Felipe Osorio Vergara
¡Qué bello es el maíz! Mas la costumbre
No nos deja admirar su bizarría,
Ni agradecer al cielo ese presente,
Sólo porque lo da todos los días.
Gregorio Gutiérrez González
El maíz es el cereal de América por excelencia, con una rica diversidad biológica de alrededor de 285 variedades en el continente de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). En el caso colombiano, se cuentan 61 subespecies nativas según un estudio de 2019 realizado por la Universidad Nacional. El origen del maíz se remonta hace más de 7 mil años y fue clave para la alimentación de los grupos indígenas y, posteriormente, para los conquistadores españoles.
En Colombia alrededor del 15 % del área agrícola se destina al maíz, siendo el tercer cultivo con mayor área sembrada después del café y el arroz de acuerdo con el informe de 2019 “Maíz para Colombia: Visión 2030”, elaborado por el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo.
El tiempo entre la siembra y la cosecha de este grano varía entre los tres y los seis meses dependiendo de las condiciones ambientales y del suelo, por lo que se considera el cultivo de ciclo corto más importante del país. Cabe aclarar que se requiere de una nueva siembra para obtener otra cosecha. “Desde que se planta la semilla hasta que ya está el chócolo son cuatro meses y medio. Para el proceso completo de la semilla hasta que el maíz se madura y se usa para producir harina son seis meses, más o menos, con el método tradicional”, explica Camilo Henao, un marinillo de 74 años que por más de cuarenta se dedicó a la agricultura. Es importarte señalar que, en la actualidad, el mejoramiento genético y la incursión de variedades híbridas ha reducido el tiempo de crecimiento del maíz y ha aumentado su rendimiento. Sin embargo, esto ha originado pérdida de biodiversidad agrícola y ha llevado a muchos tipos de maíces criollos a casi desaparecer, lo que pone en riesgo la seguridad alimentaria.
El maíz ha sido la base de la dieta antioqueña desde el origen de los tiempos y representa un eslabón de la cultura paisa. Por ejemplo, Medellín y las ciudades del Eje cafetero, como Pereira y Manizales, son las urbes en donde las personas compran más arepas según el periódico El Tiempo. Es por esto que leer o releer la obra del poeta cejeño Gregorio Gutiérrez González, Memoria científica sobre el cultivo del maíz en Antioquia, publicada originalmente en 1867 en el periódico La Restauración, significa echar un vistazo a una radiografía de la Antioquia del siglo XIX y viajar a través de versos que dan cuenta de la importancia histórica y cultural de este cereal para los antioqueños. Como lo expresa Wilson Torres García, docente de Literatura de la Universidad de Antioquia: “las Memorias sobre el cultivo del maíz son como un puente estético muy loable, porque cuando yo lo abordo me siento trasportado a ese momento. Gregorio logra dar una puerta de entrada a una pequeña pieza de cine donde estoy vivenciando lo descrito, casi que puedo revivir emocionalmente ese pasaje”.
Y a dos manos el hacha levantando,
Con golpe igual y precisión segura,
Y redoblando golpes sobre golpes,
Cansan los ecos de la selva augusta.
Fragmento capítulo I: De los terrenos propios para el cultivo, y manera de hacerse los barbechos, que decimos rozas.
Gregorio Gutiérrez González retrata en su poema cómo los labriegos despejaban la selva de la cordillera para así tener una parcela en donde sembrar el maíz y el fríjol, cultivos esenciales dentro de la dieta paisa. Narra Camilo Henao que cuando él era joven los campesinos se amarraban a la cintura canastos hechos de bejucos y en ellos cargaban semillas de maíz y de fríjol cachetón, una variedad criolla. Luego de abrir la tierra echaban tres granos de maíz y uno de fríjol, y este último al ser una planta trepadora se enredaba en el tallo naciente del maíz y crecían juntos.
La boba, el carriquí, la guacamaya,
El afrechero, el diostedé, la mirla,
Con sus pulmones de metal que aturden,
Cantan, gritan, gorjean, silban, chillan.
Fragmento capítulo III: Método sencillo de regar las sementeras, y provechosas advertencias para espantar los animales que hacen daño en los granos.
La riqueza de flora y fauna nutre las descripciones de Gutiérrez hasta el punto de crear auténticos cuadros pictóricos de la realidad que vivió, principalmente en La Ceja, su tierra natal, y Sonsón, su pueblo adoptivo. Esta exaltación de la biodiversidad autóctona refleja la corriente del romanticismo. “Los pueblos en el romanticismo buscaron una defensa de algo ‘propio’, tener una identidad y hallar raíces que derivaran en una pertenencia”, señala Wilson Torres. De este modo, las Memorias de Gutiérrez “ayudaron a dar una definición a lo que era esta región antioqueña, es decir, aportaron a lo que llamamos búsqueda de una identidad más definida” añade.
¡Salve, segunda trinidad bendita,
Salve, frisoles, mazamorra, arepa!
Con nombraros no más se siente hambre.
«¡No muera yo sin que otra vez os vea!»
Fragmento capítulo IV: De la recolección de frutos y de cómo deben alimentarse los trabajadores
La gastronomía antioqueña, rebosante de productos de maíz, fue también objeto de las descripciones y la narrativa de Gregorio Gutiérrez en sus Memorias, hasta el punto de contar el proceso para hacer mazamorra y arepas. La gastronomía es, además, una manifestación de la cultura y habla mucho del pueblo al que pertenece, en este caso, al pueblo antioqueño.
Pero hay ¡gran Dios! algunos petulantes,
Que sólo porque han ido a tierra ajena,
Y han comido jamón y carnes crudas,
De su comida y su niñez reniegan.
