Felipe Osorio Vergara
«Sólo puedo decir que hay una clase de periodismo del cual se puede sentir orgulloso: independiente, profundo, servidor del bien común, bien escrito y apasionado por la verdad».
Javier Darío Restrepo
Dos años atrás se gestó en Rionegro el periódico La Prensa como una alternativa “plural, objetiva e independiente” para informar el Oriente de Antioquia. Su carácter regional ha permitido que en las 24 ediciones que lleva hasta el momento cada uno de los 23 municipios de la subregión tenga protagonismo. La investigación a fondo, la rigurosidad y la disposición a entregarle a los lectores y lectoras las diferentes versiones de un mismo tema han posicionado a La Prensa como un medio veraz e imparcial que encarna las virtudes del periodismo.
La Prensa nació como un periódico mensual impreso, que en su primera edición de abril de 2018 lanzaba vivas al periodismo físico: “Larga vida a los periódicos impresos” titulaba su editorial. En el mismo se decía que los impresos son para “hojearlos, para degustar una a una las lecturas que informan e inspiran, que motivan y divierten, que generan cada vez mejores contenidos, de alta calidad periodística, de análisis, de opinión y de entretenimiento y que se resisten a ser desplazados por la era digital”. Ahora bien, ¿cómo hablar del periodismo impreso en el Oriente, sin hacer alusión al origen de la profesión y a la primera imprenta en Antioquia?
Narra la historia que el primer periodista que hubo en tierras de la Nueva Granada (actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá) fue Manuel del Socorro Rodríguez, de origen cubano. Rodríguez, auspiciado por el virrey español Manuel de Ezpeleta, fundó el 9 de febrero de 1791 al Papel Periódico de Santafé de Bogotá, el primer periódico de Colombia; en su honor se celebra en el país el día del periodista el 9 de febrero. El Papel Periódico de Santafé de Bogotá alcanzó 265 números hasta que dejó de circular en enero de 1797.
Después, Antonio Nariño fundó en 1811 La Bagatela, periódico de corte político-satírico que defendía las ideas centralistas y alertaba de una inminente reconquista española. Tanto el Papel Periódico de Santafé como La Bagatela cumplían un rol educativo dentro de la sociedad neogranadina de entonces, divulgando conocimiento científico y literario el primero, y afincando ideas de libertad, independencia y soberanía el segundo. “La prensa en nuestro contexto colombiano cumple un primer papel educativo. En el caso de La Bagatela, por ejemplo, Nariño se atrevió a promover el concepto de libertad a partir de la prensa y vio en ella un instrumento de educación del pueblo”, explica Jesús Gonzalo Martínez, director de la Biblioteca Pública de Rionegro.
Después de la Independencia y durante los primeros años de la Republica los medios de comunicación se encargaron de transmitir los imaginarios de nación, los mitos fundantes o la memoria oficial, por lo que, en virtud de ello, podría afirmarse que fueron esos primeros periodistas silvestres o empíricos quienes edificaron los cimientos de la Nación colombiana.
En el caso de Antioquia, el periodismo nació con la llegada de la imprenta y su impresor y tipógrafo, el cartagenero Manuel Viller Calderón. La primera imprenta atravesó el río Magdalena desde Cartagena hasta Puerto Nare y después se remontó la cordillera Central a lomo de mula para ser instalada en Rionegro en 1812 (algunos historiadores controvierten esta fecha y señalan que llegó en 1813 o 1814) según se cuenta en las Crónicas de Rionegro. Esta fue traída a Antioquia por orden de Juan del Corral, y se estableció en Rionegro porque de 1813 a 1814 fue la capital de la provincia. Esta primera imprenta publicaba hojas de un octavo de pliego y dio vida en Rionegro a algunos folletines como: Fundamentos de la Independencia de América y según el cronista Eladio Gónina, también un quincenario denominado El Correo Extraordinario. Junto al cartagenero trabajó Manuel Antonio Balcázar, un payanés discípulo del sabio y prócer Francisco José de Caldas. Balcázar publicó entre 1814 y 1815 gracias a la imprenta de Viller Calderón los periódicos pioneros en Antioquia: Gaceta Ministerial de la República de Antioquia, La Gaceta de Antioquia y La Estrella de Occidente.
