Leyendo: La tiranía del tiempo

La tiranía del tiempo

Por: Erney Montoya Gallego, docente universitario.

E:mail: luiserneymg@gmail.com 

“Profe, ¿qué tiempo hizo?”. Esta fue la pregunta que me realizó alguien tras cruzar la meta en una de las carreras atléticas que he corrido. “La terminé. La verdad, no me fijo mucho en el tiempo”, le respondí. 

Esta anécdota no pasó desapercibida para mí. La pregunta me cuestionó con respecto a la importancia que hoy muchas personas le dan al tiempo; tanto, que quizás esto los lleva a dejar de lado la verdadera realidad, su entorno, tanta riqueza humana y natural que le rodea. Y no solamente en este caso del deporte, sino en todo. En muchos aspectos de la vida hemos caído en la dictadura del tiempo. El tiempo es el que manda. 

Si bien tiempo y espacio son las dos dimensiones fundamentales de la vida, y son inseparables, el tiempo ha aniquilado al espacio, se le ha impuesto. Esto es un efecto del capitalismo avanzado de carácter neoliberal, sumado a la globalización de la economía.

El espacio y el tiempo, en efecto, son dos dimensiones inseparables. Pero el afán tecno-productivo, impulsado especialmente por el capitalismo financiero –los nuevos mercados– buscan imponer la primacía del tiempo, con la mira puesta en la maximización de las inversiones lo más rápido posible. Time is money, “el tiempo es dinero” … una máxima utilitarista de la ‘modernidad’ que ha llevado a la mercantilización de la vida misma.

El tiempo de la globalización económica ha llevado a la desterritorialización, hecho que traslada a las personas de lo concreto –esto es, del territorio vivido, habitado, apropiado– a lo abstracto –es decir, el flujo de información y de capitales financieros–. El espacio vivido y apropiado, expresión del territorio como interacciones sociales e intercambios simbólico-culturales ya no son importantes; la complementariedad, la cooperación, la solidaridad ya no interesan, son irracionales. 

La tiranía del tiempo presiona para que predomine la eficiencia, producir más con menos y en el menor tiempo posible; producir, vender y consumir es lo que cuenta. Desde la perspectiva economicista y financiarista lo racional es la competitividad, ser ‘mejor’ que el otro, pasar por encima del otro. La competitividad deja de ser un asunto empresarial; ya se habla, incluso, de competitividad territorial. Esto lleva a la competencia entre territorios, entre culturas, entre pueblos; la vida se convirtió en una lucha para ser el mejor.

Así, la materialidad y sustancia de los territorios, esto es, su gente con su cultura, sus identidades, costumbres, tradiciones, prácticas, creencias, relaciones, encuentros e interacciones se tornan volátiles, sucumben ante el tiempo. La tiranía del tiempo no da lugar (espacio) al ocio y a la lentitud, a la vida lenta de la contemplación.

Cuando se recorre el espacio vivido, habitado y apropiado sin la presión del tiempo, se disfruta cada paso, se vive cada lugar; con su gente y su cultura, con sus manifestaciones estéticas y artísticas, sus colores de múltiples matices; con sus bienes naturales y sus espacios patrimoniales: sus ríos y sus montañas, sus valles y planicies, sus casas, sus parques y sus calles. 

Lo realmente importante no es el tiempo, sino cada paso que se da, cada metro que se recorre. Parodiando una frase que vi por ahí, lo relevante no es el tiempo; es el sentido –dirección y significado– que se le da a la vida.

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