Fragmento capítulo IV: De la recolección de frutos y de cómo deben alimentarse los trabajadores
El poeta de las tres “G” critica el arribismo de muchos que desconocen sus raíces y prefieren lo extranjero. Su militarismo como conservador y su marcado sentido de pertenencia e identidad hicieron de este cejeño un antioqueño de corazón y mente, que incluso decía que no hablaba español sino antioqueño, y que Antioquia era su patria.
¡Y mil y mil manjares deliciosos
Que da el maíz en variedad inmensa…!
Empero, con la papa, la vil papa,
¿Qué cosa puede hacerse…? No comerla.
Fragmento capítulo IV: De la recolección de frutos y de cómo deben alimentarse los trabajadores
Sobre esta estrofa tan metafórica se han tejido dos versiones. La primera es que no muestra un desprecio por la papa o sus bondades culinarias y nutricionales en sí misma, sino que su objetivo era criticar el centralismo bogotano. Así como el maíz es el cultivo representativo de Antioquia, la papa lo es del Altiplano Cundiboyacense y, claramente, de Bogotá. La segunda versión es que se despreciaba la papa por crecer debajo de la tierra, debido a que lo subterráneo estaba asociado al mal, en contraposición al cielo que equivalía al bien.
Este fragmento denota también otro elemento particular de Gutiérrez, y es que se adelantó a su tiempo en términos literarios, y se acercó al modernismo. “Cuando uno examina con cuidado el poema encuentra endecasílabos, que eran prevalentes entre los modernistas”, señala Wilson Torres. Por otra parte, el poeta de las tres “G” emplea el recurso de la metaforización y la analogía, características empleadas durante el modernismo.
Vosotros, que no os criasteis en camisa
Cruzando montes y saltando cercas,
¡Oh, no podéis saber, desventurados,
Cuánta es la dicha que un recuerdo encierra!
Fragmento capítulo IV: De la recolección de frutos y de cómo deben alimentarse los trabajadores
La nostalgia por la infancia vivida, por la ruralidad que marcó el inicio de la vida y en general los entornos agrestes y pueblerinos, se muestran en la parte final del poema. Al ser Colombia un país eminentemente rural durante el período en que se escribieron las Memorias, el romanticismo y el costumbrismo criollo se apuntalaron del campo, las tradiciones campesinas y supersticiones de la gente de las montañas para crear su propia literatura y poesía. Gregorio Gutiérrez González fue exponente del romanticismo y el realismo paisa en la subregión del Oriente, pero también fue un adelantado que se acercó, en algunos aspectos, al modernismo.
En su Memoria científica sobre el cultivo del maíz en Antioquia, Gutiérrez González fusiona con su pluma y su verso asonante la literatura con la ciencia. Su obra es un registro antropológico y realista de cómo era el cultivo del maíz en tierras antioqueñas y la tradición alrededor de este grano, pero también hace las veces de una cartilla de agronomía que en sus cuatro capítulos da el paso a paso desde De los terrenos propios para el cultivo hasta De la recolección de frutos y de cómo deben alimentarse los trabajadores. De hecho, las Memorias guardan cierta similitud con Las Geórgicas del poeta romano Virgilio, que en cuatro libros ilustró todo lo relacionado a las labores agrícolas durante el Imperio romano. Es probable que Gutiérrez González conociese o hubiese leído esa obra, y de allí obtuviese inspiración.
Gutiérrez González no fue solo poeta y literato, sino también abogado. Su acomodada familia le dio estudios en el Seminario de Antioquia, y su primo, Juan de Dios Aranzazu, le apoyó en Bogotá para que estudiara literatura y filosofía, ciudad en la que fue miembro fundador de la Sociedad Literaria en 1845. En la Universidad Nacional se graduó como jurista, profesión que le permitió ocupar el cargo de magistrado del Tribunal de Medellín, una curul en la Cámara de Representantes por el Estado de Antioquia, y en 1847 como abogado de la Corte Suprema de la Nación. Se casó en Rionegro con Juliana Isaza, perteneciente a la familia del obispo de Medellín. Dicha unión dejó trece hijos. Gregorio Gutiérrez falleció en Medellín en 1872, a la edad de 46 años.
Además de su Memoria científica sobre el cultivo del maíz en Antioquia, Gregorio Gutiérrez González dejó como legado para su departamento y su nación una serie de poemas de la talla de Aures, Julia, Antioquia y Estados Unidos de Colombia. Durante su vida se destacó por su sentido de pertenencia y amor por su patria y su departamento; incluso una frase célebre suya dice “si logro ser útil a mi patria, veré cumplido mi ferviente anhelo”. En Sonsón, su pueblo adoptivo, un parque lleva su nombre y en él se erige un busto del poeta, mientras que en la plaza Ruiz y Zapata una casa tiene fijada una placa que recuerda su paso por aquella propiedad, en la cual desarrolló muchas de sus poesías. Sumado a esto, muy cerca de la catedral de Sonsón, se ubica la Casa Gregorio Gutiérrez González, un museo en honor al poeta de las tres “G” y a las Fiestas del Maíz que fueron inspiradas en su Memoria sobre el cultivo del maíz. Por si fuera poco, este ilustre hijo del Oriente antioqueño fundó en 1867 a Argelia de María, que 93 años después sería erigido como municipio.
Gregorio Gutiérrez González fue un hombre de letras y representante de la cultura en el Oriente antioqueño. Fue amante de su tierra y en ella encontró inspiración para escribir, por eso buscó exaltarla con su pluma. En esencia, el poeta de las tres “G” fue un ciudadano ejemplar digno de ser recordado, y la mejor forma de hacerlo es leer y sacar del olvido su legado escrito.