Juan Sebastián Gómez Martínez
Abogado Universidad Católica de Oriente
E-mail: jusegoma12@gmail.com
El 28 de abril de 2021 será recordada como la fecha en la cual, millones de personas se articularon para disponer de la garantía constitucional del derecho a la protesta, escribiendo una página en la historia del pueblo colombiano, pues a través de su ejercicio, expresaron su descontento social con las políticas de gobierno, al punto de cambiar el destino de futuras generaciones.
Este movimiento social continúa un mes después de su inicio y aún no se avizora fecha de terminación, puesto que aún existen diferencias que resolver entre el pueblo, representado por el Comité Nacional de Paro y los delegados del gobierno nacional.
En pugna, se encuentran temas de relevancia como el nuevo texto de reforma tributaria que se tramitará en el congreso, luego del fracaso de ley de Solidaridad Sostenible, en palabras de Iván Duque, “a partir de consensos” con los partidos políticos. Proyecto que continúa generando incertidumbres para quienes estarían inmersos.
A su vez, la violencia, arbitrariedad y exceso del Esmad, la Policía Nacional, y demás miembros de la fuerza pública, se suma como acápite adicional a este desmadre del país, debido a la inconmensurable cantidad de personas muertas y desaparecidas durante las protestas.
En esa misma línea, la llama se aviva con el anuncio de la reforma al Sistema General de Seguridad Social en Salud que, como se ha vociferado en los pasillos del senado, el nuevo modelo sería similar al que funciona en Estados Unidos, donde los usuarios deberían pagar a sus aseguradoras como ya lo hacen y, además, costear pólizas de seguro adicionales por patologías específicas, o en caso contrario, no serían atendidos. Esto, sumado al cuestionable modelo de “autocuidado” en el que aún hay tela que cortar para entender su alcance.
El Comité Nacional de Paro insiste en que los otros puntos por los cuales las manifestaciones no cesan, son los asesinatos de líderes sociales y de excombatientes, como la inobservancia del acuerdo de paz, las altas tasas de pobreza y desigualdad social.
Entonces, expuestas las razones artífices por las que aún se presentan bloqueos y paros en todo el país, es menester hacer un llamado a la prudencia a los partícipes de las movilizaciones, que con suficientes razones marchan y se expresan para defender sus derechos, pero que desconocen injustamente la contraportada de esta página de la historia, donde se nos revela la grave y dramática situación de los demás colombianos que se han visto afectados por los bloqueos de las principales vías del país.
Carencia y desabastecimiento de alimentos de primera necesidad, tanto para personas como animales, ausencia de combustible, escasez de insumos médicos para el tratamiento de personas enfermas en clínicas y hospitales, impedimento en la movilización de ambulancias y personal de la salud y demás trabajadores de distintos sectores de la economía, sin dejar de lado los saqueos y destrucción de bienes públicos y privados en establecimientos de comercio, entre otros hechos, que están violando derechos fundamentales de millones de personas.
Como pueblo, se ha desfigurado el sentido y objetivo de la lucha contra el Estado, la razón por la cual las personas se levantan a marchar -la de reclamar sus derechos fundamentales-, y esto se debe a que por proteger unos derechos como los de la protesta y libre circulación por el territorio, se afecta intrínsecamente los derechos a la salud, a la vida, al trabajo, a la vida digna.
La conocida frase “tus derechos terminan donde comienzan los míos”, es plausible por un gran sector de la sociedad, ya que los derechos de las personas son subjetivos y cada persona valora unos más que otros, según sus costumbres o intereses; pero la única realidad es que no hay un derecho sobresaliente por encima de otro, y se debe encontrar un punto medio para vivir en comunidad.
Por lo tanto, debemos instar a los líderes y miembros activos del paro nacional, al ejercicio de los llamados “corredores humanitarios”, permitiendo la circulación a las personas y vehículos que propendan por estos otros derechos, y de esta manera, luchar para todos dentro de este difícil plano social, apoyándonos como sociedad y cerrando este capítulo donde el único vencido debe ser el Estado y no su pueblo, soberano del poder.
*Las opiniones expresadas en esta columna de opinión son de exclusiva responsabilidad de su autor y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de La Prensa Oriente