Por: Andrea Roldán Rojas. Comunicación Social – UCO, andrearoldanrojas@hotmail.com
Eran las cinco de la mañana cuando María se levantó, no por causas naturales, sino por una serie de alaridos que provenían de la habitación de su hija mayor. Con el peso de los años fue arrastrando poco a poco sus pesados pies, procurando no hacer ruido. A María le tocaba desplazarse hacia la puerta del alboroto, pues sus oídos, aunque lograban identificar algunos ruidos, no lo hacían con las palabras. Cuando arrastró sus 67 años hacia la puerta de su hija escuchó cómo el cincel iba rompiendo a golpe de martillo su corazón.
––No me la aguanto más, es demasiada carga para nosotros, además la platica que gastamos en ella la podemos invertir en cosas para nosotros.
––Paola, piénsalo, además, ambos sabemos que pronto se muere ––intervino Mario.
––Mamá ya es una carga, es más, hoy mismo le digo que se vaya.
María cayó al piso desplomada y despertó sola en un hospital, duró una semana en aquella habitación, nunca recibió una visita, nunca recibió un consuelo, ni siquiera una ayuda para pagar la factura del hospital; se había cumplido lo que aquellos susurros le confesaron detrás de la puerta: sus hijos Mario y Paola la habían dejado en la calle.
María fue a luchar por lo que le pertenecía, pero cuando llegó solo vio un cartel de “se vende” y la casa con miles de recuerdos, pero sin un solo mueble. Las ilusiones y esperanzas de María se habían desvanecido.
Centros y fundaciones, sinónimos de hogar
Hay dos tipos de abandono: el abandono total, que consiste en que los adultos mayores carecen de cuidados alimenticios, físicos y psicológicos, por lo que en la mayoría de los casos se ven obligados a mendigar; y el abandono parcial, el cual las familias los apoya o económica o psicológicamente.
Como María, hay muchos adultos mayores en el municipio de La Ceja que han vivido todo tipo de maltratos y abandono. Hay centros que los han acogido y se han convertido en su segunda casa, en su segunda (o única) familia, en su hogar.
El Cpsam Santa Ana (Centro de Protección Social al Adulto Mayor) ha sido uno de los centros del municipio que ha acogido casos de abandono. Actualmente el centro cuenta con 11 adultos mayores en situación de completo abandono por parte de sus familias.
Este centro, fundado el 19 de marzo del año 1951, ha sido la familia y hogar de más de 30 adultos mayores en cuestión de abandono. El centro tiene en este momento 48 residentes, 2 en lista de espera para el ingreso, (llegando así a la capacidad máxima que tiene el centro de protección) y 30 en un comedor comunitario (solo van a las horas del desayuno y del almuerzo, durante todos los días del año).
La edad mínima de ingreso son los 60 años, pues a partir de esa edad, legalmente, son considerados adultos mayores, y en casos de discapacidad la edad mínima son los 55 años. “Nosotros tenemos aquí en este momento una persona muy joven, que tiene 52 años, es la más joven que tenemos. Pero es una condición especial, es una persona que fue abandonada por su familia, en especial por su madre. Ella cuenta que su mamá la tiró cuando era bebé a una caneca de basura, criándose con unas personas que decidieron adoptarla. Por si fuera poco, sufrió también todo tipo de abusos, hasta que una religiosa la encontró y la trajo, con la ayuda de labores domésticas para ‘pagar’ su estancia. Pero ella al tener bipolaridad, se tornaba violenta y fue una situación complicada, aunque en este momento está calmada y tranquila”, expresa Marta Lucia Gaviria Flórez, directora administrativa del Cpsam Santa Ana.
El año pasado el CPSAM tuvo la pérdida de la residente con mayor tiempo de estancia: 48 años en el centro. Se llamaba Soledad, y era una persona invidente también en situación de abandono. Ella había sido víctima de abuso sexual de un pariente, y antes de que perdiera la visión, un familiar la llevó al centro, lugar donde a causa de la diabetes, perdió su vista por completo.
–– No veo, no veo. Pobrecita yo ––solía decir Soledad. Después de ingresar, no supo nunca más sobre su familia.
“Pasa algo muy triste: hay muchas familias que traen aquí a un anciano, para desencartarse”, confiesa la directora administrativa del centro. El abandono no es solo dejar desprotegido a un adulto mayor, si no, que tiene distintas categorías: abandono alimenticio, económico, psicológico, etc. “El vicio de muchas familias es venir y dejar al adulto y no volver, Margarita es uno de esos casos. A ella, desde que la trajeron, no volvió a ver a nadie de su familia. Se le robaban toda la pensión, y veces la dejaban sin comida; antes de llegar al centro, la encontraron viviendo en un garaje. Eso le trajo consecuencias. En este momento ella delira con que todos sus hermanos van y la visitan”, cuenta Marta Lucía Gaviria.
Una de las principales causas del abandono a adultos mayores es que terminan una vida laboral útil y comienzan a generar gastos a la familia; otro caso frecuente es cuando la familia se apropia de bienes materiales del adulto mayor, aprovechándose de su olvido, de sus movimientos lentos y sus extremidades pesadas. En la mayoría de los casos, cuando sucede esto, son frágiles, tanto mental como físicamente. Otra causa de abandono es cuando hay de por medio maltrato físico o un estado de salud decadente. Las consecuencias que genera el abandono a la tercera edad son tanto psicológicas y emocionales, como físicas.
El municipio también remite a adultos mayores en situación de abandono a la Fundación Padre Mariano José, donde reciben todo tipo de apoyo. La fundación fue creada hace 11 años, se empezó trabajando con personas enfermas, y por necesidad se comenzó a funcionar como hogar. Actualmente hay 24 adultos mayores, de los cuales 8 sufren algún tipo de abandono y fueron institucionalizados por el municipio. El centro está capacitado con ocho auxiliares de enfermería, dos personas en manipulación de alimentos, dos personas en servicios generales, una gerontóloga, un médico y un ecónomo y director.
“Hay casos muy duros, hay por ejemplo un abuelo, que la misma familia dice ‘es que no lo queremos, ¿yo cómo hago para no aparecer como acudiente de él?’ Hay otro caso, en el cual el abuelo entra en crisis y en depresión porque nadie lo visita. Pero el que más me conmovió fue de una abuela, porque un día vino la hija a preguntar si su mamá se demoraba mucho en morirse”, confiesa el hermano Ricardo Sierra, director de la Fundación Padre Mariano José.
“Cuando conozco las historias de cada uno de los abuelos de la fundación, siento mucha pena, y por eso amo lo que hago, por eso cada día me levanto con ganas de ir a la fundación a darles lo mejor de mí, brindarles una sonrisa, un abrazo, para mí ellos son un tesoro que hay que proteger por encima de cualquier cosa. Mi ideal es darles una mejor calidad de vida, que se olviden un ratito de lo que sufren y se sientan queridos y respetados. Además, resaltar el no dejar indefensos a los abuelos y mucho menos abandonarlos. Todos vamos a pasar por esa etapa de la vida, los años nos pasan a todos”, confiesa Angie Katerine Rojas Medina, auxiliar de enfermería de la Fundación Padre Mariano José.