Felipe Osorio Vergara
El aislamiento geográfico caracterizó a Antioquia y a Colombia durante el siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX. Las montañas eran un atractivo paisajístico, pero también una barrera natural que dificultaba la conectividad, pues “las principales ciudades y villas quedaron en las cordilleras, alejadas del mar y de los grandes ríos, separadas entre sí por alturas y abismos que dieron lugar a distancias medidas en semanas y meses”, como se lee en la Historia concisa de Colombia de los historiadores Michael La Rosa y Germán Mejía.
En el caso de Antioquia, las cordilleras Central y Occidental eran los principales obstáculos para conectar los pueblos, villas, aldeas y las tres principales ciudades que tenía el departamento en el siglo XIX: Rionegro, Medellín y Santa Fe de Antioquia. Sin embargo, los arrieros con sus mulas fueron la respuesta para sobreponerse a las dificultades que impuso el quebrado paisaje antioqueño. “La necesidad de superar de una manera efectiva y económicamente viable las duras condiciones geográficas ayudaron a darle empuje a la arriería”, señaló Carlos Gaviria Ríos, historiador de la Universidad de Antioquia.
Radiografía de la arriería
Aunque la arriería ha estado unida a la identidad del departamento, es un oficio propio de otras regiones de Iberoamérica. El origen de la palabra arriería derivó de la expresión “arre”, empleada para arriar a los animales y hacer que aligeraran el paso. Los arrieros surgieron en España, donde era común que se trasportaran mercancías desde las costas mediterráneas a las regiones pobladas del interior de la península Ibérica. Con la Conquista y Colonia, el oficio se esparció rápidamente por los lugares montañosos de América Latina, como en Colombia, donde fue esencial para el comercio. “La arriería en Colombia fue vital para que los materiales, materias primas y elementos que llegaban del exterior a los puertos colombianos llegarán en buen estado a las ciudades interandinas, que son mayoría en nuestro país”, explicó el historiador Gaviria.
La mula era la mejor compañera del arriero, era su fuente de ingresos. Los animales eran cuidados y protegidos, pues de ellos dependía el sustento del arriero. No obstante, los bueyes también eran comunes, solo que eran más lentos, por lo que eran empleados para trayectos más largos por caminos menos transitados. En los caminos más largos surgieron fondas, que, además de paraderos, servían como puntos de encuentro para el comercio.
La arriería en el Oriente
El acceso al río Magdalena era fundamental para las crecientes ciudades de Colombia y Antioquia. Es por esto que se gestaron rutas que conectaran los grandes núcleos poblados con los puertos fluviales. En Antioquia, las ciudades de Medellín, Rionegro y Santa Fe de Antioquia se conectaban con Puerto Nare (a orillas del Magdalena) por Sonsón. “Sonsón era paso obligado del interior de Antioquia hacia el río Magdalena, que, a su vez, posibilitaba la salida al mar o a Bogotá. Sonsón aportaba grandes empresas de arriería, como las que pertenecían a Alejandro Ángel y Lorenzo Jaramillo”, sostuvo José Fernando Botero, técnico operativo en cultura y patrimonio de Sonsón.
Los arrieros ayudaron también al poblamiento del Eje Cafetero. Por ejemplo, transportaron los materiales y herramientas requeridos por los colonizadores en las tierras recién despejadas desde municipios como Abejorral y Sonsón. Además, eran mensajeros de cartas y de correspondencia que enviaban las familias de los colonos desde sus lugares de origen, principalmente en los municipios del Altiplano del Oriente y el Valle de Aburrá.
Actualmente, Argelia de María rinde tributo al oficio de la arriería. Este municipio al suroriente de Antioquia celebra la Fiesta de La Mula y cuenta con un monumento de un arriero y su mula en el parque principal.
Legado
“La arriería aportó al desarrollo de Antioquia la Grande a través del intercambio comercial y cultural, permitiendo una gran variedad de dinámicas de crecimiento de capital económico que potenció enormemente a Colombia en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX”, señaló José Fernando Botero. Su papel, aunque ha sido opacado por vehículos a motor, sigue siendo importante en las regiones y veredas más apartadas del país. Además, la arriería hace parte de la identidad antioqueña y del Viejo Caldas, y está unida a otros elementos materiales e inmateriales de la cultura paisa, como el carriel, las alpargatas, las fondas y los mitos y leyendas. Conocer, reconocer y valorar este oficio y su legado es el primer paso para la conservación de esta tradición heredada de los ancestros.