Por: Paola Naranjo Acevedo
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La violencia vicaria es una de las formas más crueles de agresión, ya que se ejerce indirectamente contra las mujeres utilizando a sus hijos como medio para infligir daño. En este tipo de violencia, el agresor busca controlar, manipular o castigar a la madre a través de actos que afectan el bienestar físico, emocional o psicológico de los menores. Esto puede incluir la manipulación del vínculo materno, el incumplimiento de responsabilidades parentales, el uso de los niños como herramientas de chantaje o, en los casos más extremos, causarles daño directo. Esta dinámica no sólo perpetúa el control sobre la mujer, sino que también deja secuelas profundas en los hijos, quienes se convierten en víctimas directas del abuso.
La violencia vicaria es una problemática grave que requiere atención urgente, ya que impacta directamente en el desarrollo emocional de los niños, generando inseguridad, ansiedad y sentimientos de culpa. Esta forma de violencia abarca diversas manifestaciones, como la violencia económica, en la que el agresor limita el acceso de la madre a recursos financieros, como el incumplimiento de las cuotas alimentarias, lo que deja a los menores en una situación de vulnerabilidad. Es necesario implementar medidas efectivas para prevenir y sancionar estos abusos, así como para proteger a las familias. Un ejemplo claro de este tipo de violencia es el incumplimiento de las cuotas alimentarias, que coloca a la madre en una situación crítica, al no contar con los recursos necesarios para cubrir las necesidades básicas de los menores, afectando gravemente su bienestar y desarrollo.
La violencia económica no se limita solo a la falta de apoyo alimentario. En algunos casos, el agresor retiene propiedades o bienes comunes, impidiendo que la madre tenga acceso a recursos que le permitan vivir dignamente. También puede haber intentos de controlar su capacidad para acceder a un empleo o a la educación, lo que perpetúa la dependencia económica y limita las oportunidades de crecimiento de la mujer. Este ciclo de pobreza y control es difícil de romper y priva a la madre de la autonomía y la libertad necesarias para cuidar adecuadamente de sus hijos.
Asimismo, la violencia psicológica, aunque menos visible que la violencia física, tiene un impacto igualmente grave, pues este se manifiesta a través de tácticas manipulativas, amenazas, humillaciones y descalificaciones que afectan la autoestima de la madre y su capacidad para tomar decisiones en relación con la custodia de sus hijos. Además, las agresiones psicológicas tienen un impacto directo en los menores, pues crecen en un ambiente de tensión y conflicto pueden experimentar problemas emocionales, afectando su salud mental y su capacidad para relacionarse con los demás. Esta situación puede repercutir en su rendimiento académico y en su desarrollo social, generando un daño a largo plazo.
Las madres víctimas de violencia vicaria, económica y psicológica deben conocer sus derechos. En Colombia, las comisarías y juzgados de familia brindan protección y apoyo, como órdenes de restricción, demandas alimentarias y programas psicológicos y sociales. La intervención temprana y el acceso a asistencia legal son esenciales para romper el ciclo de violencia. (Ley 2126 de 2021).
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