tiempo y menos recursos?
Esta decisión no es un trámite menor, pues definirá el rumbo del Oriente Antioqueño y no hay espacio para la improvisación.
Así que hagamos lo que mejor sabemos hacer en esta tierra: preguntar, cuestionar, pensar por nosotros mismos, sin tragar entero, ni repetir eslóganes.
Hablemos. Escuchemos. Leamos. Opinemos. Y luego, decidamos.
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* Especialista en logística, con énfasis en transporte, Experto en Movilidad, Gerente Menttu.
*Las opiniones expresadas en esta columna de opinión son de exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de La Prensa Oriente