Emanuel Otálvaro, aquel niño que sorprendió con su juego en el tenis de mesa, inicialmente en Rionegro, posteriormente a nivel departamental y luego en los escenarios nacionales, desde hace muchos años tiene el sueño de representar a Colombia en los Juegos Olímpicos del 2026, que se disputarán en las ciudades italianas de Milán y Cortina D´Ampezzo.
Después de cerca de cuatro años de estar en Europa, Emanuel está por estos días en Colombia, muy feliz de ver a sus padres en Rionegro y para participar en los Juegos Panamericanos que se realizarán en Mosquera, Cundinamarca.
Recuerda que para La Prensa Oriente lo habían entrevistado varias veces, cuando permanecía en Rionegro, cuando le tocaba subirse a un banquito para contestar las preguntas y ahora está más alto, tiene la voz más gruesa y se siente mejor para hablar. “La diferencia es que antes no salía de Colombia, solo jugaba los torneos nacionales y ahora tengo un entrenador que lleva más de 14 años en Europa y lo había conocido en Medellín y me fui a Europa a continuar con él”, comenta el deportista.
Emanuel no olvida a quienes lo iniciaron en el tenis de mesa, comenzando por su hermano Federico, que practica el mismo deporte y de quien dice lo admira porque también se esfuerza entrenando y por eso lo quiere mucho. Además, dice, “Yo le agradezco mucho a Juan Jiménez y a León Martínez, quienes fueron mis primeros entrenadores y me ayudaron para comenzar a practicar este deporte y en Medellín conocí los entrenadores de Selección Antioquia, como Óscar Zuluaga, entre otros, quienes me siguieron entrenando y comencé a lograr los objetivos”.
Emanuel afirma que no sabe cuántos trofeos y medallas ha conseguido, porque nunca las cuenta y sobre la experiencia que está viviendo en Europa, comenta que se ha sentido bien allá, porque no le falta nada gracias al apoyo que le ha brindado Avinal y la Federación Nacional de Tenis de Mesa y, especialmente, por ese respaldo que siempre ha tenido de sus padres, ya que por ellos ha llegado donde está.
Finalmente, sobre su quehacer cotidiano en Europa, sostiene que son cinco o seis horas diarias de entrenamiento y por la noche estudia tres horas vía online. Aunque la comida es diferente a la de su casa, no la considera del todo distinta y le gusta.