Erney Montoya Gallego*
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En los últimos meses hemos visto aparecer en el escenario subregional la apuesta por una estrategia de ecodesarrollo como propuesta de planificación de territorio y proyección al futuro. La proposición proviene de una de las entidades gremiales del Oriente Antioqueño, la Cámara de Comercio. En particular, la denominación se ha presentado en varios eventos en los que ha confluido la institucionalidad del orden subregional y, en algunos casos, departamental. Pero aún no es claro a qué se están refiriendo con ecodesarrollo, porque no lo han explicado con precisión.
Lo que sí es preciso es que el término no es nuevo ni es una denominación surgida en estas tierras. La palabra ecodesarrollo apareció a finales de los años 60 del siglo pasado, en el contexto de preocupación por los efectos negativos del modelo industrializador y del crecimiento económico sobre la naturaleza. El ecodesarrollo alcanzó mayor notoriedad cuando fue presentado por Maurice Strong en 1973, siendo director del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El enfoque del ecodesarrollo fue llevado a las cumbres mundiales del medio ambiente promovidas por los organismos multilaterales y a las discusiones de la Comisión Mundial del Medio Ambiente creada por la ONU en 1984. Al inicio tuvo mucha acogida entre sectores intelectuales, científicos y sociales, hasta que el sector político-económico le encontró la inconveniencia y lo sacó de la discusión. Al final se impuso el concepto de desarrollo sostenible.
Uno de los intelectuales que promovió la idea de “ecodesarrollo” fue Ignacy Sachs, economista polaco. Sachs planteó el concepto para intentar armonizar el aumento de la producción con el respeto por la naturaleza. Según el economista, las estrategias del ecodesarrollo deben orientarse a aplicar otros tipos de desarrollo que se construyan de acuerdo con las potencialidades y condiciones de la naturaleza, y al uso prudente de los recursos.
En el mismo sentido de Sachs, el economista y sociólogo mexicano Enrique Leff afirma que las estrategias del ecodesarrollo demandan la aplicación de nuevos modos de producción y otros estilos de vida diferentes a los convencionales, pero que estos deben acondicionarse a las particularidades de cada región y a las “potencialidades ecológicas, las diversidades étnicas y la autoconfianza” de cada zona, y adaptar el modelo desde la gestión participativa de los recursos.
En un claro mensaje a los planificadores, Sachs advirtió que no se debe ver el medio ambiente como un sector más del crecimiento; al contrario, debe entenderse como una dimensión central, al mismo nivel de las dimensiones culturales, sociopolíticas y económicas del territorio. Y enfatizó que los planificadores, en lugar de una lógica mercantilista, deben aplicar criterios de racionalidad social, como él mismo lo dice en su artículo, “fundados sobre los postulados éticos complementarios de solidaridad y acceso equitativo a los recursos y su distribución”. Es decir, que en la planificación no debe imponerse la perspectiva economicista sobre las demás dimensiones del desarrollo.
Aplicar la perspectiva del ecodesarrollo implica priorizar metodologías de participación social real basadas en la auto-organización local, en procesos “de abajo hacia arriba”. Sachs plantea que la participación debe reconocer los aportes culturales de los diversos grupos humanos, que valore la perspectiva antropológica cultural y la perspectiva ecológica local. El escenario debe estar marcado por la pluralidad, confianza, diálogo y buenas prácticas. Promover autonomías, alternativas endógenas y complementariedad.
En una publicación de 1981, Sachs definió el concepto de ecodesarrollo como un modelo que busca “aprovechar los recursos naturales que son propios de cada bio-región (y no imponer estrategias de producción inadecuadas para cada contexto ecológico)”. Desde su perspectiva eco-socio-economista, Sachs considera que el propósito de este desarrollo es alcanzar la satisfacción de las necesidades básicas de los habitantes locales.
En el mismo artículo, Sachs nombra el ecodesarrollo como “un desarrollo socialmente deseable, económicamente viable y ecológicamente prudente a partir de una complementariedad ecológica y no la especialización económica”. Como puede notarse, el concepto plantea una postura crítica, contraria a la de los partidarios del crecimiento salvaje y la competitividad. Algunos dirán que esta perspectiva obstaculiza el optimismo tecnológico del progreso. Pero es que Sachs afirma que la economía está obligada a respetar los ciclos de la naturaleza.
Aunque la perspectiva del ecodesarrollo se presentó en las discusiones de varias cumbres mundiales y regionales (como la de Cocoyoc), cuando llegó a oídos de la diplomacia de los países industrializados se le empezaron a ver los “peros”. Cuenta el propio Sachs en una entrevista que un diplomático norteamericano desaprobó el término “en un telegrama enviado al presidente del PENUMA, (diciendo que) había que retocar el vocabulario (quedando vetado en dichos foros) el término ecodesarrollo”.
Los movimientos sociales de la época también intentaron que se discutiera en la Comisión Mundial del Medio Ambiente que empezó a sesionar en 1984. Dice Iñaki Bárcena en uno de sus artículos que “poner el cascabel ecológico al gato económico parece una tarea imposible”. Al final, la noción “desarrollo sostenible” se impuso al concepto de ecodesarrollo1.
¿Las razones? Dicen varios analistas que contradecir las prácticas económicas de la época era un riesgo que ni los políticos socialdemócratas estaban seguros de asumir. Agregan que el concepto de desarrollo sostenible logró introducirse en el discurso económico gracias a su flexibilidad y a sus posibles transformaciones. El término desarrollo sostenible superó las pruebas de lo “políticamente correcto”: permitió que se filtrara en él la idea de crecimiento sostenido.
El sociólogo Enrique Leff expresa que “las propias estrategias de resistencia al cambio del orden económico fueron disolviendo el potencial crítico y transformador de las prácticas del ecodesarrollo”. Por su parte, Bárcena es contundente al afirmar que “la sostenibilidad como objetivo se relega y aparece de relleno y decoración en los programas políticos”.
Por tanto, frente a la estrategia de ecodesarrollo que están proponiendo, ¿se va a revivir el concepto que surgió en los años 60 y 70? ¿Hay claridad frente a las implicaciones de esta perspectiva del ecodesarrollo? ¿Los sectores vinculados a la economía y a los procesos de desarrollo de la subregión aceptan este concepto y las prácticas que le son propias?
Porque el asunto puede quedar en la mera preocupación por la “conservación de los insumos para el crecimiento futuro”, como lo cuestionó Wolfgang Sachs en los años 90 o que el ecodesarrollo quede solamente como un eslogan sacado del archivo de lemas políticos.
* Docente universitario.
- Tomado del capítulo titulado “Sobre la sostenibilidad de los sistemas”, publicado en 1999 por J. Naredo.
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