Por: Oscar Morales Orozco*
X: @moraperiodista
Por estos días en los que palabras y conceptos como biodiversidad, medioambiente, conservación, ecosistemas y otras tantas han cobrado relevancia debido a la realización en Cali de la cumbre ambiental más grande del mundo COP16, y cuando el tema ambiental empieza a preocuparnos cada vez más, vale la pena preguntarnos si se justifica o no el turismo en las zonas de reserva ambiental. Pues si bien se tienen algunas partes donde se hace de manera organizada y controlada, hay otras donde no.
Hace poco tuve la posibilidad de visitar el imponente y majestuoso Cañón del Melcocho, una zona de reserva ambiental entre los municipios de Cocorná, El Carmen de Viboral y San Francisco, donde se trae un interesante ejercicio de turismo controlado a través del Centro de Atención, Información y Cultura Ambiental “CAICA”, del que hacen parte la comunidad, Cornare, las Alcaldías y algunos operadores turísticos, que aplica para los Cañones de los ríos Santo Domingo y Melcocho, pero donde también algunos pobladores consideran “que el turismo, así sea controlado, tiene un impacto negativo en los recursos naturales”.
Allí, mientras hablaba con varios de los campesinos que llegaron a un diálogo con Cornare sobre la pertinencia, o no, de una carretera para unir a las veredas El Retiro con El Porvenir, también aproveché para preguntarles ¿Y ustedes qué opinan del turismo en la zona?
Por supuesto hubo varios que lo defendieron y aprobaron como una forma de sustento para más de 30 familias del Cañón que tienen sus proyectos asentados allí; otros además destacaron que, como se hace de forma controlada y supervisada, es una buena posibilidad de dinamizar la economía, pues los turistas compran en las pocas tiendas que hay en la zona, y contratan mulas y arrieros para su transporte. Pero hubo otros que por el contrario lo consideraron como algo inapropiado, pues durante décadas estos dos Cañones han estado en una especie de “clandestinidad” y justo eso es lo que les ha permitido tener un pulmón natural y una despensa ecosistémica, no sólo para el Oriente sino para Colombia y el mundo.
Otro caso de turismo, no controlado sino desmedido, es el que viene registrándose en Sonsón, motivo por el cual Cornare y la Alcaldía de este municipio decretaron el cierre a turistas en el Cerro Las Palomas, uno de los que conforma el complejo ambiental del Páramo de Sonsón, que abarca la jurisdicción de cerca de 10 municipios entre Antioquia y Caldas.
Muy cerca de allí está el Cañón del Río Samaná, en Nariño. Y aunque la mayoría de los turistas que llegan van es interesados en Los Termales y las Hosterías de la zona, también hay quienes se ven atraídos por la descrestante Cascada del Espíritu Santo, el aún cristalino y torrentoso río Samaná, así como las asombrosas montañas de la Cordillera de Los Andes.
Frente al tema, Cornare como Autoridad ambiental, las Alcaldías y la comunidad tienen claro que todos estos santuarios naturales, más otros que tiene nuestro Oriente y el departamento, son tesoros y como tal hay que cuidarlos. Sin embargo, el interés permanente del turismo y sus operadores, que no hay que satanizarlo porque juega un renglón importante en la economía, nos lleva a preguntarnos si ¿vale la pena el turismo en las zonas de reserva? y como sociedad nos pone el reto de seguir diseñando reglas, normas y estrategias que permitan blindar el poquito patrimonio natural que aún nos queda.
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