La unidad para las víctimas impulsa el renacer de este municipio antioqueño para superar el conflicto armado.
Juan Carlos Monroy Giraldo
Tras una corta carrera sobre la gran piedra que le sirve de trampolín natural, el joven se lanza por los aires con el cuerpo extendido y la mirada en el vacío. Su caída rompe la quietud del agua fría y, mientras los espectadores presentes aprueban su nuevo salto con sonrisas y aplausos, él nada tranquilo en el río al que regresó ahora que el conflicto armado abandonó su pueblo.
Adrián Ocampo, con su figura delgada y desgarbada a sus 29 años, es el “Clavadista” más intrépido que disfruta del charco donde aprendió a nadar desde niño. Y no solo él, sino gran parte de los habitantes del municipio de Argelia de María (Antioquia), se lanzaron al agua por primera vez en este sitio natural y rodeado de montañas, cuando los pobladores llegaban por montones a pasear y encontrarse.
El charco de El Tanque, como se le conoce por el barrio donde se ubica cerca de la zona urbana, ha sido el espacio de encuentro social más tradicional. También el lugar favorito de Adrián: “aquí aprendí a nadar a los 7 años antes cuando veníamos en familia en los paseos de olla y hacíamos sancochos y fiestas. En la televisión yo veía los campeonatos de clavados y entonces venía a clavarme y jugar con mis amigos”.
Ese aprecio que se heredó entre varias generaciones también lo siente María del Carmen Marín, “aquí aprendí a nadar yo, mis hermanos, vecinos y también mis cuatro hijos que traíamos cargados a la espalda… la gente del pueblo y las veredas veníamos a hacer sancochos, a jugar y escuchar música”.
Ella, quien sufrió el desplazamiento forzado y el asesinato de un hijo adoptado, también fue testigo de la transformación que se dio allí con el pasar del tiempo. Como si fuera una lección de historia, los jóvenes y niños la escuchan contar que “aquí no vivía gente, estas eran mangas, bosque y con muchos árboles de pomos, guayabas y limones. Y de un tiempo para acá empezaron a lotear y fueron haciendo casas y llegando familias, algunas desplazadas por la violencia”.
Al sitio que tan buenos recuerdos les trae, los argelinos han regresado tras no poder visitarlo mucho tiempo entre los años 1998 y 2008, los más cruentos del conflicto armado que azotó toda la región del Oriente antioqueño.
Fue cuando el tradicional sitio de encuentro social y los paseos familiares se convirtió en un sector que infundía terror porque, tanto las Farc como los grupos de autodefensas, coparon ese sector por su ubicación estratégica en la zona montañosa que da acceso al pueblo y salida a municipios vecinos.
La violencia ahuyentó a María del Carmen y a Adrián, el “Clavadista”, quien dejó de lanzarse al agua en “esos tiempos del conflicto porque uno no podía estar por ahí por el peligro de que se lo llevaban para la guerra y por eso mis padres les daba miedo y casi no nos dejaban salir. Entonces dejé de venir muchos años, hasta hace un tiempo para acá que empezamos a volver cuando llegó el Ejército y la violencia aplacó”.
Adrián da un vistazo a su alrededor y relata cabizbajo que mientras él sobrevivió, muchos amigos y familiares quedaron entre los cientos de víctimas asesinadas, desaparecidas o reclutados por los grupos armados ilegales.
El fuego cruzado
Ese conflicto armado que quieren superar se intensificó desde el año 2000 y no tuvo tregua ni compasión con Argelia y su gente. Primero llegaron los frentes 9 y 47 de las FARC, al mando de la temida jefa guerrillera, alias “Karina”, que azotaron todo Oriente antioqueño a sangre y fuego. La población quedó desprotegida y a merced de la violencia guerrillera tras ser retirada la Policía del municipio ante su incapacidad de repeler ataques y proteger a la comunidad.
Luego incursionaron los grupos paramilitares. Los asesinatos y las masacres se recrudecieron por la disputa territorial y hasta a un alcalde muy apreciado, Luis Fernando Aguirre Duque, fue asesinado. Con tanta violencia, la gente se desplazó por millares. Según el Registro Único de Víctimas (RUV), el conflicto armado dejó 14 mil víctimas de todos estos delitos.
Ahora que el conflicto armado cesó, sin grupos armados ilegales, sus habitantes quieren que el charco de El Tanque sea de nuevo un referente de la recuperación económica, social y hasta de sus tradiciones que empieza a sentirse en el municipio. Además de eso, anhelan convertirlo en un sitio turístico.
María Clara Espinosa, funcionaria de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, explica que “su rehabilitación como sitio de encuentro social, además de la restauración de otras tradiciones y costumbres comunitarias que se habían perdido por causa del conflicto armado, son parte de varias medidas que implementa la UARIV (Unidad de Atención para la Reparación Integral a las Víctimas) como parte del Plan Integral de Reparación Colectiva en Argelia”.
Con participación de activa de la comunidad y el apoyo de la Alcaldía Municipal como en todo el proceso, la recuperación del charco comenzó con la siembra de árboles para reforestar la zona aledaña por parte de los habitantes del sector, con el fin de garantizar su conservación ambiental.
Además, se diseñó una estrategia de comunicación concertada entre la Unidad para la Reparación a las Víctimas y una campaña que incluye la divulgación como destino turístico y capacitación a los habitantes y líderes sociales para que ellos mismos lo den a conocer.
Retorno de mulas y campesinos
Los argelinos también están felices con la recuperación de sus tradiciones como las Fiestas de la mula y del campesino, que dejaron de celebrarse por 8 años debido al conflicto armado. Este, además de víctimas, causó una ruptura del tejido social, destruyó los liderazgos y fragmentó la comunidad, que abandonó sus costumbres por los desplazamientos forzados y hasta por la intimidación violenta.
Por eso como medida de satisfacción del plan de reparación colectiva de la Unidad para la Reparación a las Víctimas, en articulación con la alcaldía, el año pasado volvieron a reunirse para premiar a la mula más bonita, al igual que al peor “carrango” y al arriero mejor ataviado.
Con estos avances de los que son protagonistas, los argelinos se sienten fortalecidos para seguir reconstruyendo su pueblo de campesinos, arrieros y riquezas naturales como el charco de El Tanque, donde Adrián, el “Clavadista”, ha vuelto a ser feliz al retornar al espacio donde se siente libre como pez en el agua.