Viller Calderón se fue entre 1815 y 1816 para Medellín y una imprenta no volvería a Rionegro sino hasta 1829, fecha en la cual la alta sociedad rionegrera encomendó a Antonio Balcázar traer una nueva imprenta desde Cartagena. Esta misión obedeció al grado cultural e intelectual que había alcanzado Santiago de Arma de Rionegro, principalmente por el desarrollo de tertulias y de una importante minoría ilustrada que deseaba que en su ciudad existiera dónde publicar y hubiese un mayor flujo de ideas. “Sin duda la prensa ha tenido una importancia relevante en la historia de Rionegro, más cuando hablamos de que este territorio ha sido cuna de ideas y letras” señala Juan David Sepúlveda, antropólogo rionegrero de la Universidad de Antioquia. En esta segunda imprenta se imprimieron periódicos como La Nueva Alianza, El Constitucional Antioqueño o El Ciudadano.
“Fue a principios del siglo XX cuando en el municipio de Rionegro surgieron una importante variedad de periódicos que se convertirían en herramientas vitales para la difusión de ideas y promoción de lo que sucedía en la cotidianidad del rionegrero, se trataba entonces de periódicos como La Golondrina, La Juventud, El Estudiante y La Mañana” añade el antropólogo Sepúlveda. Antioquia, además, fue cuna del reportaje, pues el primer texto de este tipo en Colombia se remonta a 1874 y tuvo su origen en Medellín con el llamado Crimen del Aguacatal.
En el siglo XX fue común el denominado “periodismo de púlpito”, es decir, en el que se defendía un partido político, la Iglesia católica o a un líder determinado. Esta modalidad periodística estuvo en auge durante el bipartidismo. Como en Rionegro existió una fuerte tradición liberal en tiempos en que el Estado colombiano se aferraba al conservatismo, era común que se censurara algunos periódicos liberales y/o artículos de los mismos debido a que de 1949 a 1957 funcionó la censura a la prensa por parte del Gobierno colombiano de entonces.
La censura de mediados del siglo XX buscaba evitar que los colombianos se enteraran del caos que hubo después de la muerte de Gaitán, y también para que las ideas revolucionarias y en contra del Estado no fueran difundidas. Sin embargo, este mecanismo de presión buscó asimismo detener el debate entre los ciudadanos por temor a nuevos desmanes y porque un pueblo informado es un pueblo que cuestiona. Sobre esto cabe resaltar que los medios de comunicación “son las posibilidades que el pueblo tiene de estar cerca de la información que se produce en su contexto, pero también estar cerca de las opiniones de quienes hacen debate, cumpliendo así una misión social determinante. Por tanto, el periodismo debe retroalimentar, generar conversación y educar” afirma Jesús Gonzalo Martínez. Pero, ¿cuál es la misión del periodismo?
La opinión pública ha repetido a lo largo de innumerables años frases como que “el periodismo es el guardián de la democracia” o que es el “cuarto poder”, a raíz de su función de vigilancia de los poderosos. No obstante, es cierto que el periodismo ha desempeñado también funciones oscuras, enmarcadas en la difusión de ideas que han servido a los intereses de grupos económicos o de personas que han ostentado el poder. En este sentido, el periodismo ha cumplido un rol crucial en la sociedad, bien sea positivo o negativo.
