Especiales La Prensa Oriente

La arriería, arquetipo de la cultura antioqueña

El arriero de sombrero aguadeño, de pañoleta colorada (rabo de gallo), con ruana en tierra fría y poncho en tierra caliente, pantalón de drill, zurrón y carriel, zurriago y machete, delantal de cuero (tapapinche), alpargatas de cabuya o mayormente descalzo (a pie limpio) se configuró como el modelo del antioqueño. Aún hoy esa indumentaria es utilizada en Fiestas de la Antioqueñidad por todo el departamento y en eventos como la Feria de las Flores de Medellín o las Fiestas del Maíz de Sonsón. Asimismo, tanto el arriero como la familia colonizadora encarnaron el “mito antioqueño” de pujanza, tenacidad y fortaleza que ha sido exaltado como rasgo identitario a lo largo y ancho de Antioquia. Ambos han sido tomados como modelos ejemplares del ser humano que vence a la naturaleza, que le gana el pulso a la montaña y a las fieras, logrando superar precipicios y pestes selváticas. “El papel de los arrieros los posicionó como una figura ejemplar y representativa de los valores antioqueños, un arquetipo casi heroico en la región”, explica la historiadora del arte Luisa Fernanda Borja en su tesis Arrieros y colonos: La imagen de Juan Valdez en la identidad colombiana y los ecos del proyecto decimonónico de nación.

Por otro lado, el arriero y su repentismo dieron fuerza a las trovas que hoy son símbolo de la cultura antioqueña y del Viejo Caldas. “El tema de las coplas, de las trovas, tiene todo que ver con la arriería porque cuando iban en esas muladas, el arriero de adelante cantaba y el de al lado le respondía, el del medio trovaba, el de más atrás le contestaba, y así iban haciendo juegos de palabras para que el camino fuera más tranquilo, más entretenido y más ameno”, expone Liliana Zapata, actriz dramática y autora del libro Homenaje a los ancestros: un viaje por la arriería en Antioquia.

Puede pensarse que, con la llegada de los ferrocarriles y las carreteras en el siglo XX, la arriería desapareció. No obstante, aún existen veredas donde sigue siendo el único medio de transporte. “Donde no tuviéramos las mulas, muchos alimentos dejarían de llegar a nuestras mesas”, señala Sergio Pizarro, zootecnista de la Universidad de Antioquia e integrante de la Fundación Arrieros Colombia. Esta organización, centrada en el mejoramiento de la calidad de vida de los équidos (caballos, mulas y asnos) y sus propietarios, ha realizado acompañamientos y capacitaciones en temas de cuidado y bienestar animal a población rural de todo el país, pero en el Oriente han trabajado con habitantes de la vereda El Retiro de Cocorná y también del vecino municipio de San Francisco.

El legado arriero

La arriería configuró a Antioquia y a sus departamentos vecinos. Aunque hoy esté relegada a las veredas más distantes, su vigencia continúa. Gracias a ella se tejió una red de caminos y de interconexión entre múltiples pueblos de las montañas de Colombia, que hoy son motores económicos del país y corazón del triángulo de oro (que tiene por puntas a Medellín, Bogotá y Cali). El Oriente de Antioquia fue cuna de esta práctica histórica que moldeó la identidad y la cultura antioqueña, y tuvo importantes centros arrieros que llevaron el estandarte de los flujos de la Colonización al sur. Así, homenajear este oficio es una manera de honrar los sacrificios de tantas personas y animales que permitieron el florecimiento del desarrollo económico, social y cultural del departamento y el Occidente Andino de Colombia, a la vez que son un patrimonio inmaterial de nuestra nación.

Podcast: Tras huellas de herradura

¿Cómo hicimos este especial?

Conoce en este infográfico el tras bambalinas de este especial.