Felipe Osorio Vergara *
Especial para La Prensa
En plena cordillera central andina y con un clima de 20°C, se alza orgullosa la cuna del general Córdova, un pueblito de 3500 habitantes al que cariñosamente llaman La Concha, pero cuyo nombre oficial es Concepción, en honor a la Virgen de la Inmaculada Concepción, que en esta zona del Oriente ha tenido un arraigo religioso muy fuerte desde tiempos de la Colonia española.
A Concepción lo envuelve una atmósfera de letargo, es como si Chronos hubiese olvidado este rinconcito de montaña a 1875 m.s.n.m., pues el tiempo parece haberse detenido en los primeros años de la República.
Cuando se camina por sus estrechas calles empedradas, lo primero que llama la atención es la soledad, parece un pueblo fantasma, pero los portones y contraportones en madera, abiertos de par en par, advierten que hay pobladores, solo que ellos están recogidos en sus casas coloniales de tapia y teja de barro, adornadas con chambranas, zócalos, zaguanes y coloridos balcones de los que cuelgan cuernos y flores.
El parque principal de La Concha es una excepción entre casi todos los municipios y localidades de los países bolivarianos, debido a que carece de una estatua o imagen del Libertador, Simón Bolívar; en su lugar, se yergue una escultura en bronce del Héroe de Ayacucho, el general José María Córdova, que fue donada por el Congreso ecuatoriano en 1899 y que engalana el parque concepcionino desde 1907.
La calidad humana de los pobladores es admirable, el apelativo “tierra acogedora donde nadie es forastero” no podía ser mejor; cada persona, joven o anciana, pueblerino o ruanetas (como algunos aún llaman a los campesinos) saluda con el mayor entusiasmo al visitante, sonríe y, de paso, le desea un feliz día o la cálida frase “bienvenido a Concepción”. Asimismo, es una localidad muy segura y tranquila, resulta casi imposible creer que a principios de este siglo haya sufrido los embates de la violencia guerrillera y paramilitar; sin embargo, esos tiempos sombríos han quedado en el pasado y hoy por hoy, “es un pueblo muy sanito, muy seguro, no hay problemas de nada” como afirma Iván de Jesús Cifuentes, habitante de las afueras de la cabecera. Esta misma opinión la comparte Carlos Valencia, un sanvicentino de 88 años que por más de veinte ha vivido en La Concha, pues para él, “no hay pueblo más tranquilo que este”.
Un aspecto que a lo largo de la historia ha identificado a los conchanos es su religiosidad, que no solo se demuestra con la figura del beato concepcionino Rubén de Jesús López Aguilar sino también con la nutrida asistencia a las eucaristías, porque “aquí, si usted no tempraneó, no madrugó, se queda de pie toda la misa, sin puesto, especialmente durante las fiestas patronales”, señala Aura Emilia Franco, concepcionina de 90 años. Además, el mayor referente del municipio es el templo, cuya construcción de estilo gótico-romano data de 1859.
Como hecho curioso, los terrenos donde se asienta la iglesia fueron donados en 1860 por una rica matrona de la época. No obstante, estos fueron escriturados a nombre de la “Cofradía de las ánimas del purgatorio y de Nuestro Amo Sacramentado”, por lo que la parroquia tuvo que demandar a estos entes sobrenaturales para poder, en 2012, conseguir la posesión de dichos terrenos e iniciar labores de restauración del templo, que por su antigüedad presentaba indicios de deterioro.
Un asunto preocupante es el decrecimiento de población que experimenta Concepción, pues entre 2010 y 2016, esta ha disminuido a un promedio anual de 2,74%, siendo el área rural en donde más crítica es la situación. Pese a que aún no han sido liberadas las cifras del Censo 2018, se estima que esta tendencia continúe.
La reducción poblacional obedece principalmente a dos factores: inicialmente, la violencia de comienzos de este siglo desplazó algunas familias de la zona rural de la localidad; pero, actualmente, el problema radica en la falta de oportunidades “cuando sacan los grados en el municipio, como no tenemos una fuente de ingresos, los jóvenes se desplazan hacia las ciudades buscando mejores oportunidades de trabajo y de estudio” como afirma la coordinadora de Turismo de Concepción, Johana Andrea Valencia. La familia de Clara Inés, habitante de la Carrera Santander, en el casco urbano, es un claro ejemplo de esto, pues sus hijos trabajan en Medellín y solo van al pueblo de visita.
Cabe resaltar que la economía del pueblo se basa en el sector agropecuario, por lo que en este se concentra la mayor oferta de empleos. También la Alcaldía y los establecimientos comerciales de la cabecera son fuentes de trabajo, sin embargo, no son suficientes, lo que obliga a muchos jóvenes a marcharse del municipio.
Sumado a esto, para formarse en educación superior, solo el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) ofrece algunas técnicas y tecnologías en el pueblo, por lo que muchos jóvenes se van a estudiar a Medellín buscando otras carreras.
Finalmente, con la puesta en marcha de la pavimentación de las vías que conectan al municipio con Barbosa, San Vicente Ferrer y Alejandría, el desarrollo llegaría a Concepción, los campesinos podrían sacar sus productos más fácilmente y el turismo se dispararía, pues más y más personas querrían conocer los atractivos naturales e históricos que ofrece la tierra natal del general Córdova, declarada Patrimonio de la Nación en 1999. No obstante, aunque el turismo dinamizaría la economía, se deberá velar por un turismo responsable que asegure la protección de los ecosistemas, los sitios emblemáticos del pueblo y el estilo de vida concepcionino, pues la paz, seguridad y tranquilidad que se vive en La Concha es quizá el mayor encanto que el pueblo pueda tener.