Carolina Ríos Muñoz
Comunicación Social UCO, carolinarimu@gmail.com
“Santa Elena es una comunidad que vive su Semana Santa de una manera apasionada. Esta vez tendrán que aceptar las ceremonias que vienen, en un salón parroquial, sitio que no es idóneo”, expresó David Alejandro García, habitante de Santa Elena.
El pasado 9 de febrero, la junta administrativa local (JAL) del corregimiento de Santa Elena realizaba talleres para la formulación del plan de desarrollo 2020-2023. En la sesión se debatieron algunos temas, como la recuperación social, la educación, entre otros, más se dejó a un lado la mayor preocupación de algunos sectores: el deterioro de la parroquia, que ha obligado a su cierre definitivo desde el 28 de marzo de 2018.
“Realmente abrir la parroquia es imposible, por las condiciones en las que se encuentra. Sin conocer temas de arquitectura, está más cerca a demolerse que a restablecerse. Los estudios de ingeniería arrojaron que la parroquia se podía intervenir o repotenciar si se hace un trámite para declarar el bien como un patrimonio cultural, de lo contrario, la administración municipal no podría mediar, ya que consideran a la iglesia como patrimonio privado”, así dice David Alejandro García, líder comunitario, al ser indagado del porqué este tema tan vigente no fue debatido en esa oportunidad.
De hecho, sigue habiendo una preocupación de la comunidad de Santa Elena por las condiciones y afectaciones actuales del parque central, que en la actualidad está surcado de grietas, no solo en sus viviendas sino también en sus corazones.
Desde la planeación del Túnel de Oriente, la comunidad de Santa Elena ha presentado temor ante la realización de la infraestructura, debido a que tenían como referencia las consecuencias que se produjeron en San Cristóbal tras la construcción del Túnel de Occidente. “Las investigaciones preliminares nos indican que son unos vertimientos que se dieron en la vía que va al Túnel de Occidente y que llegaron a los afluentes, que van a la quebrada La Iguaná que alimentan a la planta de San Cristóbal”, informó a El Colombiano, Jorge William Ramírez Tirado, gerente de Provisión de Aguas de EPM.
Sin embargo, según las investigaciones que realizaron las corporaciones autónomas regionales, se demostró que la configuración del macizo del Túnel de Occidente es distinta al de Santa Elena. “El techo del túnel ––es decir, la zona de escurrimiento de aguas en Santa Elena–– circula sobre un acuífero subsuperficial. Quiere decir que no habría ningún contacto a partir de una cizalladura o fractura, es decir, no es posible el abatimiento del recurso hídrico, situación que se demostró durante la construcción del túnel. Para ello, se hizo un monitoreo permanente al instalarse piezómetros para garantizar la estabilidad de los niveles de agua. Además de ello, se hizo un registro permanente de las fuentes hídricas con aforos que fueron registrados en notaría”, argumentó Javier Antonio Parra, director de Cornare.
La riqueza hídrica ha sido el epicentro de toda la oposición e inquietudes que ha tenido la comunidad de Santa Elena hacia el proyecto, inquietudes que ––según la comunidad–– pasaron por alto. Esta inconformidad fue encauzada por una minoría de habitantes que han enfrentado a empresas y emporios de la ingeniería, como la concesión Túnel Aburrá Oriente, la Gobernación de Antioquia, el IDEA, Argos, GEA y el Gobierno Nacional.
Ante esta oposición, las entidades ambientales exigieron un estudio hidrogeológico detallado y completo de orden conceptual y numérico que permitiera definir ––en cada uno de los puntos del alineamiento del túnel–– cuál era la probabilidad de abatimiento del recurso hídrico. “El estudio se hizo en los años 2012–2013 por una firma italiana llamada Geodata, que tiene en su haber toda la historia y el desarrollo de los grandes túneles de Europa, entre ellos, el ferroviario de San Gotardo, en los Alpes Suizos. Bajo ese modelo tridimensional, se planteó cuál era la probabilidad de afectación”, especificó Parra.
Fisuras y grietas… ¡qué coincidencia, no!
Los selenitas no solo temen a la pérdida de su recurso hídrico, sino también a las hendiduras que se han apropiado de las viviendas de la parte central del corregimiento. “El corazón de este parque se agrietó… uno dice que fue el túnel. La alcaldía le pagó al EDU (Empresa de Desarrollo Urbano) para que hiciera un estudio con los instrumentos necesarios: el resultado fue que las construcciones están viejas y no tienen las normas. Eso no se puede desconocer, pero nunca había pasado nada, porque estas casas tienen 80, 60 y 26 años”, manifestó Francisco Javier Hincapié, habitante de la parte central que ––al igual que el monasterio, otras cuatro viviendas y un local comercial–– fue desalojado desde marzo del año pasado.
Nelson Salazar, dueño de un negocio de asados y comidas rápidas ubicado en la vía de Santa Elena, coincide con don Francisco. “Aunque de parte de la gobernación hicieron unos estudios de suelos, los resultados fueron a favor de ellos, con el argumento de que en Santa Elena hay muchas aguas subterráneas y que, además, hay fallas geológicas en la región que son los causantes de las fisuras y grietas. Otro de los argumentos es que las edificaciones son muy antiguas, ¡qué casualidad que hasta hace dos años empezaron a notarse las grietas, justo cuando empezaron a pasar el túnel por debajo de la zona que nos afecta!”, denunció Nelson.
Por su parte, las investigaciones que realizó Cornare defienden su punto de vista sobre las fisuras. “El municipio de Medellín, a través del Dagred, asumió la responsabilidad de desarrollar unos estudios con todos los elementos técnicos científicos de soporte, para determinar si al Túnel de Oriente se le podría culpar por la aparición de las grietas, estudio que fue claro en sus conclusiones: gracias a la forma de construcción y tipos de materiales de las casas afectadas, no había ningún elemento para acusar al Túnel de Oriente”, insistió Javier Parra.
Aunque la comunidad ha hecho lo que está a su alcance, aún sigue a la espera de lo que pueda pasar, ya sea una solución o, en el peor de los escenarios, perder las aguas y, con ellas, la cultura que llevan en su corazón. Por lo pronto, los oficios religiosos y las jornadas de Semana Santa se tendrán que seguir celebrando en un salón comunal, contiguo al templo, adecuado para esos fines.