Por.: José María Cuervo Jaramillo
Colombia está afligida por la ola de asesinatos de líderes sociales que se vienen registrando en los últimos tiempos a lo largo y ancho del territorio nacional.
Esto es alarmante, porque son estos líderes los que más cerca están de sus comunidades, atentos a la gestión con las administraciones municipales para resolver problemas que a diario se presentan, como el abastecimiento de agua, mantenimiento de vías, tratamiento de los desechos sólidos, mejoramiento de vivienda de los más necesitados… Ellos mantienen sus buenas relaciones con los funcionarios municipales y son acatados por estos como fuerzas vivas de barrios y veredas.
Los líderes sociales sienten en carne propia las carencias que agobian a sus gentes por estar arraigados al terruño donde están sus tradiciones, creencias y costumbres, y con su accionar desinteresado buscan la transformación de sus lugares en lo físico y en lo social. Por eso, con pasión y entrega, se dedican unos a cumplir su función comunitaria, y otros a defender los derechos de los trabajadores; a llevar la vocería de los que han sido despojados de sus tierras en desarrollo del conflicto; los que defienden el agua, la fauna y la flora; los que protegen la niñez y la juventud de los que quieren envenenarlos con alucinógenos o de los que violentan su intimidad dando rienda suelta a su animalidad sexual; los que defienden la minería ancestral y los que se oponen al uso de insumos y prácticas no propiamente aptas para la salud y el medio ambiente, como el mercurio en la minería, la fumigación con glifosato para la erradicación de la coca, o el fracking (extracción de gas y petróleo por la fracturación de rocas del subsuelo, mediante la inyección de una mezcla de agua, arena y sustancias químicas) en la explotación de hidrocarburos.
Estas excelentes personas son reconocidas como líderes naturales, queridas y admiradas por su ferviente apostolado, sin buscar prebendas ni reconocimientos; muchos de ellos sin salario ni seguridad social, pero siempre presentes para el servicio de sus comunidades. Lastimosamente, el conflicto social que vive nuestro país los tiene en una situación adversa, porque las organizaciones criminales los ven como un obstáculo en su accionar delictivo, o intereses nacionales y transnacionales los ven con malos ojos, metidos como cuestionadores en sus propios escenarios.
Con asombro registramos a diario en las noticias, asesinatos de estos servidores incondicionales, sin que haya un freno efectivo de su accionar violento por parte de las autoridades. Hasta cuándo tendrán que decir al César ¿“los que van a morir te saludan”? ¿Hasta cuándo habrá que esperar para que haya una mirada compasiva para las familias que son privadas de sus seres queridos?; ¿hasta cuándo habrá que esperar para que el gobierno se decida a brindar una protección efectiva, en cumplimiento de la Constitución, a estos líderes que hacen patria de la grande, exponiendo sus vidas?