Juan Sebastián Gómez Martínez
Abogado Universidad Católica de Oriente
E-mail: jusegoma12@gmail.com
Los griegos, en sus antiguos textos concebían la sabiduría como un proceso en el cual el hombre debía esforzarse por descubrir cómo se debía vivir y, en razón a ello, la necesidad infranqueable de conocer no sólo el orden existente en el mundo sino también el caos que le subyace. Solo así logra conjugar la unidad de la razón ante la divergencia de sus sentidos, pues conociendo su contexto, historia y realidad, podrá pensar con mayor racionalidad antes de tomar decisiones o adoptar una posición frente a su vida.
Si uno se conoce bien y además explora su entorno, sabrá entonces lo que quiere y hacia dónde va. Perseguir esos instintos de los cuales nos ha dotado la naturaleza, es trascendental para alcanzar la felicidad, que, dicho sea de paso, es la principal obligación de todo ser humano. Cuando no se siguen estas pulsiones, entonces al final del camino nos espera la mediocridad, la tristeza y la decepción.
Estudiar o dedicarse laboralmente a algo que no mueve nuestras fibras, que no motiva ni despierta todas las capacidades del talento innato que individualmente carga cada quién, es traicionar nuestro espíritu, pues damos la espalda a nuestra naturaleza, que, a la postre, provocará un vacío en el alma a quienes lo sufren. Esta, indiscutiblemente, debe ser la razón principal de las prácticas mediocres en el mundo, porque existen personas haciendo cosas por obligación o necesidad y no por vocación, como es el deber ser.
Si predomina la mediocridad nos convertiremos en una sociedad cerril, incapaz de crear nada, obstinada con sumisión a un vericueto que imposibilitaría nuestro desarrollo y transformación; una sociedad obtusa que no puede variar ni un ápice su rumbo porque solo está capacitada para atender ciegamente el camino que le han marcado otras personas, independientemente de lo que tengan delante, como lo son las oportunidades de explorar el mundo y vivirlo a su manera, haciendo lo que quieran y lo que les gusta, a su ritmo.
Ya basta de encubrir lo notorio, combatir nuestra realidad individual y dejar a un lado el conformismo es la única forma de restablecer el orden de los valores y las cosas. Por ello, es hora de luchar contra ese Leviatán que busca engullirnos y arrastrarnos a lo más profundo, disfrazado artificiosamente de estabilidad y comodidad.
Por tanto, los invito a vivir la vida como debe ser: Sin conformismos, miedos, tomando riesgos, cogiendo las riendas, labrando el camino, edificando el sendero, viviendo el carpe diem, aprovechando el momento presente sin esperar el futuro. Total, es mejor morir que vivir como no quieres.