Espero haber entendido bien. Lo que propone recientemente la institucionalidad en el Oriente antioqueño es un plan de desarrollo para la subregión, que incluya por supuesto al Altiplano, pero también a los Embalses, al Páramo y a los Bosques.
Si es así, volveremos a poner en la agenda los asuntos prioritarios de visión integral, que requiere el territorio para incluir asuntos que históricamente siempre se han reclamado y es como crecer equitativamente y no ahondar la brecha que se amplía, haciendo lo necesario para evitarlo.
Una hoja de ruta con metas y objetivos, que tenga como prioridad la calidad de vida de la población y el crecimiento económico. Ojalá que así sea y lo será si en él participan, la sociedad civil, las empresas, los gobiernos y liderazgos positivos que vean en esta una oportunidad para jalonar el desarrollo.
¿Y con quién?
El mapa de los entes territoriales que tiene por lo pronto a Guarne, La Ceja y El Retiro siendo de segunda categoría, denota con claridad que no puede darse el mismo tratamiento a quienes tienen presupuestos inferiores a $15 mil millones al año que a quienes llegan a los $100 mil millones y ni qué decir del presupuesto estimado para Rionegro de al menos $700 mil millones para 2024.
Según las proyecciones del DANE para el 2024, la subregión tendrá 695.596 habitantes. De ellos el 59 % estarán en la zona urbana y el restante 41 % en la zona rural. Invitar al diálogo a quienes toman decisiones en las localidades supone llamar a mandatarios, corporados y legisladores que hagan un ejercicio riguroso de cómo el mal llamado Oriente lejano, se incluya en proyectos de desarrollo alejados de la forzada integración municipal que acrecienta su apatía.
Hay que hablar del ordenamiento en las fronteras municipales, de la gentrificación y conurbación. Y hablar de los servicios públicos y más aún del saneamiento, los retos en materia de infraestructura vial, la promoción del turismo y el fortalecimiento de las economías locales. Si se siguen haciendo planes de ordenamiento locales encerrados en sus propios problemas, no habrá nunca un desarrollo regional integral acorde a lo urgente que llama el territorio.
Convocar los diferentes sectores de la sociedad y establecer mecanismos para su seguimiento y evaluación periódica, poniendo de primero el cómo mejorar su calidad de vida. Y no es solo del Altiplano y su aeropuerto, y sus vías dobles calzadas y sus centros comerciales y su desarrollo inmobiliario. No, es de toda la subregión y sus prioridades.
Pero eso sí, no dejarle los temas de planeación a los jueces que como en el caso de la salud terminan haciendo diagnósticos y obligando soluciones y menos aún a quienes amparados en la participación ciudadana sin argumentos y razón, se atraviesan como vacas muertas en cualquier propuesta o proyecto que trate de cambiar paradigmas.
Por ello -como se dijo- «el papel de las universidades, las cajas de compensación familiar, organizaciones sociales como Fusoan, Prodepaz, organizaciones ambientales, los municipios del Oriente antioqueño, la CCOA, Asocolflores y la Corporación Empresarial del Oriente CEO, entre otras instituciones», serán los primeros llamados, y esperemos no sean los únicos.
Como se ha dicho, abogar por el loable propósito de «crecimiento organizado, sostenible, equitativo y en paz del territorio».
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