María Camila Suárez Zapata
Comunicación Social UCO
mariacamilasuarez1021@gmail.com
Aparentemente es pequeño, no es más que una estructura de dos pisos, pero entrando más al fondo te encuentras con un campo grande, con otras dos edificaciones y tres parqueaderos. Así es la sede del cuerpo de bomberos de Marinilla.
Gran parte del campo se usa para prácticas del programa de capacitación, entrenamiento y desarrollo profesional que mantiene el cuerpo de bomberos con la finalidad de lograr un alto nivel de preparación técnica. En la actualidad están con un grupo de 20 aspirantes, pero no solo ellos asisten, pues los profesionales ya instaurados y pagos en la institución también deben asistir a entrenamientos liderados por su comandante.
La institución inició el uno de abril de 1997. En sus inicios se movilizaban en una jaula pequeña con un tanque y una motobomba, continuaron con una volqueta hasta que en 2007 llegó su primer camión. Hoy cuentan con 2 camionetas rescates —una de estas equipada para incendios forestales—, una lancha, dos ambulancias, dos motos y tres máquinas de bomberos.
Al llegar al lugar se escucha una voz femenina detrás del citófono, y al pensar que es una secretaria, te sacan del error comentando que entre los 15 bomberos pagos, se encuentran cinco mujeres operativas. “Yo vengo de otra planta, y era muy complicado porque solo servía como la imagen bonita que sacaban a los desfiles o que dejaban en las comunicaciones; el machismo que viví era mucho. Es evidente que no tenemos la misma capacidad física que ellos, pero en los bomberos de Marinilla, siempre me han enseñado que no es la fuerza, si no la técnica”, comenta Julieth Alejandra Atehortúa Cano, joven de 27 años, alta y de tez morena. Su llegada a la institución fue causa de temor, debido a los rumores de que al comandante Alonso Preciado no le gustaba tener bomberas; al final, las acusaciones resultaron falsas, al menos en cierto modo. «No le quito la razón a Preciado cuando habla que no necesita mujeres que sufran porque se les quebró una uña«, afirma Julieth.
La jerarquía es de tipo militar, funciona con cargos y grados, en este último encontramos las ramas suboficiales como cabos y sargentos, y en las oficiales subteniente y teniente. Los cargos se dividen en comandante, subcomandante, APH (paramédicos), línea de fuego y jefes de compañía. María Isabel Sánchez es bombera desde los 17 años, y aunque pertenece al cargo de APH debido a sus estudios de enfermería, no deja de lado la línea de fuego. Sánchez es una mujer con una estatura de no más de 1,60, pero de carácter fuerte, según sus compañeros. “Nunca tengo problemas con los muchachos, porque no soporto que se metan en mi trabajo, y en este cuerpo de bomberos, somos mujeres fuertes e independientes y todos nos tratan de esa manera”, comenta mirando a los demás entre risas.
Adicional, llevan un equipo de respiración autónoma, es un cilindro con aire comprimido, que a través de una máscara le permite respirar oxígeno limpio y no contaminado por gases o humo. Con todo el equipo mencionado el profesional lleva aproximadamente 30 kilos, y ninguna parte del cuerpo debe estar expuesta al fuego, sin embargo, “Más que proteger la piel, es cuidar las vías respiratorias, pues mueren más bomberos por este motivo, que quemados”, menciona John Ríos, bombero desde hace 17 años y subcomandante de la institución.
En la estación cuentan con dos habitaciones con varios camarotes, pues los turnos son de 24 horas y aunque no duermen mucho, al menos pueden descansar. También tienen cocina. “Aquí solo cocinamos los hombres, las mujeres van y compran”, cuenta Danilo Mejía, paramédico del cuerpo de bomberos. En la edificación principal se encuentra la administración, donde llegan todos los comunicados.
Debido a los extensos turnos, el tiempo que tienen para sus familias y amigos es muy escaso, y algunos incluso llegan a tomar la decisión de preferir quedarse solteros. “Al pasar por varias parejas, uno se da cuenta que no todos pueden comprenden el ritmo del trabajo”, afirma Danilo. Sin embargo, no dejan de amar su trabajo, “lo bueno de esto es que no es monótono, cada que suena un timbre, no sabes con qué te vas a encontrar”, comenta el subcomandante.
El hecho de que no sepan los detalles de la emergencia a la que acuden, es razón de emoción y felicidad en cualquier bombero; pero también es de la principal causa de los recuerdos más dolorosos, pues ha sido necesario que ellos mismos acudan y rescaten a personas cercanas, como familia o amigos. “Cada uno actúa diferente, unos quedan incapacitados porque no reaccionan, y otros sí toman acción, debido a la adrenalina, pero después siempre llegan los sentimientos”, afirma Mejía.
María Isabel vivió una de las experiencias más duras, y aunque ha visto cantidad de accidentes, ver a su amigo morir fue lo que la marcaría de por vida. “Una moto colapsó con un camión de comida. El primer ciudadano que atendí recibió el impacto en la cabeza, los sesos estaban fuera y se lo encargué al paramétrico, porque había otra persona, cuando lo fui a revisar, era mi mejor amigo, sin signos vitales. Después de eso, no supe qué hice. Mi último recuerdo fue ya en la estación”, comenta la bombera.
Para ser bombero es conveniente un estado físico óptimo, sin embargo, más que eso, los requisitos son mentales, pues en la profesión se viven cosas que los hacen sentir orgullosos, pero también situaciones que afectan. “Gracias a Dios no hemos perdido a ningún compañero en acción, ni por traumas que hayan quedado en ellos; pero en Medellín los bomberos se suicidan, debido a las secuelas que deja el trabajo”, concluye el subcomandante.