Por: Felipe Osorio Vergara
A propósito del 20 de julio y la conmemoración del grito de independencia de Colombia, es importante resaltar uno de los antecedentes que más marcó la historia colonial de Antioquia.
Antes que los cañones y las guillotinas anunciaran la Revolución francesa, en el entonces partido de Guarne se gestó un movimiento comunero que fue capaz de hacerle frente a la administración colonial española y exigirle un régimen tributario justo.
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Después de escuchar la misa en la capilla de Guarne, el mulato Bruno Vidal se dispuso a marchar con sus 200 compañeros a la pulpería de Jerónimo Mejía. La procesión de mulatos, mestizos, pardos y uno que otro criollo pobre era acompañada por un redoble de tambores y consignas de ¡Viva el rey y muera el mal gobierno! Cuando estaban frente a la pulpería uno de los comuneros exhortó a Mejía a cerrar su establecimiento y a perder su licencia, pues en caso de negarse lo pagaría con la muerte. Era el domingo 17 de junio de 1781.
Guarne había surgido alrededor de 1640 como un real de minas, es decir, como un campamento minero en el que se explotaba el oro con mano de obra esclava. A lo largo del siglo XVIII, la minería, complementada con cultivos de subsistencia y ganadería, era la base de la economía guarneña. Para 1757 Guarne fue erigido como partido (subdivisión o corregimiento) de Rionegro.
En 1780 el monarca español, Carlos III de Borbón, implantó lo que ha sido conocido como las Reformas Borbónicas, es decir, una serie de medidas que buscaban modernizar la administración colonial y controlar la burocracia chapetona pero, sobre todo, incrementar los ingresos económicos desde las colonias y extraer sus riquezas.
Una de las disposiciones que más rechazo generó en el Virreinato de la Nueva Granada fue el aumento de los impuestos: se modificaron las alcabalas (impuesto a los bienes) y se gravaron productos que antes estaban exentos, se aumentó el tributo Armada de Barlovento, se creó el impuesto al mazamorreo (barequeo), se subió el estanco (tributo al aguardiente y al tabaco) y se limitó el libre comercio (imponiendo pulperías).
Aunque el alza tributaria afectaba al Virreinato en su conjunto, cada región sentía más los efectos de uno u otro impuesto. Por ejemplo, en las regiones tabacaleras de El Socorro y Sopetrán el alza en el tributo al tabaco motivó las revueltas, mientras que en Guarne fue el impuesto al mazamorreo y la limitación de explotación dada a los dueños de minas las gotas que rebosaron la copa.
Los criollos dueños de las minas en Guarne se sintieron atacados por la administración colonial cuando se les prohibió ocupar más de las cuadras que les permitían las leyes y ordenanzas del momento para explotar el oro. También cuando se les dio la orden de permitir que los mazamorreros barequearan en sus predios. Así, los hermanos criollos y propietarios de minas en La Mosca, Manuel y Alonso Jaramillo, fueron quienes encendieron la chispa del descontento comunero en Guarne. Si bien los libres de todos los colores (mulatos, mestizos, pardos) rechazaron el impuesto al barequeo, fue el empuje de los hermanos Jaramillo lo que los motivó a sublevarse contra los españoles.
Alonso Jaramillo visitó el domingo 24 de junio de 1781 la plaza central de Guarne en donde anunció a más de cuatrocientos comuneros la contribución voluntaria o donativo de un peso para financiar la guerra de España contra Inglaterra. Allí recomendó a los mazamorreros acudir a Rionegro y pagar el donativo cuanto antes; además, les sugirió que fueran armados. Jaramillo escuchó las peticiones de los mazamorreros e incluso estos le entregaron una carta en donde aclaraban todos los motivos por los que se habían levantado. Estos eran: primero, que se abolieran las nuevas rentas impuestas por la Corona al consumo de tabaco y aguardiente; segundo, que se dejaran de cobrar los derechos al mazamorreo de los aluviones; tercero, que se dejara de cobrar el tributo Armada de Barlovento o que volviera a su tasa de 1780; cuarto, que la justicia no fuera administrada por forasteros (peninsulares) y que se hiciera a un lado el despotismo de los funcionarios y, por último, que se les permitiera estar armados para defenderse cuando fuera necesario.
Lunes 16 de julio de 1781. Más de doscientos libres de todos los colores procedentes de Guarne hacen su entrada en un Rionegro que por aquel entonces se encontraba en la celebración de la Fiesta de la Virgen del Carmen. Los hombres estaban armados con sables, escopetas, garrotes, machetes y hasta piedras; todo lo que tuvieron a su alcance y que podría servir como arma. Los españoles y la mayoría de los criollos se hallaban resguardados en sus casonas de la plaza, con todo y tranca, esperando lo peor.
Los guarneños se sentaron en la plaza mientras los líderes del grupo entraban a conversar con los hermanos Jaramillo acerca del donativo que se debía pagar. Solo se recogieron 35 pesos, lo que se traduce en que pocos fueron los guarneños en colaborar para la guerra contra Inglaterra. Al final no hubo ningún disturbio en Rionegro y los comuneros regresaron al partido de Guarne en paz. Así se cerró el capítulo de la insurrección comunera de Guarne.
Pese a que el levantamiento comunero de Guarne no fue ni tan masivo, ni tan sangriento ni marcó tanto la historiografía nacional como el protagonizado por los comuneros de El Socorro, sí fue suficiente para lograr que varios puntos de las peticiones de los sublevados fueron tenidos en cuenta por la Corona. Por ejemplo, los impuestos volvieron a cobrarse tal y como se había hecho antes de 1780 y las autoridades españolas indultaron a la mayoría de los comuneros como se lee en el “Edicto de Indulto General concedido por el monarca Carlos III a todos los involucrados en las revoluciones de 1781”. En este sentido, puede decirse que la Revolución Comunera fue exitosa, toda vez que consiguió casi todos los objetivos que se había trazado desde un principio.
Aunque la sublevación de Guarne es considerada por muchos como una mera estrategia de los criollos ricos, dueños de las minas, para defender sus intereses de las leyes coloniales que les perjudicaban, es cierto que el descontento popular estaba fundamentado en reclamaciones justas. No puede decirse que el levantamiento comunero buscaba independencia, pues su consigna principal (¡Viva el rey y muera el mal gobierno!) es una clara muestra de apoyo a la monarquía. No obstante, fue la antesala para los movimientos revolucionarios que buscarían la independencia definitiva del Imperio español tres décadas después.