Muchos han sido los periodistas silenciados para evitar que cumplan su tarea de despertar a la ciudadanía y facultarla con las herramientas para que tome decisiones con conocimiento de causa, ya que a los gobernantes no les conviene contar con un pueblo educado. Parafraseando un dicho popular: gente más ilustrada exige más y se opone con mayor ferocidad a las injusticias y extralimitaciones del poder. “La disputa histórica ha sido la disputa por la palabra, por quién tiene el derecho a expresarse. Así, el compromiso de un periodista es formar opiniones más claras e inteligentes, que exijan al otro los mejores argumentos para que sustente su postura” expresa Julio César Orozco, periodista y magíster en filosofía. Lo anterior va ligado a la posición que Adela Cortina, filósofa española reconocida por su énfasis en la ética, ha señalado como el límite de la libertad de expresión. Ella sostiene que, si bien todas las personas son respetables, sus opiniones no, pues las opiniones deben ganarse el respeto con la fuerza de los argumentos.
“El periodismo no debería, en ningún modo, servir a intereses particulares de patrocinio ni amparar todo aquello que obedece a un pensamiento único, ni a formas de poder únicas. Debería combatir todo aquello que atenta contra la reflexión y el análisis. Su misión es prioritaria ligándose de manera muy estrecha con la educación, teniendo en cuenta que el periodismo debe salvaguardar al público, delatando el peligro que puedan correr tanto los humanos como el ecosistema” reflexiona Wilson Torres García, docente de educación y pedagogía de la Universidad de Antioquia.
Por otra parte, como se mencionó previamente, al periodista se le ha encomendado la misión de vigilar al Estado y su accionar, siempre y cuando se sirva de los intereses de la patria y el bien común. Es por ello que, frente a casos de mala actuación estatal, como en la corrupción, el periodista debe responder acusando a los implicados, dando la batalla, aunque sea esta última tan desigual como la lucha entre David y Goliath. El periodismo no puede abandonar a la República y a todos los que moran en ella a su suerte, ya que los periodistas están llamados a la defensa de la democracia, a la protección de las virtudes republicanas y a la salvaguarda de nuestros conciudadanos. Así las cosas, la misión del periodismo está en informar siempre (haciendo énfasis en este adverbio categórico) con la verdad. La ética periodística compromete a entregar al público una información veraz, rigurosa, contrastada e imparcial (en caso de ser parcializado advertir al lector o lectora la posición que se tiene). Todo esto busca que la ciudadanía se informe, se empodere y tome decisiones a consciencia.
La Prensa Oriente como medio de comunicación ha cimentado su estilo editorial en la independencia para así poder “mantener el ejercicio de la libertad periodística” como señala Carlos Humberto Gómez, director del periódico. Esto ha permitido que La Prensa sea fiel a los ideales periodísticos y valores como la veracidad, objetividad, exactitud, imparcialidad y responsabilidad social hayan sido estandartes en estos dos años de vida editorial. Así, el periódico ve en la autenticidad tanto de forma como de fondo, una manera de destacar y ser llamativo para el público, porque como indica Jesús Gonzalo Martínez, “si se es periodista no se debe escribir para dar rienda suelta a la imaginación, sino que debe entenderse que al otro lado hay un lector y es posible generar una comunicación del debate de las ideas con él”.
Si bien La Prensa circula mensualmente con 6 mil ejemplares impresos con 24 páginas, en promedio, a color, es también un medio que entiende que existe un público que ha migrado a nuevas plataformas digitales para consumir contenidos de calidad. Por ello, cuenta con página web, perfil en redes sociales como Facebook, Twitter y recientemente incursionó en Instagram. Además de que sus ediciones impresas vienen con un código QR que facilita la descarga y visualización del periódico en formato PDF.
Conmemorar los dos años del periódico La Prensa es vincularse con la historia misma del periodismo no solo en Rionegro sino también en Antioquia. Para que fuera posible que usted, estimado lector o estimada lectora, tuviese en sus manos este ejemplar que ahora lee, una serie de acontecimientos debieron ocurrir antes, muchos de los cuales fueron narrados con brevedad en este escrito. En esencia, el periodismo no se resume solo en formar, informar y entretener, sino que el periodismo existe por y para la ciudadanía.