Con apoyo de la Unidad para las Víctimas se realizó la primera conmemoración que reúne a las familias de cinco personas asesinadas hace 19 años en este corregimiento.
Al pueblo que abandonaron hace 19 años tras la masacre de cinco personas, sus familiares regresaron para una jornada conmemorativa y de memoria por las víctimas de la primera incursión de los grupos de autodefensas en Mesopotamia.
En la iglesia local de este corregimiento del municipio antioqueño de La Unión, las familias pasaron al frente para recordar con fotos, vivencias familiares y anécdotas, quiénes fueron en vida Diego Alexánder Arango, Diego Armando Campo, Juan Cástulo Jiménez, Luis José Cardona y Oscar Bedoya.
Padres, hijos, hermanos y los habitantes presentes evocaron en un ejercicio sicosocial a los dos estudiantes de bachillerato, un profesor, el hijo de un comerciante y al trabajador de una tienda asesinados a las 7:20 de la noche del 26 de abril del año 2000 por hombres armados que llegaron en dos vehículos.
“Los sacaron y les montaron las manos en la cabeza y a tiros de gracia los mataron. Y a mí me dijeron que me iban a matar, me llevaron a un carro esposado, pero me logré escapar y coger un rastrojo y salí horas después y unos amigos me cortaron las esposas… al otro día me fui de aquí”. Arbey Arango Ruiz, padre de Diego Alexánder, una de las personas asesinadas.
Por su parte, Cástulo Jiménez, padre del profesor asesinado (Juan Cástulo), rememoró que “presioné como padre para que estudiara para docente” y luego lo enorgulleció “su compromiso y pedagogía para enseñar y orientar bien a sus estudiantes”.
Esta fue la primera conmemoración en la que se reunieron las cinco familias de las víctimas debido a que casi todas se desplazaron del corregimiento tras la masacre, y continuaron sus vidas en otros municipios.
Varias de ellas nunca habían regresado a Mesopotamia, pero este año aceptaron la invitación de los líderes de comunidad que organizaron una jornada con apoyo de la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas, Comisión de la Verdad, Corporación Adagio, Prodepaz, OIM, PNUD, Personería y Concejo de La Unión.
Antes del acto simbólico y la ceremonia eucarística, las familias recibieron orientación sicosocial y legal de profesionales de la Unidad para las Víctimas sobre el significado de los actos conmemorativos para su recuperación emocional.
Weimar Alfredo Hernández, líder del equipo sicosocial de la unidad, explicó que “esta conmemoración es una medida de satisfacción que aporta a la reparación integral, porque son acciones que apuntan a resarcir los daños morales y emocionales y tiene que ver más con la dignidad de las personas, más allá de una reparación económica”.
El funcionario agregó que “alivia el sufrimiento cuando se reconoce la vida y valores de las personas asesinadas y como víctimas del conflicto para que esto no vuelva a repetirse”.
Así lo reconoció Cástulo Jiménez: “Esto repara porque es una tranquilidad saber la historia de todos los que estuvieran sufriendo ese dolor y para que sirva como ejemplo y evitar que pasen hechos como estos, tan dolorosos”.
Declaración de reparación colectiva
La comunidad también realizó una declaración ante la Personería Municipal de La Unión para reparar los daños que sufrió la población durante el conflicto armado, la cual será valorada por la Unidad para las Víctimas.
“La masacre generó un desplazamiento masivo y por eso solicitamos nos incluyan como sujeto de reparación colectiva para que los daños colectivos sean resarcidos. Aquí sufrimos hechos victimizantes de las Farc, del ELN (asesinatos, secuestros) y tuvimos varias tomas guerrilleras que afectaron a la comunidad”. Yuliana Arango, líder social y una de las organizadoras de la jornada.
La conmemoración concluyó con un recital musical y la exposición de un vídeo sobre la historia de resiliencia de la población de Mesopotamia. En la noche, los familiares y habitantes se reunieron en uno de los negocios donde volvieron a compartir y escuchar música colombiana, como en los mejores tiempos sin violencia y con la tranquilidad que ahora están recuperando.
De las 172 familias que habitan el corregimiento se desplazaron 163, luego de la masacre, y han retornado cerca de 130. La recuperación del corregimiento también se evidencia en la reconstrucción de la estación de policía y la producción agrícola y de frutas.
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